Venecia 2017 – Diario de festival (1)

Por David Obarrio

Ni gondoliere ni campanero en San Marco. David Obarrio es un crítico refinado, además de programador en BAFICI y nuestro exclusivísimo enviado especial al exclusivísimo Festival de Venezia, la Mostra leonina que todos los años, desde hace 74, tiene lugar entre canales y puentes. En esta primera entrega nuestro adelantado se ocupa de algunos pesos pesados (William Friedkin, Lucrecia Martel, Guillermo del Toro) tanto como de un par de nuevos nombres. Pero antes de eso declara solapadamente su amor por un festival al que está de moda desdeñar; y después, y no tan veladamente, por una actriz australiana que parece haberlo enviado directo al Puente de los Suspiros. Embárquense en esta primera entrega, que no todos los días uno se puede dar estos lujos venecianos. Bueno, a partir de ahora David si.

Venecia siempre estuvo ahí: Seis días en un festival eterno (Primera parte)

Por David Obarrio 

Un festival es un festival es un festival. Un tiempo del cine que puede ser de júbilo cabal o estar mechado de decepción, desconcierto, nostalgia insospechada por aquello que no está y echamos de golpe en falta, acaso sin saber a ciencia cierta de qué se trata. En un festival de cine hay películas buenas, malas, películas de punto intermedio, formas codificadas que recibimos cabeceando, vencidos por el sueño. O también películas que parecen ubicarse en una zona fuera de la vigilia, como si sus bordes no fueran del todo asequibles a una comprensión definitiva y solo exhibieran retazos melancólicos, fragmentos apenas intuidos que disparan la pregunta: ¿esto es un bodrio fenomenal o una obra maestra? En los festivales de cine también las respuestas soplan en el viento. En el Lido de Venecia, uno distrae su atención de las alfombras rojas cercadas hacia las que se inclinan paraguas y sombrillas en un conjunto solidario de cazadores de estrellas y fotógrafos profesionales para recibir la brisa del mar en la que soplan preguntas –un respiro entre función y función, mientras se apura un cappuccino o un Spritz – acerca de lo que se ha visto. Se trata de Venecia, entonces: festival antiquísimo que entre sus salas monumentales, sus fastos módicos, su prestigio en descenso (aunque aun por encima de la línea de flotación), y la persistencia de sus responsables, es capaz de erigirse, todavía, como “uno de los festivales”, uno de los grandes. Acaso liberado de la obligación de marcar tendencia, un poco olvidado y subestimado entre otros grandes –más modernos, más cool, más afirmados en su papel de árbitros del gusto que circula entre el público y los programadores de los propios festivales – Venecia puede presentar algunos estrenos mundiales importantes, películas de directores decididamente mainstream, buenos, malos o regulares, u ofrecer además ejemplares raros, de esos perros verdes cuya gracia excéntrica ilumina inesperadamente la pantalla y justifica cualquier festival.

Va aquí un detalle de varias de las películas que me tocó ver en la edición número 74 del Festival de Venecia.

Strange Colors. Alena Lodkina

Sin acreditación a causa de un vuelo perdido que motivó mi llegada al Lido con la oficina de prensa cerrada, conseguí sin embargo meterme en una sala a ver Nico, 1988, el biopic de Susanna Nichiarelli sobre Christa Paffgen, más conocida como Nico, cantante que hizo como tal su aparición fulgurante en el primer disco de Velvet Underground y desarrolló a partir de ahí una carrera musical tan oscilante como atractiva. Tenía cierta expectativa por la película porque me atraía a priori el personaje, pero la sensación que me dejó este ejercicio más bien inocuo podría expresarla rápidamente con la siguiente expresión: ni fu ni fa. Nico,1988 (el año refiere al último año de vida de la cantante) tiene el mal de las vidas célebres reconstruidas por actores grabado en la frente (lo que es decir en cada fotograma). Dije que la película es más o menos, pero podría también concluir que es floja. Repaso íntimo de la cantante de marras de vidas múltiples (Nico fue modelo, actriz, chanteuse esmerada y mártir dilecta de parte de la mitología del rock) la película se pierde en su banalidad arrogante y en su intento de hacer un listado telefónico donde debió haber un poemario (disculpen el absurdo y acaso la cursilería). J’entends plus la guitare, de Garrel, película que incluía a Nico a modo de musa no tan secreta aunque lateral, le hacía mucha más justicia a esta mujer que murió demasiado joven.

