#DeLaCama-Al-Living: Un don excepcional

Por Federico Karstulovich

Algunos de nuestros redactores se toman las películas a la ligera. Básicamente porque algunas películas nos toman de idiotas a nosotros. En ese sentido, las críticas de la sección #DeLaCamaAlLiving son algo así como críticas ligeras y en chancletas, como quien se pone a la altura de las circunstancias y contando el asunto lo critica al mismo tiempo. Tarea ciclópea. Y obviamente no podía inaugurar la sección otra persona que no fuera Cecilia Martinez, especialista en tomarse a la chacota las películas que se nos ríen en la jeta.
Como dijera Borges, esta crítica debe escucharse (con la voz de Bilardo y de El Bambino Veira) antes que leerse. Están avisados. No nos hacemos responsables de los daños colaterales.

Un don excepcional (Gifted)
Estados Unidos, 2017, 101′
Dirigida por Marc Webb.
Con Chris Evans, McKenna Grace, Jenny Slate, Lindsay Duncan y Octavia Spencer.

Una peli de en serio

Por Cecilia Martinez

El capi (Chris Evans) pone a ventilar las calzas un rato y se mete a hacer una película de en serio. La cosa es así. Una pendejita superdotada es criada por su tío (el capi) porque su madre se suicidó (una genia con problemitas) y el viejo ni bola. Durante años, todo joya. El capi es un tipo simple y copado y la manda a una escuela normal para que la pendeja tenga una vida más o menos normal. Pero la nena no puede con su genio (cuak) y llama la atención todo el tiempo. Es la típica pendeja sabelotodo que al principio te cae bien y después querés callarla de un sopapo. La abuela fifís, que hasta ese momento ni mú, un día se acuerda de que tiene una nieta y la reclama para que viva con ella y vaya a las mejores escuelas para niños genios.

Al capi, entonces, se le fruncen los cantos porque vive en una casucha medio lumpen, manda a la nena a un colegio normal, se va de joda, lleva minitas a la casa y mantiene una vida de adolescente tardío que será mal vista por los jueces que van a pelear la tenencia.

Y aquí arranca toda una secuencia interesantísima a lo Mi nombre es Sam pero sin tanto retraso. Audiencias, visitas de asistentes sociales, supervisiones.

Y el capi se pone de capa caída. Pero por suerte tiene dos personas en quien apoyarse. Su pose de traumadito introvertido atrae a la maestra de la nena genio, que cae rendida ante sus brazos, ignorando una gran premisa básica: nunca pero nunca le des bola al traumadito medio fuerte porque debajo de esa cara de ogt y melancolía crónica hay un ser ególatra, narcisista e infumable. Pero la maestra copada, desobedeciendo tamaña sabiduría, se enamora del capi y termina totalmente olvidada (por él y por la película). El capi tiene más energía amatoria para dispensar hacia su sobrina que hacia cualquier otra minita que se le cruce.

Vayamos a la otra persona que lo apoya. Sospecho que en la oficina del productor de esta película (un gordo grasa, con camisa amarillenta medio desabrochada y pantalón verde claro con pinzas, brillante de sudor, tirado en la silla de un escritorio) se suscita el siguiente diálogo:

-Traeme a la negra que llora.

-¿Viola?

-No, la otra, la más gorda, la que tiene cara bien de boluda. Viola Davis is way out of our payroll.

Y así llega nuestra querida Octavia Spenser a la película. ¿Su rol?: poner cara de “qué tremendo todo esto que está pasando”, llorar, recordarle al capi que ella sabía que esto iba a pasar y, hacia el final, interponerse, con toda su humanidad, y bloquear puertas para que la gente no escape de situaciones. Notable.

Volviendo a la trama inquietante. En un momento del juicio, aparece el padre de la niña, que huyó antes de su nacimiento. Cuando el capi le cuenta esto a su sobrina ella se angustia y llora porque no puede comprender cómo su padre no quiso ni quiere verla de cerca o conocerla.

¿Qué hace entonces el capi? Se lleva a la nena y a la gorda buena onda a la sala de espera de un hospital. Allí se quedan horas. Nosotros, en la butaca, nos preguntamos: ¿con que genialidad nos va a sorprender?

Cuando menos lo esperamos, un médico sale y le anuncia a una familia que ha nacido un bebé, y todos se regocijan de alegría. Entonces el capi se acerca a su sobrina y le susurra al oído: “así fue cuando tú naciste, a pesar de que tu madre se suicidara, tu padre te abandonara y tu abuela solo te quisiera para sacar rédito de tu genio”. Entonces la niña rompe en llanto y se une en un círculo de júbilo y algarabía a la familia del recién nacido. Una escena genuinamente emocionante.

Entre idas y vueltas, drama y más drama, la abuela fifís gana el juicio y le chanta padres adoptivos y tutores a la niña. El capi, destrozado de tristeza, se refugia en la bebida hasta que decide ir a buscarla, desobedeciendo la sentencia.

Ella, al principio, no quiere volver porque él la dejó ir pero en seguida reflexiona y dice: “prefiero a mi tío lumpen y medio groncho antes que a esta manga de chetos y ñoños onanistas”. Pero, como la película es sabia, terminan arribando a un punto medio saludable para todos: la niña-genio vive con su tío, va a la escuela de siempre con los niños bobitos, tiene vida social pero además toma clases particulares de matemática. Y así evitan que la niña más tarde se suicide como la infeliz de su madre.

Y colorín colorado, esta hermosa fábula de amor y esperanza se ha terminado.

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