Elle. Abuso y seducción

Por Hernán Schell

Elle. Abuso y seducción (Elle)
Francia, 2016, 130’
Director: Paul Verhoeven
Con Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Judith Magre, Christian Berkel, Jonas Bloquet, Alice Isaaz, Vimala Pons, Raphaël Lenglet, Arthur Mazet, Lucas Prisor, Hugo Conzelmann, Stéphane Bak

Todos tienen sus (sin)razones

                                                                                                        La dicha es una vocación menos común de lo que uno se imagina.
                                                                                                                                                                                           Simone de Beauvoir

A simple vista, Elle no parece una película de Verhoeven. No están sus espectaculares movimientos de cámara, ni su uso exquisito del gran angular, ni  mucho menos esa estética recargada que más de una vez ha rozado (cuando no directamente tocado) con lo kitsch. Al contrario, la película es mayormente sobria y seca, construida sobre un virtuosismo discretísimo y admirable. Dicho virtuosismo se basa en muchas cosas: en saber filmar cambios de expresiones breves pero capaces de resignificarnos toda una escena (el arte de captar la expresión mínima es uno de los más difíciles del cine, tal y como solía señalar Manny Farber), en su sutil utilización de la música (ya presente al principio, cuando Verhoeven recurre a una música tranquila para la violación, algo que anticipa el secreto placer que la protagonista está obteniendo de ella) y sobre todo en la capacidad de Verhoeven de filmar una situación graciosa (hay quienes sostienen que Elle debería definirse como comedia, y un poco de cierto es) con un timing perfecto para los chistes.

Por supuesto que temáticamente hablando, si estamos ante un Verhoeven puro. Está su gusto por las exploraciones sexuales, está la aparición de la violación (la filmografía del holandés está llena de ellas, hay violación en SpettersFlesh and Blood, Katie TippelShowgirls, en alguna medida en Bajos Instintos y hasta en una escena eliminada de la impersonal y fallida El Hombre sin sombra); está la figura de un personaje femenino fuerte y manipulador, y está  también una película cuyo argumento parece finalmente ser mucho más duro que su visionado.

Seré más claro respecto de esto último. Elle es una película que al contarse pareciera ser mucho más fuerte e incómoda de lo que verdaderamente es. Es decir, hablar de una película sobre una mujer que disfruta ser violada pareciera anticipar un relato de visionado difícil y con un contenido inaceptable.  Sin embargo, cuando se ve la película, uno asiste extrañamente ante una historia de lo más llevadera, donde uno sencillamente se mete en la cabeza y en el mundo de este personaje con una forma retorcida de concebir su propia sexualidad. Con El libro negro pasaba algo similar. Hablar de ese largometraje era raro porque uno terminaba diciendo que se trataba de una judía enamorándose de un oficial de la Alemania nazi, y se terminaba agregando además que el nazi en esta película era bueno mientras el villano era un integrante la resistencia holandesa. Sin embargo, en medio del contexto que nos proponía el film, era perfectamente creíble que algo así pudiera suceder, y escandalizarse de lo que se estaba viendo tenía más que ver con una mirada demasiado rápida y dispuesta al juicio fácil que con la película en sí.

Justamente el gran problema al ver las películas de Verhoeven siempre fue un poco ese: las malas y maliciosas interpretaciones de su cine (que hubo, y muchas a lo largo de su carrera) se basaron en miradas poco atentas de lo que estaba diciendo, y así es como se encontraron ideas en sus películas que jamás hubo. Concluir que Showgirls era una película llena de moralina, que Invasión era neonazi, que Bajos Instintos era misógina, era sentenciar cosas a partir de ver sus películas con demasiada velocidad y falta de atención. Con Verhoeven siempre hay que tener cuidado y recordar que su provocación y  su interpelación a los lugares comunes no es banal ni gratuita, sino que está sostenida desde una mirada del mundo compleja. Por eso lo que sucede con sus películas es que trascienden la sola propuesta polémica para convertirse en otra cosa, y esa otra cosa suele ser un universo moral e intelectual tan sólidamente construido que si incomoda, no es tanto porque muestra algo tan terrible o enfermo, sino porque después de analizar la película con detenimiento, uno entiende que su discurso es más racional de lo que se piensa.

Un buen consejo por ejemplo para no escandalizarse tanto con Verhoeven es darse cuenta cuando está siendo irónico, otro -quizás aún más importante- es darse cuenta que el cine de él suele ser más sobre individuos que sobre clases sociales, o tendencias sexuales, o partidos políticos. Es decir, darse cuenta que cuando Verhoeven habla de un personaje bisexual no está hablando de todos los bisexuales, que cuando habla de un hombre de la resistencia holandesa no está hablando de todos ellos, o que cuando habla de una mujer en Elle no está hablando de todas ellas. Es algo a tener muy en cuenta sobre todo cuando se ve su última película, construida sobre todo sobre las decisiones personales de todos y cada una de sus critaturas.

Voy a ser más preciso sobre esto concentrándome en una de las últimas escenas de la película.
ALERTA: SE REVELAN DETALLES DE LA TRAMA

Ahí vemos a la protagonista (Elle) hablando con una devota católica. Ambas conversan porque tienen una tragedia en común: la muerte de Patrick, quien fuera el esposo de la mujer religiosa y el amante/violador de Elle.

