#DossierRefugio – Embriagado de Amor

Por Hernán Schell

Embriagado de amor (Punch-Drunk-Love)
Estados Unidos, 2002, 95’
Dirigida por Paul Thomas Anderson.
Con Adam Sandler, Emily Watson, Mary Lynn Rajskub, Luis Guzmán y Phillip Seymour Hoffman.

Cuento de hadas furioso

Por Hernán Schell

Empecemos por una reflexión sencilla, fácilmente demostrable: Embriagado de amor tiene elementos propios de un cuento de hadas. Por empezar, por estar la puesta en escena atravesada por la psicología perturbada del personaje, la película parece estar inundada de un clima de fantasía propio de este tipo de relatos; además de todo hay en esta historia una suerte de bruja malvada (la chica de la hotline), una princesa interpretada por Emily Watson y sobre todo una historia central de maduración. Barry Egan es al fin y al cabo una suerte de adulto-niño, alguien cuyo único rasgo madurativo parece haberse concentrado en su capacidad para tener un trabajo pero que es incapaz de relacionarse con el mundo adulto. Como en los cuentos de hadas, habrá un poder que el personaje tendrá que le permitirá alcanzar sus metas y a su modo madurar. En el caso de Egan esos poderes serán una fuerza descomunal (que antes sólo usaba para ataques de furia contra objetos) y una actividad prácticamente demencial de comprar budines que hacia el final le permitirá viajar por el mundo y por el resto de su vida con su amada princesa.

Gilbert Keith Chesterton decía que los cuentos de hadas eran historias de protagonistas que aprendían a ser racionales en mundos que no lo eran y Egan vive en un mundo básicamente así. Sus hermanas lo quieren al mismo tiempo que lo insultan y lo hieren; los objetos supuestamente irrompibles se rompen al mínimo golpe y los que lo atacan con malicia han justificado su accionar a partir de un esquema moral por demás dudoso. Durante el relato Egan debe madurar y aprender a usar sus propias locuras de modo productivo y hasta práctico. La fuerza que tenía ya no va hacia baños o vidrios sino inteligentemente hacia sus enemigos, sus gritos terminarán siendo dirigidos a sus hermanas para frenar sus ataques y su manía de comprar budín terminará siendo la clave para encontrar una forma de felicidad en viajar por el mundo con su nueva novia. Bruno Bettelheim decía que los cuentos de hadas eran historias que se construían sobre fantasías para ir despojándose de ellas y llegar así a una realidad física y tangible. Así es como terminaban siendo historias en las que los dragones, las hadas y las tierras fantásticas terminaban eliminándose para llegar a un casamiento, una vuelta a la familia o a la tierra original de uno.

Egan es alguien que a su modo termina optando por la realidad, la persona que rechaza el amor y sexo telefónico de una farsante y estafadora, para terminar con una mujer directa, que sabe lo que quiere y que, como contracara de la villana, usará el teléfono para pedirle a nuestro héroe perturbado que por favor la bese.

Si, por supuesto, Embriagado de amor también es una película que esconde una oscuridad importante. Barry Egan es una persona emocionalmente inestable y una violencia contenida que puede explotar en un momento para cualquier lado. Cuando termina la película, Egan ha descubierto un amor en su vida, pero también su propia fuerza física que ahora afecta a terceros. Si antes Egan rompía vidrios y baños, es sencillamente inquietante pensar que va a poder descubrir una vez que descubrió su capacidad para derribar un tipo con una patada y una piña. Y sin embargo, PTA hace todo porque olvidemos esa oscuridad en su poco más de hora y media de metraje, en buena parte porque el mundo al que asistimos mientras vemos Embriagado de Amor es un mundo mirado a través de la mirada de Barry. Así es como PTA se propone construir una puesta que refleje la energía desbordante de la intensidad de su personaje. En el mundo formal de Embriagado de amor hay una luz frontal fuertísima que anula cada sombra y un trabajo sobre el azul (tanto el color de los escenarios como la iluminación) que parece continuar el color del traje característico del personaje. El resultado, asistir ante la hipnótica y fascinante sensación de estar ante un mundo que está cromáticamente adaptado a su vestimenta y la luz hecha para reflejar su carácter ignífugo. A esto se le suma otro elemento clave para reflejar la inestabilidad esencial de su personaje: la música. Ante un personaje al mismo tiempo tan inestable furioso e inocente como Egan, el compositor Jon Brion construye una banda de sonido que pasa de canciones inocentes y estructuradas de manera clásica (el tema “He needs me”, el leit motif que parece una suerte de canción de Disney atravesada por ácido lisérgico) a otras hechas de sonidos electrónicos, que no parecen tener ni un comienzo ni un final determinado.

Siempre recuerdo una frase de Francois Truffaut que decía que el gran mérito de Hitchcock no es que su cine fuera perverso, sino que lograba construir películas donde uno sintiera que esa perversión era, al momento de ver la película, perfectamente natural para uno. Del mismo modo, el mérito principal de Embriagado de amor es que PTA logre meternos tanto en  la cabeza de Barry y en su mundo que aceptamos su demencia como lo más natural y hasta lo más querible que pueda existir. Por eso también la enorme alegría que sucede cuando finalmente lo vemos tener a su chica y superar todos sus obstáculos. Cuando su relato termine, no sabemos exactamente que pasará después con él y su locura, pero al menos en ese último plano la tendrá a Emily Watson a su lado, susurrándole al oído, diciéndole que es hora de empezar todo de nuevo. Es un instante hermoso, pleno de tranquilidad y esa felicidad que nace a partir de una sensación de armonía y paz. No durará mucho por lo que uno puede intuir, pero como dijera alguna vez Orson Welles, una historia con final feliz es solamente aquella que sabe en que punto frenar el relato, y Embriagado de Amor es ese instante de intensidad feliz, tan difícilmente sostenible en el tiempo como maravillosamente memorable.

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