#DossierRefugio – Letra y música

Por Andres Cappiello

Letra y música (Music & Lyrics)
Estados Unidos, 2007, 106′.
Dirigida por Marc Lawrence
Con Hugh Grant, Drew Barrymore, Brad Garrett, Kristen Johnston y Campbell Scott

Canciones para vivir

Por Sebastián Rosal

Una diva adolescente, de esas a las que la industria discográfica eyecta al estrellato de manera instantánea, le encarga componer una canción a su admirado Alex Fletcher (Hugh Grant), la estrella pop en los ochenta que se encuentra venida, ahora, demasiado a menos. Entre esa canción por nacer y su concreción al final se cifra esta comedia en la que, como nunca antes ni después, la colaboración entre Mark Lawrence y Hugh Grant resultaría tan ajustada ni los resultados tan certeros, básicamente porque Letra y música es una licuadora entrañable en la que nada brilla más que la pareja del propio Grant y Drew Barrymore, luminosos y en estado de gracia constante (alguna vez, alguien mucho menos cautivo que yo debería escribir sobre la sonrisa de la Barrymore, sobre su voz ligeramente nasal, como la de un resfrío leve y constante), a los que hay que sumarles melodías que forman un pegote irresistible, un tempo perfecto a base de líneas ligeras y chispeantes, personajes secundarios que cumplen y dignifican (especial atención al productor y su cariño reverencial, su nobleza a toda hora para con su amigo músico) y la nostalgia de los ´80 alejada de cualquier intento de rescate necrológico, más bien convertida en un guiño cariñoso que hace recordar amablemente los años en los que el pop iba directo al corazón, tal como marca ese falso y genial videoclip de la apertura.

Una canción y un par de momentos alrededor de ella contienen y enmarcan la acción; un par de momentos elijo entonces para justificar la película y bastante más. En el primero de ellos Grant, de espaldas, enmarcado por un escenario menos que endeble montado a plena luz del día en un rincón de un parque de diversiones, cantando y sacudiendo su cadera ya algo oxidada, segundos después que ella le dijera que sí, que basta de dar vueltas porque el amor entre ellos nació así, de repente y sin preguntarse porqué, y que no hay razón alguna para avergonzarse o no querer cantar esas viejas canciones que supieron ser un éxito antes y que aún siguen siendo importantes para muchas personas, para su grupo de fanáticos pequeño pero incondicional, y todo eso y su canción y su baile arrullado por la mirada amorosa de ella y de su amigo agradecido, mientras la cámara sube hacia un plano cenital para desde allí girar y hacernos ver el cielo radiante, porque ahí abajo ya no hay nada más que mostrar, ya que el cine logró de nuevo su pequeño milagro, el de recordarnos que si no todo el mundo al menos aquel mundo en particular recuperó su equilibrio, porque los finales felices también (nos) son posibles y permitidos, aunque más no sea de tanto en tanto.

Otra instantánea, inmediatamente posterior: Alex y Sophie yendo por primera vez a la casa de la hermana de ella, y ambas lavando los platos después de la cena y hablando con la excitación y la felicidad de dos adolescentes sobre la llegada reciente del cantante (y del amor, finalmente) a su vida, mientras él en otra habitación baila frente a la pantalla de un televisor con los dos sobrinos de ella y su cuñado, riendo y cantando, sacudiendo de nuevo sus huesos trajinados. Ese plano a través del marco de la puerta entreabierta es la felicidad pura, radiante como un hit compartido en un boliche con amigos y a los gritos, como ese verso que se resiste a aparecer pero que finalmente aparece, como el amor que llega como un puñetazo y nos salva, uno de esos extraños raptos en los que el cine y su artificio extremo y su pura ficción se vuelven tan reales que logran eternizar un presente dorado, hacernos reconciliar con el mundo.

No es cuestión, ahora ni nunca, de andar buscando moralejas ni enseñanzas a la vuelta de cada esquina, pero sí puede ser válido establecer un axioma, al menos para los que piensan, como yo, que las letras y las melodías nos interpelan directamente a la cara y van cincelando sutil pero tenazmente nuestra existencia. Si es así, aventuro una hipótesis pop, un poco gastada, aún más inocente y feliz, como la película misma: la vida, finalmente, tal vez no sea más que eso que nos va ocurriendo entre una canción y la siguiente.

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