#DiarioCinéfilo: El cine de James Gray (parte 3)

Por Tomás Carretto

Los dueños de la noche (We own the night)
EE.UU., 2007,
Dirigida por James Gray.
Con Joaquin Phoenix, Mark Wahlberg, Robert Duvall, Eva Mendes, Tony Musante, y Alex Veadov.

A corazón abierto

Por Tomás Carretto

Se cumplen 10 años del estreno de una de las películas más emblemáticas de la década pasada. Su título es un verdadero homenaje –que se cristaliza en la película- al cine B de la década del 40 y el 50 (Raoul Walsh (They drive by night, 1940), Nicholas Ray (They live by night, 1948), y el Joseph H.Lewis de Gun Crazy (1950) y The Big Combo (1955)). Pero los homenajes no terminan allí, hay también mucho del cine setentista de Frienkin, Lumet, Siegel y esencialmente el Scorsese de Calles Salvajes. Ese cine de acción seca, trepidante, que lo va envolviendo todo con sus dilemas morales, su humanismo desencantado, al tiempo que acosa la suerte de los personajes y los incita a actuar.

La película –como todas las de Gray- injustamente abucheada en Cannes, condición cinequanon a esta altura, para denotar sus valores cinematográficos y su alejamiento de cualquier efectismo festivalero. Igualmente viendo las recepciones cannistícas de los films de Gray se entiende que se prescinda de los críticos. La crisis de identidad no solo afecta a los directores, los productores, las películas, sino también a los encargados de reflexionar sobre ellas (los críticos). Del crack también la crítica es parte. Gran parte de la cual ha perdido conciencia de su rol, actuando muchas veces de simples prenseros o de nenes malcriados que catan la papilla de mamá. A ese nivel hemos descendido.

5. We Own Joseph And Robert At Graduation

Pero el de Gray es un cine hecho con un profundo amor y sin especulación, como casi ya no se ve. Donde prima la autoconciencia y el respeto por sus recursos nobles, si, pero donde la cita cinéfila no es una cosa inerte, ni de alumno siruela o de escudo protector ante la falta de ideas, sino apenas una alusión luego completada de forma personal con ideas propias (no hay apropiación sino respeto grande por ese cine que se pretende honrar), estableciendo éticamente los límites entre la cita y la reescritura propia, para seguir trenzando un linaje de vindicación hacia el cine mismo. Todas las películas de Gray tienen algo de luminoso recorrido por la historia del cine. Solo en casos como el Gray (y de otras notables excepciones: Michael Mann, Marco Bellocchio, Mia Hansen Love, Judd Apatow), se puede establecer en el cine contemporáneo esa relación-conexión de amor que se establecía por ejemplo entre el público cinéfilo, los críticos cahieristas y aquellos autores y películas que se buscaba honrar y reivindicar. No digo que no haya decenas, cientos de películas valiosas a rescatar en el cine contemporáneo, pero en muchos casos, se prescinde totalmente de ese telefonista que era el crítico, en una línea directa entre el director-película y el público: la del fan. Explotada comercialmente hasta el hartazgo. Las películas de Gray son hitos cinéfilos alejados de cualquier histérica movida marketinera. Hojas de ruta hacia la perdida ciudad Z, donde el cine sigue siendo ese arte amoroso y noble.

Bobby Green (Joaquín Phoenix) es una típica criatura grayciana. Esos seres caracterizados por la falta y la carencia y la necesidad interior de trascender. Como cualquier antihéroe clásico. Quizás toda la impronta clasicista del propio Gray provenga -como él cuenta- de ser un chico “poco agraciado en un vecindario de clase media baja de Queens”, en contacto con aquellos nuevos ricos de la era reaganiana. Hay algo de eso. Bobby Green es un sobrenombre amigable e impersonal que busca ocultar los orígenes judíos y polacos (Grusinsky) casi igual que el de “James Gray”.

Green es el dueño de la disco en Brighton Beach, Brooklyn, a finales de los 80, donde tiene contacto con el submundo de la droga y el crimen. La influencia de la mafia rusa crece en esa Nueva York desangelada. El comienzo con “Heart of Glass” de Blondie (y las tarimeras en topless, y la escena de sexo con Amada (Eva Mendes)) remite un poco a aquel inicio psicodélico de Calles Salvajes de Scorsese. Green en realidad proviene de una menos glamorosa familia de polícias, cumplidores estrictos del orden y los mandatos. En algún punto el avance del crímen y un atentado contra su hermano Joe Grusinsky (Mark Wahlberg), capitán de policía, lo obligan a actuar y posicionarse y abandonar la fachada y la distancia aséptica entre esos dos mundos antagonicos. Green es una verdadera oveja negra con un estilo de vida que avergüenza a su padre el veterano subcomisario Burt Grusinsky. En esta tragedia de tintes shakespereanos, como sucede en los films clase B, los personajes se definen por unos pocos rasgos y toda la construcción deriva de los recursos formales de la película. Shakespeare y el cine negro clase B ofician de vertientes de donde bebe este gran film.

006 We Own The Night Theredlist

Gray es, además, un gran constructor de escenas, como aquella en la que Bobby es infiltrado en una cocina de droga, que conserva el nervio de la afamada escena de El Padrino en el restaurante de Mario, aunque resuelta y filmada de manera moderna y dinámica, y fundamentalmente sin actos de heroísmo tan claros. O sino pensemos en la sensacional persecución de autos bajo la lluvia kurosawaiana, que quizás sea una de las 5 mejores escenas de los últimos 20 años. Como dijimos con el manejo de las citas, referenciando a Kurosawa (Los 7 samurais), a Friedkin (Contacto en Francia), a Lewis (con el gran final entre los matorrales como en Gun Crazy), integrando tradiciones dispares: lo de Gray es un arte combinatoria sin necesidad de subrayar el origen.

Ese celo excesivo por la tradición cinéfila no ahorra ni humanismo ni mirada compasiva frente a un melodrama de hermanos en la tradición de Elia Kazan y de Visconti pero que también sabe mantenerse fiel a su propia poética. Ese realismo tortuoso de los films de Gray cuyas criaturas están movidas por una ilusión de amor, redención, ascenso o respeto social o para reparar algún deshonor. Un hijo pródigo (Bobby Green) que busca redimirse de sus excesos y errores del pasado. Una obligación alienante de reparar aquello, un realismo tortuoso y milimétrico, una cinefilia galopante y vital (en vez de esas cinefilias de museo), un estilo manierista resguardado con profundo celo.

El cine de Gray es un cine hecho a corazón abierto que ayuda y mucho a trasmitir esa visión luminosa de ese lenguaje tan noble y tan mágico tiempos descorazonados. Escribir sobre su cine es siempre una experiencia apasionante.

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