Suzume pierde toda singularidad si se la compara. Porque lo suyo es un tropo casi canónico en la animación japonesa: la transición propia de todo coming of age convertido en una literalización de lo maravilloso, Aquí no hay fantástico que valga. Bien por el contrario, en Suzume nos abrazamos a la literalidad de lo imposible, a la suspensión del realismo mimético. Y afortunadamente sobrevivimos.