El campo luminoso

Por Mariano Bizzio

Argentina, 2022, 127′
Dirigida por Cristian Pauls

Tajos

Las formas del cine contemporáneo han decidido, a partir de un determinado momento, a revisar las formas con las que el pasado guarda y resguarda los hechos (o ni siquiera eso, mas bien los recuerdos, o ni siquiera eso, mas bien las construcciones de lo sucedido). Como si el pasado no existiera o si en efecto fuera completamente inasible, inaccesible, imposible de abordar certeramente, lo que queda es el misterio. Con la excusa de reescribir (o de sobre escribir, para ser mas precisos) el viaje de la expedición sueca que el explorador Gustav Emil Haeger llevara a cabo hace mas de un siglo en el chaco formoseño -plasmada en la película Tras los senderos indios del río Pilcomayo por su propio equipo de expedicionarios- el horizonte de la película de Pauls dista mucho de ser una bajada de línea tradicional culposa acerca de la mirada impiadosa del hombre blanco sobre la otredad. Nada de eso: Pauls no precisa ser obvio ni decir lo que hay que decir, no cierra, no sutura problemas, en todo caso abre tajos sobre las cosas y deja que espiemos el misterio en silencio sin saber qué carajos hacer con eso.

Pauls reescribe, pero no borronea, Reescribe superponiendo, como si su hoja de ruta fuera un papel de calcar. Pero no lo hace para generar un efecto tranquilizador. El procedimiento se vale de las imágenes sobrevivientes de aquel viaje pero también los datos anotados en el diario original, incorporado aquí mediante una voz over fantasmal. Pero el recorrido no se queda solamente con la denuncia de las masacres, sucedidas en 1919, previa expedición, y en 1947, durante la presidencia de Juan Domingo Perón (y sobre la que diera cuenta el excelente documental Octubre Pilagá, que narra con detalle el etnocidio -genocidio con una finalidad de exteminio étnico en particular- llevado adelante por el gobierno peronista de aquel entonces, masacre oportunamente silenciada), sino que su finalidad excede el señalamiento.

Sin mediar ningún ánimo etnocéntrico, Pauls lleva adelante una estrategia propia de muchos documentales contemporáneos (aunque esto data de mas de cuatro décadas…) que es exponer a sus entrevistados a revisar el pasado de sus ancestros y observarlo desde el presente, en este caso exponiéndolos al visionado de las imágenes de los exploradores (con toda la carga colonialista que esto pueda tener). Pero lo mas interesante es que las respuestas no son homogéneas, las conclusiones no son concluyentes y los interrogantes son más productivos que las certezas en el cine de Pauls. Por eso la película gana también porque sus ambiciones son amplias, abarcativas, múltiples, pero el resultado, a la usanza de Herzog, también puede ser observado como un fracaso productivo: el desborde como estrategia narrativa que deja expuesta el límite de lo que ya no puede seguir narrándose. Lo que queda es el silencio.

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