Unhinged

Por Sergio Monsalve

EE.UU., 2020, 91′
Dirigida por Derrick Borte
Con Russell Crowe, Caren Pistorius, Jimmi Simpson, Gabriel Bateman, Anne Leighton, Lucy Faust, Devyn A. Tyler, Michael Papajohn, Austin P. McKenzie, Stephen Louis Grush, Sylvia Grace Crim, Vivian Fleming-Alvarez, Jenanne Alexander, Gretchen Koerner, Samantha Beaulieu, Juliene Joyner, Donna Duplantier, Tim Bell

Un cine de etiquetas


Gracias por no tocar alto la bocina, pues el lobo bully te puede atacar y comer, después de acecharte y embestirte con su camioneta. Tarantino lo hizo mejor en Death proof. Unhinged es la reducción del populismo post-Weinstein.

Así y todo, los primeros minutos prometen algo. Un hombre enojado, símbolo del voto duro de Trump, se desquicia en su hogar, rompe con todo y tiene su día de furia, como Michael Douglas. La imagen bucólica del sueño americano ha colapsado, a dos niveles gráficos en la película. El primero es del formato Lynch de Terciopelo Azul y Corazón Salvaje, al calor de las flamas que devoran una humilde morada y la fantasía estética de los cuadros de Norman Rockwell. Acotemos que la cinta sublima varias influencias pictóricas a  lo largo de su metraje. Entre las referencias que circulan en el filme, podemos palpar la composición realista y urbana de Edward Hopper, en el clásico café de distancia espectral y alienante. 

Unhinged Movie Review 2020

El protagonista irrumpe ahí, en el ambiente de las mesitas y el orden, con su cabreo monumental, su problema de peso, su odio contra la promesa de redención social, al final de la carrera. El hombre se siente un mártir del relato profesional, un psicópata justificado en la revancha ciega y criminal. Su monstruosidad es la de los terroristas domésticos, los asesinos seriados que pueblan el melodrama gótico del género de las stalker movies. En el café, lugar emblemático de la hipocresía urbana, el personaje comete uno de sus actos de violencia, delante de clientes despavoridos que corren por sus vidas. 

El plano tiene mucho de tragicómico y tarantinesco, bordeando el algoritmo que engloba a Pulp Fiction y Mullholand Drive en un mismo caos de destrucción de lo pop, de dinamitar los espacios vulgares y comunes, a través de la intervención de un shock grotesco. El otro guiño audiovisual se sirve del aura de un actor en horas bajas, de un Marlon Brando abultado en piloto automático, para representar una nueva versión de Reto a muerte, el clásico televisivo de Steven Spielberg. 

El paycheck del actor se salda con creces, en los minutos de apertura y de persecución con la vehemencia de un Gene Hackman en Contacto en Francia, pero sin la dirección a fondo de un William Friedklin, porque a la postre, el juego del gato y el ratón se diluye como la estereotipada barajita que complace a la corrección política del cine del Mee Too, habida cuenta de la obligatoria victoria moral y física de la madre en apuros, sobre el abusador y acosador al límite de una caricatura. 

Unhinged 2

Si exceptuamos los créditos iniciales, el performance del villano y la calidad del diseño de producción, Unhinged desemboca en una ruta predecible y funcional a los intereses de los programadores de chucherías progresistas. En tal sentido, la película abandona cualquier desvío secreto o imprevisto, para comprar el ticket del clásico viaje de la heroína accidental de nuestros días. El espectador solo espera por ver consumado el final donde la mujer termine de castigar y de darle la cucharada de su propia medicina al Michael Myers del escenario de asedio frenético. 

La tendencia del cine de venganza ha adoptado el patrón instrumental del Hollywood condescendiente con las ligas de la decencia, del buenismo, de la condena a priori del “macho infractor y opresor”. De a poco, la propaganda y la publicidad van eclipsando los contenidos que consumimos, imponiéndoles la etiqueta de la inquisición que supuestamente nos salvará del infierno de las corrupciones del pasado, del presente. Hay que ser ingenuo para pensar que las películas reformarán el destino incierto de la civilización. O que el cine está hecho para brindar lecciones didácticas y gruesas. 

Los años del código Hays lo intentaron antes, con resultados infructuosos. De igual modo sucedió en la meca en la era del macartismo, cuando la censura y el pánico moral fueron anulando la diversidad de opciones y alternativas. Estimo, por lógica histórica, que Unhinged será observada en el futuro, como ejemplo de una generación perdida. 

Culpa de los auténticos peces gordos de la industria, cuyos atropellos nos trajeron hasta acá. Pero también responsabilidad de quienes pretenden superarlos, mediante la satanización y el binarismo. Así, cualquier marco sugestivo del guion, queda opacado por el happy ending de la venganza anunciada, a manos de la víctima. 

Nada más que demagogia.  

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