El amor después del amor

Por Mariano Bizzio

Argentina, 2023, 8 episodios de 40′
Creada por Juan Pablo Kolodziej
Con Iván Hochman, Micaela Riera, Daryna Butryk, Martín Campilongo, Andy Chango, Mirella Pascual, Gaspar Offenhenden, Julian Kartun, Luis Ziembrowski, Charlie Anderle, Matías Okosi, Mónica Raiola, Joaquín Baglietto, Mariano Saborido, Jean Pierre Noher, Pablo Turturiello, Gastón Frías, Fernando Ritucci, Tomas Raimondi, Iván Sorokin, Dante Bruni, Manuel Fanego

Un mundo publicitario

Cuando terminamos de ver El amor después del amor se nos viene a la cabeza una comparación acaso un poco injusta, pero inevitable. La comparativa en cuestión se da con la extraordinaria primera temporada (ya que uno puede suponer que es factible que aparezca una segunda en el caso de la serie sobre la vida de Fito Paez) de Luis Miguel, La serie (si se hubieran preocupado un poco más pudo haberse llamado El sol o Cuando calienta el sol, pero no importa). La comparativa se impone porque, como bien mencionan los integrantes de este excelente diálogo sobre la primera temporada, ahí donde la serie mexicana nos obligaba a olvidarnos del personaje público y particular (Luis Miguel) para que, en todo caso, el mito reverbere en lo universal de la historia. O si queremos expresarlo de otra manera, para que la historia particular se vuelva universal y por tanto nos olvidemos de las singularidades del caso para que la empatía no dependa de los nombres propios aludidos, sino de el eco del cuento moral en nuestra cabeza y nuestro corazón.

El amor después del amor nos pide otra clase de contrato, acaso una inversión respecto de Luis Miguel, La serie. Precisa el nombre propio, precisa el diseño de arte minucioso, precisa el dato específico de ciertos hechos (aunque mienta mucho), pero sobre todas esas cosas necesita algo que está a la altura del tamaño de su pretensión: precisa que todas y cada una de las canciones tengan una implicación que justifique su invención. Básicamente en El amor después del amor la relación con el pasado es un sistema que genera una pinza sobre los espectadores, en particular en los de más de 40. O por lo menos en los de más de 30 como mínimo. Es una serie que no se abre hacia el mundo iluminando lo universal desde lo particular, sino que es una aspiradora que obliga a entrar a su sistema siempre y cuando se comprendan cada una de las funciones mencionadas (nombres propios, reconstrucción de época minuciosa, dato específico, canciones) cumpla su rol, que es el de indexar los sentimientos.

El amor después del amor nos pide, todo el tiempo, que no nos conmovamos con el tropo de la salida al mundo y la reinvención, sino que nos conmovamos de manera calculada, en el momento preciso con la persona Fito Páez. El problema es que, excepto que pudiéramos haber formado parte del núcleo íntimo de FP, francamente no nos importa. Y esto no se debe a que no podamos empatizar con la persona, sino porque la serie no sabe cómo generar empatía. Por eso instrumenta las mencionadas funciones que generan una empatía prestada, vicaria, forzada. Nunca, nada de lo que vemos en El amor después del amor puede conmovernos universalmente porque no hay experiencia común. 

Entonces…para qué sirven las canciones, los objetos, los nombres propios, los detalles? No, no se equivoquen: todas y cada una de esas cosas no hablan del mundo de la serie y, por lo tanto, de nosotros indirectamente haciendo alguna clase de catarsis. Al revés del caso, el universo de El amor después del amor no es el de la ficción, sino el de la publicidad, en donde bajo una pátina de interlocución se le habla a todos sin hablar a nadie. Pero se nos impele a reconocernos en el producto. A su manera, con frío cálculo, las canciones de Fito nos pueden hablar, los espacios mostrados nos pueden hablar, los eventos específicos nos pueden hablar, los nombre propios nos pueden hablar. Pero no nos dicen otra cosa más que: “¿Te acordás lo que te pasaba cuando escuchabas este tema? ¿Recordás aquella calle en donde Fito hablaba con fulano?¿Recordás cuando sacaron el disco con Spinetta?”. Estas ficciones-máquina del tiempo, contrario a proponernos un redescubrimiento a partir de lo universal del tropo y del mito, precisa del anclaje concreto, de la publicidad de pasta de dientes. La serie de Fito no nos revela un mundo en nosotros a partir de los demás, sino que nos ofrece a nosotros mismos como objeto de consumo a partir de su propio narcisismo, en un club al que jamás vamos a poder entrar.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter