El futuro

Por Luciano Salgado

Argentina, 2022, 100′
Dirigida por Ulises Rosell

Tierra arrasada


A lo largo de una serie de notas en la revista nos hemos ido preguntando cómo pensó el cine argentino, casi en los últimos cuarenta años, los modos para representarse a si mismo desde la perspectiva del cine político. En esa dirección de inquietudes nos preguntábamos por el futuro, nos preguntábamos si la crisis derivada del encierro demencial de la cuarentena eterna, si la crisis derivada de los manejos imposibles de la economía argentina yéndose a pique, si la crisis derivada de la incapacidad política de un gobierno enredado en internas y en intereses turbios tales como la administración de la justicia según intereses propios tendría, en algún momento, alguna película capaz de reflejar eso que, buena parte del ecosistema audiovisual argentino había dejado de representar, acaso porque “hay que bancar los trapos a un gobierno popular que recién está comenzando y la tiene bien fulera con la herencia del gobierno de Cambiemos y con la pandemia, todas juntas” (la cita es casi textual).

Casi tres años después casi nada queda de ese apoyo. Casi nada queda de esa utopía que tenía en Puenzo a la figura del hombre que vendría a rescatar al medio audiovisual de las garras del neoliberalismo. Y lo que si quedò fue tierra arrasada, que es lo que suele suceder cuando se entrega el poder de manera irrestricta y concentrada a un representante idealizado. Y asi como Puenzo perdió todo el apoyo posible del medio (cada vez más abandonado a su suerte), y la dupla Alberto Fernandez-Cristina Fernandez de Kirchner se encuentran en sus pisos histótricos de popularidad más bajos en toda su carrera política, el cine argentino, gracias a la mirada seinsible de algunos de sus creadores, parece recuperar, de a poco pero de manera consistente, la capacidad de ver la calle, de recorrer el presente, de hartarse de la normalización del espanto que construyó la cuarentena (léase cuarentena, no pandemia: muchos países lograron evadirse del totalitarismo irracional de las cuarentenas eternas, como la que existió entre nosotros durante casi nueve meses).

Una de las películas de ese deshielo, de ese reencuentro entre los directores argentinos y el presente político fue, curiosamente, la que lleva por título El futuro, que no es otra cosa sino un registro urgente de las miserias y la existencia en plena pandemia y aislamiento obligatorio decretado por el gobierno nacional. En ese sentido, la película construye un discurso coral: por un lado registra -bellamente- la fantasmagoría de una ciudad y un conurbano construídos como si de espacios abandonados se tratara (aunque también se extiende hacia el sur y hacia el norte); por otro registra las vidas supervivientes de cartoneros-chartarreros que se las rebuscan en medio del frío y la desesperación del parate total que no deja ni un mango para comer ni comprar nada; por otro muestra a los médicos y enfermeros entregados a la suerte de la sobreexplotación, por otro los pescadores a la orilla del río en el norte (por momentos en Chaco, por momentos en Salta), intentando sobrevivir a las condiciones que les toca.

Si bien la decisión de construir una suerte de fresco social le quita a El futuro algo de la potencia que tendría al concentrarse más en alguna de sus historias y personajes en particular antes que en diversificar, la potencia que tiene su relato deriva, precisamente, de la capacidad que tiene la película de interpelar al presente. Incluso cuando lo hace con armas un poco engañosas como cuando debe registrar las marchas contra el gobierno (es curioso esto, como si el cine argentino no supiera muy bien qué hacer con ellas mas que minimizarlas, burlarlas o despreciarlas, algo que mostraba de manera patente y de forma abiertamente degradante la sobrevalorada Adiós a la memoria de Nicolás Prividera). Amén de sus limitaciones y sus intenciones (algunas de ellas parecen a medio cuajar), lo de la película de Rosell es destacable, precisamente pos su capacidad de recuperación. Como si el tiempo no pasara y nuestra historia fuera un gran ciclo de repeticiones, cada cierta cantidad de años, el registro de lo real vuelve. Bienvenido sea.

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