X

Por Santiago Gonzalez

EE.UU., 2022, 105′
Dirigida por Ti West
Con Jenna Ortega, Brittany Snow, Mia Goth, Kid Cudi, Martin Henderson, Owen Campbell, Stephen Ure, Geoff Dolan, James Gaylyn, Simon Prast.

Athouse rules

The house of the devil (2009) presentó en sociedad a un director que con pocos materiales podía generar grandes climas de terror. Pero luego de ese pico fue muy difícil mejorar. Ojo: nada de esto significa que lo que sobrevino luego en su obra estuviera particularmente mal. En todo caso deberíamos decir que siguió trabajando con los materiales pero con menor suerte, haciendo de una marca de identidad, un defecto por repetición: sus personajes apáticos, carentes de emoción -que bordean la parodia del cine indie- munidos de conflictos carentes de interés; por otro lado un estiramiento del tiempo que en vez de generar tensión dispersa y aburre al espectador, y un abordaje de lugares comunes de un género como punto de partida para luego revisarlos. Todas esas marcas estaban en The house of the devil, s. Pero en aquella película de 2009 las supo manejar con maestría.

Bueno, X reproduce y amplifica todo lo bueno y malo de Ti West. Hay al comienzo una intriga por saber qué ocurrió, una creciente tensión entre ese equipo de filmación y los dueños de aquella casa en Texas. Hay algunos detalles que generan tensión, como cierto cocodrilo en cierto lago. Pero también hay y mucho de lo malo (repetido): un estiramiento del conflicto que en vez de escalar en tensión genera hartazgo, personajes apáticos y sobre los que se operan resoluciones torpes para el destino de los mismos -como ocurre con el productor de esa película porno cuya muerte es tan forzada e inverosímil que es imposible de creer, o la del camarógrafo en donde West no se decide por el tono-, por lo tanto…X es más o menos de lo mismo? Curiosamente es ambas cosas. Más por los recursos, menos por la imaginación a la hora de abordarlos.

Por otro lado lo que cuenta tampoco es la gran cosa. Otra vez nos encontramos frente a la relación juventud, vejez y sexo/muerte está implícito en muchísimos slashers. Otra vez West trabaja sobre géneros marginales (en este caso el cine pornográfico y el slasher). Otra vez se toma como referencia a los clásicos de terror sureño de los setenta con la obra de Tobe Hooper a la cabeza.

A esta altura cabe preguntarse: ¿Qué propone como diferencia X ante una Viernes 13, por ejemplo? Es cierto que West se nos revela, en esa comparación, mejor director que muchos que estuvieron en aquella saga. Para pensar esa relación con los materiales del género en la comparación hay que incorporar una idea: la del trabajador y el artesano frente al autor reflexivo. Si los primeros eran profesionales que llevaban adelante su trabajo con mayor o menor profesionalismo posible -por lo que a veces las películas salían bien y otras no-, en el segundo caso se impone un mundo de pretensiones. Ahí es donde encontramos a West, que no quiere realizar sólo un slasher, sino que quiere trabajarlo, pensarlo y exhibir ese trabajo consciente. En su afán de lograrlo se olvida de hacer una película entretenida como si entendía la autoconciencia un director como Wes Craven en Scream (1996). La reflexividad per sé no significa otra cosa que conocimiento.

¿De dónde viene esta obsesión cinéfila de que la revelación de conocimiento previo del género puesto de manifiesto en la puesta en escena la película convierte a cualquier material en uno relevante, destacable? El slasher cerebral de West agrega una pieza más a la descomposición de las formas salvajes del género, esas que siempre le proporcionaron vida, incluso en sus peores momentos.

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