Danubio

Por Gabriel Santiago Suede

Argentina, 2021, 62′
Dirigida por Agustina Pérez Rial

El hombre de paja

Fascinación por el pasado (por los mitos, pero en este caso los políticos) es la que expresa Danubio, ópera prima de Agustina Perez Rial, que se obsesiona con un hecho: la conformación de un grupo comunista en Argentina y la acción casi propia de una película de espías sobre los avatares del grupo en cuestión, cuyo nombre le da el título a la película. Pero lo más interesante de esta película fascinante viene, precisamente, por lo que se le escapa, por lo que la excede. En ese aspecto de produce un contrapunto constante: por un lado una maravillosa arqueología fílmica que nos lleva mas de medio siglo atrás para entender la conformación de grupos políticos en el contexto de la proscripción del peronismo tras el golpe de estado de 1955; por otro la necesidad de una voz over que funcione como un recorrido guiado por una época pero también por un modo de leer ese contexto.

En este sentido lo que Danubio ofrece cuando confía en las imágenes puede volverse apasionante, porque en buena medida devela estratos del tiempo y conductas olvidadas. Pero cuando precisa de la palabra es cuando Danubio se equivoca. Y no me refiero a la equivocación de la fascinación con el peronismo (que aquí es presentado como si la historia no hubiera sucedido: como un régimen político de la felicidad que fue interrumpido por las maquiavélicas manos de los sucedidos golpes militares en Argentina) ni la admiración curiosa por el comunismo filo-stalinista (hay una cuidadosa estrategia de no cuestionar nada de ese discurso político). Me refiero a la manera en la que la película invade, desde el guión, las posibilidades del documento. En este punto es cuando Danubio se vuelve reiterativa, redundante, justamente porque dice cosas que ya sabemos pero las pronuncia como si fueran una novedad: que los golpes de estado han sido siempre un horror, que las dictaduras (en este caso en particular las militares) traen miedo, muerte y desesperación y que ese miedo fue el responsable, entre otras cosas, de un largo silencio para el mismísimo festival de Mar del Plata, en donde transcurre la acción de la película a finales de la década del 60, en el fatídico 1969 que todo lo cambió y sembró la semilla de lo que vendría con fuerza en la década siguiente).

El problema que plantea Danubio es que discute con un hombre de paja, una entidad invisible que no tiene peso y que cuando la tuvo fue analizada y desmembrada. En ese sentido es curioso el mecanismo: prosigue con la demonización de lo que ha sido demonizado sistemáticamente (afortunadamente es un triunfo de la sociedad democrática contemporánea) desde 1983, pero al mismo tiempo invisibiliza cualquier otra complejidad. Un dato curioso, en este punto, es cómo señala la aplicación de la teoría de la aguja hipodérmica, con la fantasía de los militares en torno a la batalla cultural “que deberá darse contra el marxismo subversivo”. Curiosamente esa misma teoría es la que hoy esgrime con fuerza la izquierda y el progresismo a los que la película reivindica y que supieron ser víctimas del mismo pensamiento por los monstruos del pasado.

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