Desearás al hombre de tu hermana

Por Hernán Schell

Desearás… al hombre de tu hermana
Argentina, 2017, 93′
Dirigida por Diego Kaplan
Con Carolina Ardohain, Mónica Antonópulos, Andrea Frigerio, Guiherme Winter, Juan Sorini.

Grupo Semen Liberación

Por Hernán Schell

Algunas semanas atrás se daba a conocer el trailer de Desearás al hombre de tu hermana. Allí se mezclaban diálogos impostados, un espíritu de melodrama berreta y actuaciones exacerbadas que intentaban mostrar un erotismo de gusto dudoso. En ese momento era fácil burlarse de ese trailer pensando que lo que se venía era una película que iba causar vergüenza ajena, un melodrama de cuarta incapaz de erotizar a nadie. Por esos momentos también se decía que lo único que podía redimir todo esto es si la película se tomaba todo en joda. Semanas después pudo comprobarse que la película felizmente hacía eso. Visto en perspectiva, es evidente que ese trailer no podía ser otra cosa que una gigantesca joda, y se me ocurre que nadie hubiera pensado que ese avance tenía algo de solemne si no fuese porque el cine industrial argentino de este año alcanzo pisos de indecencia fílmica notables. Quiero decir, en un año donde se estrenó la subtelevisiva El Fútbol o yo, en un año donde fue posible ver un whodoneit de tan baja categoría como Los que aman odian, en un año con películas como Los Padecientes (que de hecho se toma en serio diálogos y situaciones tan o más ridículas que las de Desearás al hombre de tu hermana), en un año donde se estrenó un engendro costoso como Yo soy Tita de Buenos Aires -suerte de show de imitaciones a lo Mario Sapag pero tomado en serio- ¿por qué iba a pensarse que la última película de Kaplan no podía caer en esos horrores? Bueno, por suerte no los cae, y no sólo no lo hace sino que se trata de la mejor comedia que ha dado el cine industrial argentino en años.

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La película de Kaplan tiene en principio una virtud poco frecuente y que la convierte en un espécimen casi único: tener la capacidad de generar un humor a partir de lo visual, un rara avis en el cine vernáculo. Seré más claro: una de las características más fascinantes de Desearás… es justamente que sus chistes verbales no abundan (conté dos apenas) y la mayor parte de las veces se trata de construir humor mediante lo kitsch (el plano del gato embalsamado es antológico), la irrupción de lo deforme en un espacio armonioso (hacer un chiste a partir de poner un tipo golpeado cantando un musical es una gran idea), o lo “incorrecto técnico” como las voces mal dobladas (el caso de los amantes negros). Otro tipo de gag que existe en la película de Kaplan apuesta más por el juego de contrastes por el montaje. Se da por ejemplo en el instante en el que luego de la infidelidad de Ofelia (Carolina Ardohain, si, Pampita) el director hace un corte brusco con uno de los cuerneados cantando dulcemente con la guitarra. En medio de todo esto hay decisiones rarísimas: elipsis bruscas y osadas (nunca sabremos -y está perfecto por que ni importa- como es que se accidentó Andrés, el personaje de Guillerme Winter), un final sabiamente abrupto y euforizante, y una utilización de la música inusualmente feliz e inteligente para el cine argentino.

Si destaco estos rasgos de la película es por que me he hartado un poco de leer que lo que se elogia en Desearás… es su  libertad y desparpajo. Sin dudas que eso existe, pero más aún lo que prevalece acá es el rigor en la puesta, el respeto por el humor y el timing matemático que debe tener un chiste. En una comedia argentina entregada muchas veces o a la improvisación -creyendo que el humor es hacer cualquier cosa cuando en verdad es todo lo contrario- o a la comedia de remate berreta y gastado de neto corte televisivo -esa que se cultivó tanto en nuestro cine, incluyendo en ese cine filmado pero no firmado por Kaplan para Adrián Suar-, Desearás… parece entender que puede hacerse cine cómico argentino comercial no sólo con rigor estético sino además intentando explorar diferentes formas de hacer reír. Pongamos por ejemplo el gag brillante del semen. Allí Kaplan filma una escena en la cual una hermana está dispuesta a mostrarle poder a la otra escupiéndole el semen (aunque las protagonistas dirían que hay que llamar a las cosas por su nombre, entonces guasca) del amante en una herida que ella se autoinflingió por no saber satisfacer a su novio. Es un momento de melodrama asqueroso y exacerbado que Kaplan filma exacerbándolo más aún, con una iluminación hiperestilizada y ralenti extravagante. Es que Kaplan parece darse cuenta de algo: en esa escena desagradable y grosera en cuanto símbolo de poder sexual, lo mejor que puede hacerse es llevar todo a tal límite de solemnidad y seriedad que es imposible justamente tomárselo en serio. Si el semen desparramándose en la herida de una de las hermanas y después volando por los aires en una cámara lenta estilizada es tan gracioso es porque es el remate perfecto hecho para contrastar más aún con esa seriedad impostada en el que parece mezclarse el telenovelón y la publicidad.

