#Diario cinéfilo – Ciclo cine de terror: El Resplandor

Por Hernán Schell

Para el cuarto día del ciclo de terror contemporáneo nuestro cronista se puso traje, porque se trata de un director al que admira como pocos (de hecho no sabemos a ciencia cierta si Kubrick tiene el mismo consenso dentro de Perro Blanco, pero nos tiene sin cuidado). El tema es que se puso el traje para ir a una fiesta donde hay pocos invitados y donde al responsable le chifla el moño. Como sabemos que Schell es un tipo normal y que frente a las escenas de terror se deleita como si fueran musicales, lo que sigue son sus palabras fascinadas. No sabemos si volvió a su casa enchastrado luego de la ola de sangre, eso si.

Día 4: La eternidad
El Resplandor (Stanley Kubrick, 1982)

Por Hernán Schell

No sé cuántas veces vi El Resplandor. Lo hice unas varias por gusto y otras por trabajo. Lo hice en distintos formatos: VHS, DVD, Blu Ray y dos veces en pantalla grande. Supongo que haberla visto de nuevo en cine fue más por una cuestión de seguir a rajatabla el ciclo de reestrenos de clásicos de terror contemporáneo que por verdadera necesidad de verla antes de escribir sobre ella. Dicho esto, aún con las clases que di sobre la película y aún con todo lo que pude decir sobre ella, cada vez que veo este trabajo de Kubrick me sucede lo mismo: pienso que hay algo en la película que se me escapa, un concepto clave que no pude ver y que quizás revele un aspecto importantísimo de la película. Y es raro, porque El Resplandor no es, si se piensa, una película especialmente críptica. Incluso puede decirse que este largometraje tiene un argumento principal más que sencillo. Se trata de una familia que llega  a un hotel habitado por fantasmas y un padre que se vuelve  loco y decide asesinar a su mujer y a su hijo. Pero claro, El Resplandor no se termina sencillamente ahí. Está ese “poder” inclasificable que vendría a ser en parte telepático y en parte premonitorio, está el personaje del chef negro y por supuesto está esa foto final, que al día de hoy sigue siendo interpretada de varias formas diferentes (¿es Torrance ese hombre o fue su reencarnación anterior?). También hay muchas cuestiones rarísimas, sobre las que uno no sabe bien qué pensar. A decir: las gemelas inquietantes, quienes en una primera visión podemos llegar a creer que son las hijas asesinadas del primer cuidador, pero que luego de una revisión descubrimos que en realidad no sabemos bien de dónde salen (las hijas del primer cuidador tienen 9 y 10, por ende, nunca pueden ser esas gemelas fantasma). También están las dos personas que entrevistan a Jack Torrance en una de las primeras escenas. Por un lado, el rubio que es capaz de relatar la masacre que sucedió en el hotel como si fuese algo pintoresco, y el asistente mudo, que se sienta al lado de Torrance y cuya presencia es totalmente inexplicable. Por supuesto que también hay otras cuestiones: una habitación 237 que no se sabe bien qué revela,  y esos supuestos errores de continuidad que es altísimamente probable que hayan estado ahí para desconcertar aún más al espectador. Y sin embargo hay un elemento central en El Resplandor que hace que la película se vuelva especialmente un enigma: ¿qué función real cumplen ahí los fantasmas?

