Dead to Me – Tercera temporada

Por Gabriel Santiago Suede

Dead to Me S03
EE.UU., 2022, 10 episodios de 30′
Creada por Liz Feldman 
Con Christina Applegate, Linda Cardellini, James Marsden, Ed Asner, Diana-Maria Riva, Max Jenkins, Lynn Andrews III, Suzy Nakamura, Luke Roessler, Tiffany Yvonne Cox,Adora Soleil Bricher, Gloria Calderon Kellett, Pamela Drake Wilson, Ericka Kreutz, Tara Karsian, Felice Heather Monteith, Amir M. Korangy, Rick Holmes

Deja vu

A diferencia de las dos primeras grandes temporadas, la tercera entrega de Dead to me parece experimentar algo que le sucede a muchas series que desarrollan notables primeras temporadas: la sensación de tener que estirar los logros, las características de los personajes, los momentos que le otorgan peso dramático a lo narrado. Como si no fuera capaz de evolucionar, sino que en el fondo decidiera girar sobre las mismas estrategias, lo que hace esta tercera temporada es redundante en el mejor y el peor de los sentidos. En el mejor por la continuidad, en el peor porque ya conocemos los trucos.

Si la primera temporada se comportaba como una dramedy hecha y derecha y la segunda jugaba sus cartas mucho más orientadas al suspenso, en la tercera lo que prevalece es la relación entre los personajes a la luz del sistema entreverado de azares y planificación, que es aquello que la ha dado a la serie una identidad definida a lo largo de las temporadas anteriores (aunque también esa clase de determinaciones implicaban un lastre ya que motivaban toda clase de especulaciones con la presencia de una mano que siempre resolvía los hechos por medio de una suerte de elegante deus ex machina).

En la segunda temporada algunas de las decisiones molestaban porque aquello que resultaba fluido y como producto de una planificación invisible se desmontaba con un cierto grado de exhibicionismo del procedimiento de guión, generando incluso la sensación de estar poniéndonos por encima de los personajes cuando la serie nos pedía acompañarlos y sufrir con ellos.

Es comprensible que en esta tercera temporada, post pandémica, se haga presente mucho más que antes la inminencia de la muerte y las enfermedades. Si bien en la serie esto se organiza en torno al personaje de Judy (Linda Cardellini, entregada a una luminosidad casi angelical), en realidad es imposible no relacionar el proceso con la enfermedad real sufrida por Christina Applegate, quien supo pasar por un cáncer al que pudo superar, pero que actualmente (algo que motivó la finalización de la serie en esta tercera y última temporada) sufre de esclerosis múltiple, la misma enfermedad que sufre su amiga personal (los paralelismos son increíbles) Selma Blair. A la luz de toda esa información Dead to me S03 está inevitablemente atravesada por la melancolía de la pérdida, por la sensación de aquello que está por venir, en definitivas cuentas, por la espera de la muerte (delante y detrás de cámara)

Hete aquí el deux est machina que se produce en el cierre, un cierre que no nos veíamos venir y redefine los marcos de relación para la segunda temporada. Porque en efecto la serie no es otra cosa sino sus volantazos estupendos y elegantes, porque en el fondo creemos que son actos gratuitos pero en realidad muestran que la gran articulada de sentido no es la causalidad, como creemos en toda la primera temporada, sino el azar.

En alguna medida, por lo tanto, la presencia de esta suerte de azar controlado adquiere, en esta tercera temporada, una lógica que excede la pantalla, como si la serie, en un acto piadoso, nos propusiera controlar los acontecimientos ante tanta tristeza, ante tanta inminencia . Como si se tratara de un falso libre albedrío (la presencia de dios y/o de una entidad responsable de los actos y lo suficientemente redentora puede volverse exasperante en esta temporada, incluso mucho más que en la segunda), todas las piezas del rompecabezas que parece que nunca van a encajar terminan por encontrar un orden, aunque sea parcial, pero orden al fin. Es, sin lugar a dudas, producto final de un gran trabajo sobre los arcos dramáticos de cada personaje (aunque algunos parecen abandonados o relegados, como la policía-pareja de Judy, quien suponemos que quedó perdida en el montaje de los últimos tres episodios).

Se agradece que Liz Feldman no incurra en los lugares comunes de la redención o las condenas masivas, aunque sí podemos observar que en su juego de restablecimiento de equilibrios siempre habrá un lugar para la sospecha que ponga todo en crisis y patas para arriba de vuelta. Al final de cuentas es lo que sucede con la última frase del último episodio, que revela que hay un as en la manga. Pero que ya no depende de nadie más que del mismísimo destino en la vida real, acaso, por primera vez.

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