Distancia de rescate

Por Ludmila Ferreri

Perú-Argentina-Chile-EE.UU.-España-Inglaterra, 2021, 93′
Dirigida por Claudia Llosa
Con María Valverde, Dolores Fonzi, Guillermo Pfening, Germán Palacios, Emilio Vodanovich, Marcelo Michinaux, Guillermina Sorribes Liotta

Menos es más

Quien haya pasado alguna vez por el sistema narrativo de los cuentos o de las novelas de Samantha Schweblin, bien sabe que lo que las habita es un pegote que no se nos quita de encima, que nos incomoda y acompaña. Esa suerte de mezcla lograda entre el horror físico y psicológico a la vez anida en la notable novela homónima que sirve como base a la película multinacional que Claudia Llosa llevó adelante luego de un puñado de años de circulación del proyecto sin concreción definitiva. Distancia de rescate, la película, es y no es Distancia de rescate, la novela. De hecho el alejamiento es lo mejor que puede pasarle, porque en buena medida los pasajes más inquietantes y logrados de esta adaptación son, precisamente, aquellos en los que la directora peruana logra deslindarse del peso de lo literario (inevitable por la novela de referencia, pero esencialmente por la coescritura a cuatro manos entre Llosa y Schweblin).

Distancia de rescate adopta estrategias de la novela y se aleja de ellas. A veces con suerte (cuando logra que el predominio sensorial construya cinematográficamente un malestar que respeta en tono inquietante de la novela de origen), a veces no (cuando exacerba la persistencia de la voz over, cuando se apoya exageradamente en los diálogos explicativos, cuando apela a crasas metáforas sino lisas y llanas alegorías que hacen sonrrojar). En esa oscilación electiva entre los materiales es en donde nos movemos como espectadores, esperando que la película abrace el componente terrorífico que está en la novela pero que aquí se desdibuja convenientemente hacia el melodrama familiar con aspectos sobrenaturales.

Permítanme un breve excursus. Allá lejos y hace tiempo tuve la suerte de dar con uno de los libros malditos y a la vez más olvidados de Doris Lessing, la gran escritora inglesa. En El sexto hijo, Lessing construye un proceso de autodestrucción del núcleo familiar gracias a el desarrollo de el último hijo de una familia modelo. El crecimiento del niño enrarece el clima página a página sin que Lessing tenga que apelar a ninguna otra herramienta que no sea la sucesión de pequeños hechos que nunca llegan a definir el por qué de el comportamiento cada vez más extraño en el seno de la familia. Lo más terrible y perturbador es que Lessing sabe que la ausencia de justificativos y la minuciosa atención a los detalles de la degradación conforme el niño va creciendo son las estrategias más letales para nosotros como lectores. Cuando terminamos la novela sentimos algo parecido a la mención del sistema de la obra de Schweblin: cómo llegamos hasta acá casi sin darnos cuenta? La diferencia es que Lessing confía en la sustracción, en el fuera de campo informativo.Pero Schweblin opera exactamente al revés: dispone posibilidades, las multiplica, redunda en los mismos acontecimientos desde distintas perspectivas. Quedémonos con esto y volvamos a la película de Llosa.

En Distancia de rescate hay un abanico amplio de posibilidades que se disponen retomándose los elementos de la misma novela. El problema, entonces, no es la redundancia o la multiplicación de posibilidades (que es un gesto, acaso, propio del terror fantástico), sino sobre cómo la película nos obliga a optar por el camino de la reconstrucción de los datos. Seré más clara: en la obra de Schweblin esos datos no son determinantes para cerrar la interpretación de lo que vemos. Por ese mismo motivo lo que observamos es inquietante y se nos queda pegada esa sensación de incomodidad a la que referimos previamente. En la película, en cambio, en partircular luego de la mitad de su metraje, que recapitulemos en los datos, en los detalles, que contrarios a dejar la inestabilidad interpretativa abierta, no hacen más que encolumnar una sucesión de significados estables, claros. Como si en alguna medida la directora desconfiara plenamente de la capacidad material de los elementos que disppone, diálogos mediante, Distancia de rescate va ordenando sus ideas y convirtiendo en alegoría (“ay, la maternidad y el crecimiento de los hijos”) lo que en algún momento era metonimia imprecisa y rarefacción.

Extraña la decisión de Llosa la de tomar a la novela por las astas para dejarse atacar por sus flancos más rudimentarios y de esa misma manera poner en peligro el andamiaje audiovisual que supo mostrar durante la primer mitad, en donde la compleja estructura narrativa, los faltantes informativos dosificados, los tonos de acercamiento a los personajes, pero específicamente, la confianza en los detalles y su potencia cinematográfica, lograron que la novela quedara en el olvido.

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