Toublanc

Por Fernando Luis Pujato

Toublanc
Argentina, 2017, 100m.
Dirigida por Iván Fund
Con Nicolás Azalbert, Maricel Álvarez y Diego Vegezzi.

Acerca de la aflicción

Por Fernando Luis Pujato

No leí Cicatrices (1969) de Juan José Saer y tampoco ninguna sinopsis o estudio literario del tipo “es una novela que trata acerca de esto o aquello” o “se trata de un libro que trabaja con metáforas acerca de esto o aquello”, por lo tanto no puedo decir que el film de Iván Fund es una libre adaptación o una adaptación que respeta tajantemente lo que se puede leer en las páginas de la tercera novela de Saer o si puede ser considerada una transposición de la literatura al cine y ni siquiera decir que capta algo de la obra de este escritor santafesino para muchos considerado de culto, una suerte de outsider (genial) por fuera de la estela borgeana y del tan mentado y un tanto falaz boom latinoamericano. He leído algunas de sus novelas como El limonero real (1974), Glosa (1986), La grande (2005), y algún ensayo como El río sin orillas (1991) y El concepto de ficción (1997), pero no es el caso trazar un panorama de estas con generalizaciones vacías -y forzadas, por supuesto- acerca de sus personajes envueltos en situaciones al parecer irreversibles o de su inscripción en una geografía particular para poder decir algo de un film en el cual Cicatrices tiende un puente, literalmente, acerca de un estado de cosas irrevocable. No es una casualidad que el libro aparezca sobre una mesa del inspector de policía Toublanc en París ni que sea dedicado por la profesora de francés Clara para su joven amante ni que sea sostenido por este mientras apoya su cabeza en el vidrio de un colectivo que circula de noche por la ciudad de Santa Fe.

Toublanc 2

Aquello que no se puede cambiar o sobre lo que no se puede dar marcha atrás o sobre lo que no se sabe muy bien como actuar es, claramente, lo que se encuentra en la cotidianeidad de Toublanc y de Clara, pero también en la irrupción del alumno de ésta y en los dos crímenes que se suceden a ambos lados del océano aunque ambas cosas -los asesinatos y la aparición de un posible amante- no alteren o alteren solo por un corto lapso de tiempo el presente de estas vidas lidiando con el desamparo y, tal vez, también con el fracaso. Esto es lo que se encuentra en toda esa puesta nocturna en París y diurna en Santa Fe -aunque luego este vaivén se invierta- a través de la cual Fund logra trasmitir un clima de melancolía casi finalista, en todos esos planos cerrados de Toublanc y Clara tirados sobre la cama con la sola compañía de un gato y un perro como corresponde a un parisino y a una santafecina respectivamente, en ese plano abierto de un paseo veraniego -quizá primaveral- en lancha por el río que se cierra un tanto tomando la espalda y la nuca de Clara, en el plano picado, repetido un par de veces, de la diminuta figura de Toublanc cruzando la misma calle por el mismo sendero peatonal en las noches o en las madrugadas otoñales. Y también cuando en la pantalla dividida un personaje transita por situaciones similares aunque separadas por un lapso de tiempo indeterminado: el inspector escribe ¿un informe, una novela? siempre en la misma posición y la profesora espera un colectivo siempre en la misma parada, a veces el inspector se levanta y mira por la ventana, a veces la profesora se cubre de la lluvia con un paraguas y a veces no llueve; los gestos son cotidianos, la soledad también lo es.

Toublanc 1

Hay otras cuestiones formales rondando y acentuando esta sensación, como la extraña forma de establecer los diálogos con el clásico plano-contraplano porque las más de las veces los personajes parecieran hablar con ellos mismos pues el otro que, suponemos, se encuentra al frente nunca está en el cuadro del plano y cuando aparece bien podría ser el recuerdo que se tiene de esa conversación Y también está, claro, la presencia de ese solitario caballo en la puerta de la casa de Clara, al cual Fund le dedica varios planos rondando por la desierta ciudad sin derrotero alguno y bañándose en el río; su libertad ha sido la consecuencia del asesinato de su dueño, su libertad no tiene ningún rumbo fijo.

En el final de Palmeras salvajes (1939) de William Faulkner, un autor que guarda afinidad con Saer y un libro que también guarda cierta afinidad con el film de Fund se puede leer “…y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena”. Elijo regalar un libro como despedida escribiendo una frase de amor en él, elijo jugar al fútbol con mi hijo en el parque y llevarlo de vuelta a la casa de su madre sin siquiera verla. El plano del rostro de Clara enjuagándose las lágrimas y buscando consuelo acariciando a su perro. El plano alejado de Toublanc en el parque con las manos en los bolsillos. Las cicatrices de cualquier tiempo en este presente. En esta aflicción.

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