#DossierRefugio – Reencuentro

Por Andres Cappiello

Reencuentro (The Big Chill)
Estados Unidos, 1983, 105′.
Dirigida por Lawrence Kasdan.
Con Tom Berenger, Glenn Close, Jeff Goldblum, William Hurt, Kevin Kline, Mary Kay Place, Meg Tilly, y JoBeth Williams.

Wouldn’t it be nice?

Por Emiliano Andrés Cappiello

Casi todos los textos que leí sobre Reencuentro hacen mas o menos la misma lectura. A grandes rasgos, siempre dicen que la película captaba el espíritu de su época y lugar, de la desilusión de los baby boomers que habían crecido en la América de los 60s, de una película contestataria al nacionalismo optimista de la era Reagan. Y eso ciertamente está presente, tampoco vamos a negar lo obvio. Sin embargo, estas lecturas nunca me alcanzaron. Tienen razón, pero su campo de visión es limitado. Yo no crecí en los 60s, ni conozco baby boomers, ni estuve durante la presidencia de Ronald; y la película me interpela igual, a nivel personal, así que algo más debe tener.

Desde la primera vez que la vi me pareció una película reconfortante, lo que no es logro menor considerando que arranca con un suicidio. La muerte de Alex (que, sí, era Kevin Costner) reúne a su grupo de amigos de la universidad durante un fin de semana. No se ven hace años y no tenían planeado quedarse, pero el reencuentro los hace cambiar de opinión y todos terminan habitando la misma casa. Mientras vuelven del servicio funerario, Meg (Mary Kay Place) y Nick (William Hurt) tienen este diálogo:

Meg: La última vez que hablé con Alex, nos peleamos. Le grité.
Nick: Probablemente por eso se suicidó. ¿Sobre qué era la discusión?
Meg: Le dije que estaba desperdiciando su vida.

La conversación es distendida, sin dramatismo ni subrayando el humor. Esa naturalidad en las relaciones entre los personajes es la base del espíritu protector de la película. Ayuda, por supuesto, un elenco excepcional (toda película con Jeff Goldblum, en mi opinión, arranca con varios puntos de ventaja) y un guión con diálogos modelados en base a sus ensayos. Durante la estadía del grupo en la casa son varias las situaciones que se van desarrollando, muchas de las cuales podrían ser las premisas de un dramón soporífero: hay un affaire que involucra a la pareja casada y el finado, una mujer que decide ser madre soltera, un amor nunca consumado entre dos amigos, y un drogadicto impotente. Y en el medio, la angustia del suicidio sin respuestas y el recuerdo constante de un pasado perdido lleno de principios ahora traicionados. Los que supieron ser jóvenes idealistas encontraron la comodidad burguesa y se quedaron a vivir. Son empresarios, actores, periodistas y abogados, todos exitosos, con solo Nick atorado en un limbo existencial, el único que no logra aceptar este devenir (por ahora). Las lecturas de la película como si fuera principalmente sobre el desencanto de una generación se aferran a esto, ignorando todo lo demás.

En realidad, la película admite las durezas de la vida, sus duelos y decepciones, al mismo tiempo que recuerda que, ¿sabes que?, tampoco es el fin del mundo. La gente se muere, las minas no nos dan bola, el marido adecuado no aparece y no llegamos a cambiar mucho el mundo; duele, pero es parte del juego. Lo importante es que, aún cuando hay deseos que no suceden, otros si. Las pérdidas, los amores truncos y los sueños evaporados de Reencuentro pasan entre cenas, juegos y charlas con amigos, siempre con humor, en el refugio de esas amistades honestas y profundas ante las que se pueden desnudar, figurativa y literalmente. Ese es su hechizo, el encanto de ese desayuno final, listos para enfrentar la realidad, renovados tras ese recreo de unos días.

Solo hay un momento verdaderamente incómodo en la película. En el medio de la noche, Sam (Tom Berenger) y Nick encuentran a Richard (Don Galloway) en la cocina. Richard comienza entonces un discurso bastante deprimente sobre las dificultades de la vida. Richard es un extraño en la casa, desde el principio esbozado como un tipo gris. Todos los personajes tienen problemas, pero lo que separa a Richard del grupo no es ser nuevo (Chloe también lo es) sino haberse entregado. Su fatalismo es inadmisible en este oasis, y el personaje debe partir.

La banda sonora de Reencuentro es otro factor importante en el cobijo que ofrece la película, llena de canciones clásicas de los 60s y 70s de esas que todos conocemos y tuvimos, en algún momento, en un compilado.

En el cierre del funeral de Alex, Karen (JoBeth Williams) se acerca al piano y toca You Can’t Always Get What You Want. No shit, Karen. Pero justamente, lo que hace tan reconfortante a Reencuentro es esta idea de que si lo intentas, a veces, podrías encontrarte consiguiendo lo que necesitabas.

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