The Shining Pdvd 008

En la novela original de King, esa respuesta es sencilla: los fantasmas vienen a volver progresivamente loco a Torrance y a despertar en él sus peores demonios. En la película, dedicada a destruir casi por completo la obra literaria en la que se basa, Torrance es alguien que parece un demente mucho antes de entrar al hotel. Y no es sólo por estar interpretado por Jack Nicholson (actor cuya expresividad no remite precisamente a la de una persona centrada), sino también porque la película se encarga de mostrar varias veces que este personaje es una persona sumamente perturbada y que mantiene una relación enfermiza con su mujer y su hijo. No sólo sabemos que meses antes de aceptar el trabajo descolocó el brazo de su hijo en un aparente accidente, sino que vemos su expresión tensa y harta mientras está en el auto viajando con su familia al hotel; lo vemos maltratar a su esposa a pocos días de llegar a instalarse en Overlook y a ella aceptando ese maltrato como la cosa más natural del mundo (también, en uno de los detalles más sutiles de la película, vemos que es ella la que hace el trabajo de cuidador que el marido debería hacer mientras él sólo se dedica a escribir o a hacer rebotar una pelota); vemos desde el vamos que el chico le tiene miedo y vemos también llegando hacia al final, que su único momento de verdadera liberación y felicidad se dará cuando corra con el hacha a su esposa y a su hijo. Torrance es, en suma, no alguien al que “vuelven loco”, es un psicópata de buenas a primeras que está buscando la excusa para poder descuartizar a los suyos.

The Shining

Y aún así, lo curioso es que dentro de su salvajismo la obsesión más fuerte de Torrance es la de controlar, obsesión por excelencia de los personajes kubrickianos que siempre han querido controlar cosas fracasando rotundamente en sus intentos, desde un robo en Casta de Malditos, un ejército en Paths of Glory, la tecnología en 2001, o los juegos de poder nobiliario en Barry Lyndon. En El Resplandor Torrance está en su necesidad de controlar el hotel y a su familia, es un padre y tirano que ejerce un poder patriarcal monstruoso (1).

Dicho esto entonces volvemos a la pregunta del principio, ¿para qué están los fantasmas? Probablemente para lo único que están es para dar imágenes terroríficas y para abrir una puerta que le permite a Torrance escapar de ese almacén, pero no para mucho más que eso. Si no hubiera habido fantasmas, en El Resplandor, la película no hubiera cambiado significativamente. Es como el propio personaje del cocinero negro. Su aparición heroica frustrada resulta uno de los momentos más raros de la historia del cine de terror. El cocinero se la pasa hablando del resplandor, de los poderes, de su capacidad de comunicarse con Danny, y sin embargo la única justificación que termina teniendo en la trama es simplemente la de poder traer el auto para que los dos sobrevivientes puedan alejarse del hotel embrujado. Lo mismo sucede con la habitación 237, ese momento que pareciera central en la trama y hacia el final termina pareciendo algo aparentemente anecdótico, un episodio más que pudo haber sido borrado dentro del argumento sin que esto la hubiera afectado desde lo narrativo. Hay, en suma, cierta lógica de cosas que están desfasadas, que aparecen casi de manera decorativa sin que uno pueda unirlas del todo bien dentro de esta lógica. La lógica es, claro está, similar a la de un sueño, donde pueden aparecer cuestiones descolgadas, o elementos que parecieran encerrar una simbología que nunca termina de revelarse. Esta característica extrañísima de El Resplandor es la que hizo que su influencia se viera menos en el cine de terror convencional que en otro tipo de películas más bien extrañas e indefinibles como Twin Peaks (tanto la película como la serie) de Lynch, o The Master y Petróleo Sangriento de Paul Thomas Anderson.

Shining Freaks

Pero incluso esta no es la característica más inquietante y extraña de El Resplandor. Una, creo yo, reposa en la utilización de la música y fue observada en su momento por el extraño crítico Michel Chion. En esta película de Kubrick la música parece muchas veces desfasada de sus imágenes, ya que sus sonidos estridentes contrastan con situaciones aparentemente cotidianas, donde no pareciera estar pasando gran cosa. Por otro lado, estos mismos sonidos no parecen acompañar la acción, sino que parecen tener, digamos, una vida propia. Agregaría también que otra cosa parece desfasada acá: las actuaciones desatadas, llevadas a propósito al extremo por el propio Kubrick, cuya gestualidad desmesurada choca de manera fuertísima con el preciosismo general de la puesta y ese sello kubrickiano (tan bien ilustrados en este video) de los planos con punto de fuga, clara representación por otro lado de esa mencionada necesidad de las criaturas kubrickianas de ejercer control sobre las cosas .

