Venom 2: Carnage Liberado

Por Rodrigo Martín Seijas

Venom: Let There Be Carnage 
EE.UU., 2021, 97′
Dirigida por Andy Serkis
Con Tom HardyMichelle WilliamsWoody HarrelsonNaomie HarrisStephen GrahamReid ScottPeggy LuAlfredo TavaresAmber SiennaSean DelaneyLaurence Spellman, Ed Kear, Obie Matthew, Otis Winston, William W. Barbour, Michelle Greenidge, Andrew Koponen, Rodrig Andrisan, Cabran E. Chamberlain, Jeff Redlick

Aprendizaje y corrección

Cuando vi la primera parte de Venom, no pude evitar recordar al desastre que había sido Daredevil, una película de tono solemne y seudo trascendente donde Colin Farrell (que interpretaba al villano Bullseye) era el único que entendía el disparate absoluto que era todo el relato. Venom no aprendía nada de los errores de aquel film -ni de otros como Electra, Catwoman y varios más- y por eso terminaba siendo un producto deforme y sin alma, que se pretendía serio y era en verdad una comedia involuntaria. El antihéroe que interpretaba Tom Hardy se mostraba, así, como una especie de Frank Drebin con superpoderes. 

Por el contrario, Venom: Carnage liberado es una película de aprendizaje y corrección, no tanto del personaje, sino de la franquicia en sí misma. Es un film que entiende rápidamente que lo que va a contar es un disparate insostenible y que, en consecuencia, hilvana un verosímil propio a partir de la inverosimilitud que lo rodea y define. Eso le permite, aún con sus defectos y desniveles, marcar a su favor una diferencia sustancial con su predecesora. Quizás ese aprendizaje se deba a que ahora Hardy tiene un mayor margen de participación a partir de su involucramiento en la historia y el guión. O al aporte en la dirección de Andy Serkis, alguien que como actor siempre entendió y asimiló a los personajes deformes, y que como realizador venía de dos películas como Mowgli: relatos del libro de la selva y Una razón para vivir, que eran, por lo bajo, interesantes, incluso desde sus errores. La cuestión es que acá está todo más claro y concreto desde el principio.

Y también está mucho más libre. Venom: Carnage liberado es una película, valga la redundancia, liberada de los condicionamientos que aprisionaban a la primera entrega. En buena medida, porque su conflicto es simple y a la vez funcional a las capas justas de complejidad. Lo tenemos a Eddie Brock (Hardy) que continúa luchando por adaptarse a su nueva existencia como huésped del alienígena simbiótico Venom, que encuentra una chance de revigorizar su carrera periodística al entrevistar a Cletus Kasady (un Woody Harrelson perfecto), un asesino serial encarcelado. Por una serie de circunstancias un tanto arbitrarias pero aún así aceptables, Kasady se convierte en el anfitrión de Carnage, otro alienígena simbiótico, y escapa de la cárcel. Esa premisa mínima es la base para una historia de amor por partida doble: la de Brock y Venom, tan amigos como adversarios; y la de Kasady con Frances Barrison, una mujer con poderes propios que es el amor de su vida y a quien quiere rescatar a toda costa de su propia prisión.

Ambas tramas se delinean y entablan un curso de colisión, con su correspondiente desenlace, en apenas algo más de hora y media. Venom: Carnage liberado no necesita más tiempo que ese, porque no hay otras subtramas relevantes confluyendo y los diversos protagonistas (tanto héroes como villanos) tienen objetivos tan simples como dificultosos: vivir relativamente felices, estar con las personas que aman, vengarse de quienes los lastimaron o, simplemente, sobrevivir. No hay grandes planes de dominación mundial o universal, ni trasfondos políticos o sociales, tampoco enormes construcciones narrativas o estéticas. Simplemente hay una comedia repleta de antihéroes y personajes imperfectos haciéndose cargo de lo que son o quieren ser.

Con economía de recursos, Venom: Carnage liberado muestra plena consciencia del lugar que ocupa dentro del cine de superhéroes de la actualidad. Un lugar menor, sin gran trascendencia, pero aún así pertinente y necesario. Ese saber donde pararse le permite narrar su relato con decisión, precisión y energía, incluso sobreponiéndose a varios cabos sueltos en su narración. Desde ahí, se convierte en una pequeña y agradable sorpresa.

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