Uno espera -por el espíritu que uno cree que viene teniendo este largometraje-, que Verhoeven presentará a la mujer religiosa o bien como una estúpida o como una hipócrita, que hará una suerte de reivindicación del espíritu perverso de Elle frente al cristianismo atávico de la otra muchacha. Sin embargo lo que sucede es algo rarísimo. La devota parece tranquila por el hecho, y en vez de enojarse con su marido muerto -quien fuera asesinado después de un supuesto intento de violación- dice que al fin y al cabo era una pobre alma torturada, y que haber fallecido es lo mejor que pudo haberle pasado para llegar a un estado de paz. En ese momento, por la propia expresión fugaz que lanza Elle y por el propio desconocimiento que uno tiene al fin y al cabo de la mujer católica, Verhoeven nos abre dos posibilidades sobre lo que dice este personaje. A saberse.

  1. a)    La religiosa está usando su visión del mundo basada en la caridad y la comprensión cristiana para seguir adelante con su vida.
  2. b)    La religiosa sabía de la perversión de su marido, con todas las especulaciones que pueden hacerse entonces respecto del tipo de vida que llevaba con él.

Si tomáramos la opción “a”, entonces Elle estaría reivindicando a la mujer devota como alguien que logró construir una filosofía de vida lo suficientemente fuerte como para superar tamaña tragedia en su vida y ser feliz con cómo ve el mundo. No sería algo raro en esta película, que pese a toda su oscuridad no deja de ver bondades en la idea del perdón y la redención. Tampoco sería algo raro en Verhoeven director que en alguna que otra película (pienso en la extraordinaria El Cuarto Hombre) supo desde una mirada atea ver en el catolicismo una mitología fascinante, llena de contradicciones pero también de imaginación y hasta inteligencia.

Ahora bien, si por caso hay que tomar la opción “b”, lo curioso es que bajo la lógica de Elle, la devota tampoco sería un personaje a denostar. Después de todo estamos ante una película que  se siente fascinada por los personajes ambiguos y con un costado perverso, cuyas intenciones y personalidades son a veces difíciles de dilucidar, y que son responsables de acciones que no se sabe del todo si son maliciosas o generosas.

Si tanto la idea reivindicar la redención como la ambigüedad, el perdón como la perversión, puede sonar como contradictorio y confuso, es porque Elle es una película abiertamente paradójica y que rechaza cualquier toma de posición fácil. El último largometraje de Verhoeven es una de esas películas que desencajan justamente porque hacen que el espectador no sepa bien cómo posicionarse. Por eso la película abre de una manera tan extraña, cuando escuchamos el sonido de los gritos de Isabelle Huppert sin reconocer a primera impresión si se tratan de reacciones de dolor o de placer (o las dos cosas juntas), mientras vemos el rostro inquietante y neutro de un gato. Luego de eso seguirá otra película caracterizada por su lógica desconcertante: que empieza pareciendo un policial whodunit y una historia de violación y venganza, para ir transformándose de a poco en una historia de pasión retorcida y una reflexión sobre el sexo, el dolor, y los juegos de poder en una relación; que parece ir hacia la tragedia y poco a poco empieza mostrando signos de ser otra cosa, incluso una suerte de comedia enferma pero feliz, capaz de hacer aparecer el humor en los lugares más inesperados y reivindicadora de seguir el camino de ciertas perversiones .

Quizás por esta última reivindicación y por su sentido del humor ciertamente perverso, se ha comparado esta película con el cine de Buñuel. Algo de cierto hay, sobre todo por la idea de presentar un personaje que descubre a modo sadeano una revelación a través del sexo. También hay en la película de Verhoeven y en el cine de Buñuel una exploración sobre la figura entre el opresor y el oprimido y las relaciones de dependencia que puede haber entre uno y otro. Sin embargo creo que hay una diferencia entre el cine de ambos directores. El cineasta español solía hacer un cine despiadado y donde lo que primaba era una desconfianza por la raza humana. Lo extraño de esta película es que aún con todo su humor malicioso, con la cantidad de cosas horribles que pasan y con las veces que se burla de determinadas actitudes de sus personajes, termina siendo una película muy generosa y que termina exhibiendo cariño por varios de sus personajes. Y si bien gira todo el tiempo en torno a una protagonista, parece tener una vocación coral en donde varios personajes parecen  tener una historia propia que vale la pena ser contada. Está Elle como protagonista, sí, pero también está su madre excéntrica, dispuesta a casarse con alguien que apenas si considera un amante; está su hijo sometido a una novia despiadada y obsesionado con criar un hijo que no es suyo; está la mencionada vecina de enfrente devota, está el ex marido inseguro de Elle; está el empleado que la castigó acaso involuntariamente con un video humillante. En todos estos casos hay un intento de Verhoeven por comprender sus razones y caprichos, sus actitudes enfermizas, rencores y redenciones. Si Elle es la protagonista acá, quizás sea porque ella lleva al extremo una de las máximas que parecen desprenderse de esta película que es el de la fascinación por nuestras decisiones individuales, por nuestra propia búsqueda de la felicidad personal, no importa lo retorcida que esta sea y no importa tampoco por los caminos angustiantes que puedan llevar a llevarnos

Después de todo, como bien decía otro gran provocador y cuestionador de nuestros lugares comunes, Oscar Wilde, cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro propio infierno. Agregaría Verhoeven: a veces uno también es su propio ángel y construye de este mundo su propio paraíso y que a veces incluso lo paradisíaco y lo infernal se confunde. Ese material, según como se mire, puede ser motivo de la angustia como de la celebración. Aún con toda la oscuridad y el espíritu retorcido de Elle, sospecho que Verhoeven acá optó por lo segundo y a partir de esa extraña celebración surgió una de las mejores películas de su filmografía y una obra maestra mayor de nuestro tiempo.

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