Pero el aspecto más raro de la película creo que consiste en la utilización de la luz. Se sabe que el cine de terror suele contar la mayor parte de las veces con un tipo de luz de tono bajo, es decir, una luz hecha para resaltar las sombras de una película y para volver los espacios tenebrosos. El Resplandor en cambio, opta por un terror basado en una iluminación frontal fuertísima, que elimina cualquier tipo de sombra al punto que todo lo que vemos es perfectamente visible. O sea, valga la redundancia, El Resplandor es una película que resplandece, y  quizás su gran descubrimiento sea mostrar que a veces no hay nada más inquietante que la pura claridad, la pura luz, porque justamente su excesiva luminosidad resulta tan artificial que es imposible no desconfiar de ella.

Shining Blood

A esto se le suma, además, que Kubrick trabaja con un hotel que pareciera tan laberíntico que da la apariencia de infinito, de eterno. Y ahí está, creo yo, la base misma del costado perturbador de la película. Una y mil veces vemos que el cine de terror nos quiere asustar con la cuestión de la muerte, sin embargo, lo más sorprendente de la película de Kubrick es que la base de su terror se encuentra en su característica de eternidad. En el libro de Torrance que repite una frase una y mil veces, en la figura de fantasmas que quieren jugar por siempre; en su montaje lento, paciente, que pareciera querer eternizar los planos; en la fiesta eterna que se da secretamente en el hall central de la película, en los pasillos que Danny recorre con su triciclo una y otra vez, en el congelamiento del cuerpo de Torrance y en el propio Torrance diciendo que quiere jugar “for ever, and ever, and ever”. Cuando uno piensa en esto, no es difícil imaginar porque fue Kubrick el que tuvo la idea de terminar Inteligencia Artificial con ese final falsamente feliz. Hacer que ese niño robot esté acostado al lado de la madre por una eternidad, produce más sensación de desesperación por el infinito que cualquier plano espacial de 2001. Es una gran ironía al fin y al cabo, en Inteligencia Artificial se construye finalmente un cuento de hadas que termina con la famosa frase de “vivieron felices para siempre”, pero eso es tan pero tan literal en su característica de eternidad, que es imposible no encontrarlo perturbador.

The Shining Jack Staff

El final de El Resplandor tiene mucho de eso. Su lógica hacia el final tendrá, al igual que IA, mucho de cuento de hadas (recuérdese incluso la alusión al cuento de los tres chanchitos; o el hecho de que Danny logre vencer a su padre con la misma estrategia que usó Pulgarcito) y finalmente Torrance logrará eternizarse en el hotel como lo hará el resto de los fantasmas, en tanto Danny y Wendy lograrán salir de la pesadilla circular e ir hacia otros lugares. A ellos les quedará la incertidumbre de una vida cambiante, al otro lo que pareciera una existencia para siempre detenida. Ya sea por su cuerpo en estado de congelamiento, ya sea por su espíritu, ahora posiblemente perpetuado en una foto en la que no para nunca de sonreír y brindar. Ahí, en ese último plano, parece estar contenido un tiempo  que no tiene otro propósito que seguir y seguir para no agotarse nunca, y detrás de la cámara está Kubrick, sabiendo e informándonos que pocas cosas causan tanto horror como lo inifnito.

 

(1) Dicho sea de paso, ante las acusaciones estúpidas y poco atentas a El Resplandor de “misógina” James Naremore observa en su excelente libro On Kubrick, que pocas películas como esta son tan satíricas del monstruo patriarcal, y que por ende ese supuesto estereotipo misógino de Wendy (quien al fin y al cabo termina en la película logrando rebelarse contra su marido) no es menos violento que el estereotipo de patriarca feroz y dominante de Torrance, con su hombría patética y sus aires de grandeza anulados por su propia mediocridad.

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