The Rider 

Por Victoria Béguet

EE.UU., 2017, 104′
Dirigida por Chloe Zhao
Con Brady Jandreau, Tim Jandreau, Lilly Jandreau

El hombre que cayó a tierra

Un hombre jovenuna estrella en ascenso del rodeo -espectáculo habitual en zonas rurales de EEUU que incluye doma de caballos y monta de toros, espectáculo donde lo que se juega es, en última instancia, la hombría- cae en pleno showBrady Blackburn (Brady Jandreau), el joven cowboy, sobrevive al accidente pero se convierte al instante, sin saberlo, en outsider. Así, esta primera caída anuncia otra más lenta, vertiginosa: una y otra vez los intentos del Brady de conservar un trabajo se ven frustrados y se convierte en un hombre que no puede ganarse el sustentoSe convierte en algo inconcebible y aberranteSu ¨hombría¨ es puesta en duda permanentemente por la mirada ajena y por la propia y Brady, que ya no puede participar de las competencias, no tiene manera de ponerse pruebaThe Rider se ocupa así de acompañar desde una distancia pudorosa los ecos de esa caída. (Cabe señalar que, acertadamente, apenas vemos unos segundos de la misma, ya avanzado el film). Lo que interesa a la película y que persigue de forma amorosa y obstinada es la masculinidad devenida(abruptamente o no) frágildevenida incómoda, devenida territorio inquietante. Lo hace desde una distancia pudorosa y desprovista de cinismoa la vez que exige la misma distancia por parte del público.

Una de las primeras imágenes de Brady lo muestratocándose el cuero cabelludo, recorriendo con la punta de los dedos una larga cicatriz. Parece hacerlo motivado sólo por curiosidad. Hay un desapego en la escena, una cualidad mundana, banal. En el rodeocomo en la vida rural, la gente sostiene heridas físicas, forma parte de la cotidianeidad, parece decir el film de ZhaoEl accidente no deja en Brady secuelas físicas graves (por ejemplo, a diferencia de otra estrella de rodeo que el protagonista visita en el hospital, Brady no padece daño neurológicosignificante) pero el accidente sí le ha dejado una secuela singular y elocuente. Los músculos de sus manos se tensan involuntariamente provocando quesi al agarrar una cuerda no siempre pueda soltarlaAquello que más necesita para competir, poder asir la cuerda que lo liga fatídicamente al animal, le es negado. Esto le impide seguir participando en campeonatos, pero también imposibilita su trabajo con caballos (o lo vuelve demasiado riesgoso) y casi cualquier otro tipo de trabajo que conoce, que sabehacer. Resulta claro: Brady, ahora outsidervulnerable, ya no tiene de qué asirse.

Uno de los méritos de The Rider consiste en lograrevitar la tentación de un patetismo consolatorio. En este sentido, le va a negar a su protagonista, por ejemplo, la posibilidad de una muerte heroica (al estilo, salvando diferencias, de The Wrestler).Brady no es un cowboy derrotado ni va a tener momentos heroicosSu destino es tan trágico como anodino. La película prefiere en todo caso el desencanto y el desengaño. En este sentido, los actores no son actores profesionales y los diálogos suenan (deliberadamente) artificiales y algo forzados. Por otra parte, los obstáculos que debe enfrentar el protagonista no van a ser pruebas a superar (no se reafirma el sueño americano)Finalmente, no va a haber aprendizaje alguno, sólo asombro ante un mundo que cambia demasiado rápido. El de Brady es más compasivo y más hostilque antes de su accidente, como si esas dos cualidades se necesitaran. En todo caso, prima una acelerada y necesaria pérdida de certezas y algo más, una libertad íntima, modesta, desconocida, reflejada en gran medida en el imponente paisaje desértico por el que vemos a Brady, en ocasiones, pasearse. Ya no tiene nada que probar.

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