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Son formas de recrear y resignificar una escena mediante lo visual, pero también creo que son formas de relacionarse con los personajes de una forma especial, de volverlos un chiste sin que eso necesariamente sea un desprecio sino todo lo contrario. Seré más claro: una película como Desearás… pudo haber caído -desde esa lógica de la comedia demencial- en la actitud de ponerse por encima de los personajes haciendo que sean monigotes insufribles, meros personajes kitsch caracterizados por sus personalidades excesivas e inconscientes de su propio ridículo. Y sin embargo esto no llega a pasar nunca. Creo que en buena parte esto se debe a la dignidad misma de las actuaciones. No hablamos tanto de acá de Pampita (que si, no está mal en esta película) sino de una Mónica Antonópulos dueña de una expresividad a veces inocente y a veces ambigua, de una Andrea Frigerio increíble capaz de darle personalidad y hasta melancolía a un personaje de madre drogada en el que podía haber caído en el estereotipo más burdo (un personaje como el de ella hubiera sido normalmente en la comedia grotesca argentina -tan creyente de que sólo basta el exceso para ser gracioso- una gritona desatada); y de dos actores masculinos como Guiherme Winter y Juan Sorini que logran darle a esas interpretaciones absurdas incluso un rasgo de ternura y hasta de fatalidad. Pero creo que también esto se debe y mucho a que ante una película que se toma tan en serio el oficio de hacer humor, es imposible pensar que se está poniendo por encima de los personajes por volverlos un gag. Al contrario, acá que sean un gag es lo que los vuelve dignos e interesantes, porque hace que prestemos atención a sus razonamientos algo absurdos y a sus palabras ridículamente melosas, lo hacemos para reírnos si, pero también de a poco para prestar atención a como piensan y que es lo que hacen de sus vidas estas criaturas. Desde esa base incluso podemos advertir en todo lo absurdo de la trama, hasta rasgos de complejidad en esa relación de poder entre hermanas en las que no termina quedando del todo claro quien es la que controla a quien.

De paso también podemos advertir en Desearás… otra cosa aún más evidente, y es que estamos ante la película industrial argentina más arriesgada del 2017. Suerte de película erótica demasiado hiperbólica y autoconscientemente publicitaria para resultar realmente sexual y políticamente incorrecta (desde el primer gag, sin ir más lejos: una nena teniendo un orgasmo sin saberlo) sin dejar de ser euforizante y ocasionalmente tierna. Se trata de una película que se diferencia en su osadía no sólo de otros largometrajes que se nombraron al principio de esta nota, sino también con películas más profesionales y con aspiraciones más cinematográficas como La Cordillera -con su oscuridad  metafísica impostada que habla del Mal, sus simplificaciones políticas de falsa sofisticación y su creencia de que crear un clima de misterio es darnos información a medias que jamás se revela-, pero también con Mamá se fue de viaje, con su intento por hacer comedia con una temática que queda totalmente avejentada en el contexto de una familia argentina cosmopolita. Desearás… se ubica por sobre la película de Winograd porque a diferencia de Mamá se fue de viaje esta si logra con mucho éxito reciclar un cine ajeno (el de Almodóvar de los 80 y el de John Waters, pero también el de las estéticas recargadas de ciertos melodramas de los 50 y hasta de ciertos giallos) para entregar algo completamente novedoso. Pero también por sobre La Cordillera en cuanto su intención de hacer un cine impredecible y genuinamente extraño, capaz de llevarnos por caminos formales y hasta narrativos totalmente inesperados.

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Pero incluso Deserás… se diferencia de películas argentinas muy logradas como El otro hermano o la reciente Zama, en las que los directores logran escenas extraordinarias, pero siempre dentro de un universo sobre el que ya trabajaron de manera frecuente, llevándonos a un terreno que uno más o menos conocía de ellos. Lo de Kaplan es una resurrección creativa feliz e inesperada, un riesgo cuya respuesta por parte del público masivo es aún incierta, un producto que es al mismo tiempo costoso y tremendamente noble, y cuyo humor grosero de eso que por (mala) costumbre se lo denomina “de mal gusto” la hace no sólo imposible de competir en festivales supuestamente serios, sino que también ha hecho que muchos críticos (incluyéndome a mi mismo ni bien salí de la privada de prensa) se refieran a ella como un producto meramente simpático sin querer ver aún su grandeza. Sospecho que esto se irá revirtiendo con el tiempo, cuando superado el asco de algunas escenas y viendo tras su apariencia trashera nos demos cuenta que películas como Desearás... tienen un virtuosismo cinematográfico que se da muy cada tanto en el cine argentino y una felicidad que se ve aún menos. Ahí, en ese momento, veremos que a largometrajes nacionales como estos hay que verlos como genuinos gestos de transgresión y abrazarlos con mucha fuerza.

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