Cruella

Por Ludmila Ferreri

EE.UU., 2021, 134′
Dirigida por Craig Gillespie
Con Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, John McCrea, Emily Beecham, Mark Strong, Kayvan Novak, Kirby Howell-Baptiste, Jamie Demetriou, Niamh Lynch, Andrew Leung, Ed Birch

Que llore que llore esa malvada

Como buena parte de cierta generación criada con los clásicos de Disney (los clásicos en serio, los pre-La sirenita, que cambió el sistema de la compañía en una dirección distinta), me fascinan los personajes de Disney, en particular las viejas villanas, quienes, contrario a cualquier simplificación, expresan una complejidad inaccesible. Esa complejidad está asociada a un mal que Disney sabía dosificar. Porque al final de cuentas el mal es un misterio fascinante que nuestra contemporaneidad va desdibujando cada vez que puede a golpe de historizar, psicoanalizar, explicitar motivos y argumentos para transformarse en malo. Como bien dije, en algún momento Disney no precisó de explicaciones para esta clase de sus personajes, porque entendía que en el fondo de ellos habitaba un abismo que no convenía revelar. Es, en definitiva, el poder del mito, que nada tiene que ver con el poder de la hermenéutica, disciplina fascinada con explicarlo todo en todo momento.

Arruinada Maléfica como personaje (sobre la segunda película hablé en esta nota que los lectores amaron, como podrán ver), lo que seguía era inevitable: in por Cruella de Vil y por las demás. El problema es que no es tan fácil desarrollar un spin-off precuela, encima en formato live action, sin que el asunto se resienta un poco. Por eso cuando empezó a hablarse del proyecto de Cruella se escuchaba el crujido de varias hojas entre la diversa hojarasca que cubre el suelo abandonado y carente de ideas de las ideas que la factoría tiene pensadas para reutilizar a sus propios personajes (porque para qué inventar cosas nuevas, si para eso está Pixar, que también la viene pifiando con ganas y sin disimulo). Entre esa hojarasca cantaba pri el melodrama dickensiano, con sus niños tan huérfanos pero tan capaces de construir su propia historia a fuerza de resiliencia. Pero también se escuchaba otro crujido: había que convertir al personaje en una suerte de estrella pop de los 70s al mejor estilo de una Vivianne Westowood con problemitas. Más crujidos bajo la hojarasca? La patología mental, que aquí está alivianada pero que es evidente: Cruella no solo fue una niña huérfana, sino que también tiene algo esquizoide (ay, Guasón cuanto daño me has hecho), entonces justificamos hasta el color de pelo y el desdoblamiento de la personalidad. Pero también tenemos más crujidos bajo la hojarasca: un melodrama de autoreconocimiento, al mejor estilo de los viejos melodramas de los 40s, en donde las mujeres pueden ejercer el mal sin necesitar de los hombres (o en todo caso utilizándolos en su favor). Olvidate de cualquier tentativa o interés romántico. No: aquí no se coge.

En Cruella todas las variables están un poquito over the top, lo que permite que le perdonemos varias de las agachadas que mencionamos previamente, por eso podemos verla de un tirón (algo que no podemos decir de varios de los últimos Disney). Esto la convierte en una buena película? No. Pero tampoco es mala, ni imposible. Es el resultado de una superposición de intereses, fallidos a veces, logrados parcialmente. Su voluntad exacerbada, no obstante, no se hace presente todo el tiempo, algo que la habría ayudado (en un gesto realmente punk, y no esta versión soft y edulcorada, para niños de entre 6 y 11 añitos). Quizás, de haber sido asi, estaríamos hablando de otra cosa: un musical. Creo que la película pedía eso. Era un musical dentro del clóset, un musical que nunca pudo ver la luz sino por medio de algunos espasmos extraños, que le permiten salirse del cauce del psicologismo para jugar a otra cosa (como cuando la película de disfraza de heist movie -película de robos- o cuando construye un pequeño, coreográfico y querible verosímil en los ataques “terroristas” de parte de Cruella a su archienemiga Baronesa, interpretada por una exagerada y convincente versión de Emma Thompson, que se nota que lo pasó bien). El problema es que Cruella es algo más que esas suma de momentos. Porque todo el tiempo precisa bajarnos, explicarnos, CONECTAR (esa necesidad tan marketinera de prometer continuaciones es irritante). El problema es que, en el tiempo de relecturas y reescrituras políticas, lo que viene no será lo que fue, será otra cosa. De ese modo, la reversión de 101 Dálmatas quizás termine siendo la historia de una chica que no se medicaba y que no era más que otro caso de niña rica con tristeza, acaso necesitada de más perritos en su vida. Van a haber convertido a una villana en una coleccionista con Asperger. En fin, asi estamos. No hay nada bueno que esperar.

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