#DossierRefugio – Mal ejemplo

Por Andres Cappiello

Mal ejemplo (Role Models)
Estados Unidos, 2008, 99′.
Dirigida por David Wain
Con Seann William Scott, Paul Rudd, Christopher Mintz-Plasse, Bobb’e J. Thompson, Jane Lynch, Ken Jeong y Elizabeth Banks

Jugar en el mundo

Por Fernando Luis Pujato

Un mujeriego empedernido al que no le importa demasiado lo que ocurre con su vida y un fracasado intolerante que no puede cambiar el curso de la suya. Una mujer ex de todo -alcohol, drogas, depresión y algo de rock- que dirige un centro de acompañamiento para niños. Un preadolescente vestido diariamente con una capa símil Harry Potter y un pequeño niño de color, al decir de las buenas conciencias, que dispara todos los clichés de la negritud oprimida. Y una condena. Con este cóctel made in USA se podrían haber hecho cualquiera de las películas horrendas que la Industria deposita en el mercado visual todos los años. Y si se le agrega que esos dos adultos, para no terminar en la cárcel por destrozar el camión de la compañía en la que trabajan, deben realizar tareas comunitarias custodiando a los dos engendros una horas al día; que la familia de éstos está compuesta por un par de idiotas que recuerdan a los padres sustitutos de John Connor en Terminator 2 (Terminator 2: Judgment Day, 1991) y una mujer valiente y negra y sola -como no podía ser de otra manera; que el abogado de los dos grandulones es la ex-novia del cínico frustrado y que el otro es un fan de Kiss… bueno, podríamos estar ante cualquiera de las abominaciones con las cuales Hollywood inunda el mercado fílmico todas las semanas.

Pero lo que en un principio aparece como un obtuso film comédico de los típicos treintañeros que van a encauzar sus vidas a partir del encuentro iniciático con aquello para lo que no están preparados en absoluto se convierte, poco a poco e irrecusablemente en su tramo final, en una sutil comedia acerca no tanto de lo difícil sino más bien de lo revelador que puede resultar relacionarse genuinamente con alguien distinto. Y aquí no se trata de historias de vida, de un pasado que se debe recusar para avizorar un futuro esperanzador, de un juego de espejos donde unos y otros se ven reflejados cegadoramente pese a las diferencias de clase y de edad, o de un dificultoso camino que se debe desandar para arribar a un pletórico estado de autoconciencia. Nada semejante a una suerte de educación esclarecedora o a una prístina revelación. Nada parecido a un “mensaje” o una variante un tanto menos pretenciosa del american dream como horizonte posible. Y mucho menos gruesas o sutiles ironías con respecto a todo esto; aunque sí un paralelo.

Hay algo en este gran film de Wain que está dialogando con Tres hijos del diablo (3 Godfathers, 1948), una de las obras maestras de Ford, sólo que aquí los padrinos no son tres sino dos, nadie muere “realmente” y no hay milagros terrenales a la vista. Y ese algo no es sólo la idea de la amistad como un valor irrenunciable ante cualquier circunstancia o un principio ético y moral según el cual hay cosas que se deben hacer sencillamente porque hay que hacerlas, es también instalarse efectivamente en un espacio físico absolutamente ajeno a la cotidianidad habitual ya no para salvar una preciosa vida aún a costa de perder la propia sino para afianzar nuevos y no tan nuevos afectos aún a costa de hacer el ridículo; por decir lo menos. Un inhóspito desierto y un parque informado simbólicamente por elfos y caballeros medievales no son ciertamente lo mismo aunque la noción de extrañeza ante ambos probablemente sí lo sea. Hay que hacer algo con esa extrañeza: superarla.

Para aventurarse en un sitio desconocido, para arriesgarse por alguien a quien no se conoce, para apostar por algo improbable -para jugar en el sentido amplio que se le da al término- tan sólo se necesitan deseo e imaginación, instaurar un presente cortés que no le deba nada a lo anterior ni exija demasiado de lo que vendrá y, por supuesto, una pizca de suerte. Entonces, a cambio de pasar una feliz navidad en el Oeste podemos transitar una feliz estancia en el cine. El mundo real de Role Models, ese lugar en el cual a muchos nos gustaría vivir.

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