Zama. Martel

Utilizo ahora el viejo truco publicitario del puntaje para destacar dos películas que siguieron a la decepción que me produjo la biografía de Nico. Zama, de Lucrecia Martel, es un 8 o un 9: a la perfección visual y sonora habitual de su cine se agrega ahora una vuelta más acerca de identidades perturbadas, aquellas de quienes no están seguros de saber quiénes son, o que son tomados por los demás por aquello que no están seguros de ser. Adaptación libérrima de la novela de Antonio Di Benedetto, Zama repliega su narración sobre sí misma en el tiempo infinito y afiebrado de su protagonista, pero hacia el final Martel hace entrar la película en un nivel de extrañamiento que parece salido de Green Inferno, de Eli Roth (exagero, pero no tanto), que le da a ese núcleo misterioso que siempre funciona como motor de sus películas un aire nuevo completamente inesperado. The Shape of Water, de Guillermo del Toro, se hace acreedora, por su parte, de un 9 o un 10. Más cerca de El laberinto del fauno (2006) o incluso de El espinazo del diablo (2001), cambia sin embargo el tono de tristeza fatal de estas para cruzar el ambiente de guerra fría de los primeros años sesenta en los EE.UU. con la danza de seres desarraigados que le conocemos, pero a los que se les concede esta vez una esperanza posible surgida de ningún otro lado que de la ficción. Para del Toro, las formas de ensueño del cine son capaces todavía de ofrecer refugio en la tormenta. Digan lo que quieran, pero la inglesa Sally Hawkins es una gran actriz y se permite un desnudo completo (yo además la encuentro sexy). Con The Shape of Water se presentó inexplicablemente Casa D’Altry, corto de Gianni Amedio que tiene como núcleo las secuelas producidas por la acción de un terremoto devastador en un pueblo italiano. Distintos personajes relacionados con el hecho dan su testimonio mientras vemos a un viejo con una foto en la mano que pregunta por una mujer. Un desastre equivalente a los efectos del terremoto.

The Shape Of Water. Del Toro

The Devil And Father Amorth, de William Friedkin, tiene un punto de contacto obvio con Liberami (Federica Di Giacomo, 2016), exhibida en BAFICI 2017. Pero esto nuevo del director de El exorcista (1973) (película que siempre consideré, dicho sea de paso, bastante por debajo de su fama), es decir, su vuelta a la cuestión de la posesión demoníaca, parece por momentos no digo una chantada, pero sí algo que se parece poco al cine y bastante a la televisión más ramplona, con el propio director delante de cámara presentando el tema, mostrando locaciones de El exorcista, entrevistando a neurocirujanos y psiquiatras de fuste. Pero lo que importa es que registra un exorcismo real y que literalmente da miedo, superando la película más célebre del director en su propio terreno.

Sin ser necesariamente la mejor del lote que vi ese día, la que más me interesó sin embargo es Strange Colors, película de una cosa que se llama Biennale College Cinema, que son básicamente primeras películas a las que Venecia ayuda a filmar, prohíja, estrena, etc. Contra lo que podría suponerse el embeleco da resultado. Película australiana dirigida por Alena Lodkina, trata un asunto de hija que va a ver su padre que está en el hospital y termina viviendo en el campo, en un lugar horrible, mientras cavila acerca de qué hacer con su vida e intenta de paso reparar lazos familiares rotos. Todo se cuenta con fluidez y sin rastros de un guión que intente imponerle a la trama un giro tras otro para no aburrir al espectador menos paciente; los amigos del padre (una especie de hippie viejo, lleno de tatuajes y con el pelo largo en colita) rondan a la chica, ella es reticente, pero un poco los termina queriendo; hay un conato de romance con un empleado del padre, etc. Todo es medio desastrado, pero no hay nada trágico aquí, cada situación se resuelve de manera serena y los lugareños parecen salidos de Bonanza (no la serie sino la película argentina). La chica protagonista es muy buena y créanme que en persona es de una belleza descomunal.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter