#LaDobleC: Orione + Entrevista a Toia Bonino

Por Hernán Schell

Allá lejos y hace tiempo, en la época en la que varios de los integrantes de Perro Blanco escribíamos en El Amante, usábamos un criterio para las notas que incluían una entrevista y una crítica breve que a su vez se complementaran mutuamente y que se publicaban en dos páginas. Esa clase de notas llevaban el formato cariñoso de La Doble Castagna (Gustavo, integrante histórico de la revista que luego se alejó). Hoy EA no existe más como revista, pero en PB recordamos ese formato con cariño por eso la llamamos #LaDobleC. En esta caso Hernán Schell se despacha con una gran entrevista a la directora de la mas grande aún Orione, película indispensable para los tiempos que corren. Lo que podrán leer aquí abajo son algunas ideas en donde el autor se pregunta por la relación entre esta película y algunos de los modos del Nuevo Cine Argentino. Pero fundamentalmente por el modo en el cual la directora llega a los lugares a los que llega, poco transitados con tanta inteligencia por el cine argentino. Pasen, lean. Vale el tiempo de lectura.

Orione
Argentina, 2017, 65′
Dirigda por Toia Bonino

Lo particular y lo general

Por Hernán Schell

En la esencial Pizza Birra Faso (verdadero modelo posterior de la representación de la marginalidad argentina), la dupla Caetano-Stagnaro empezaba la película de forma similar a como la terminaba. Si el comienzo mostraba una sucesión de imágenes de la ciudad de Buenos Aires y diferentes personas que quedaron fuera del sistema para luego ir a la historia particular de dos chorros; el final por el contrario terminaba con un plano que iba de la historia personal y heroica de su protagonista, a un plano general amplio que mostraba varios edificios de la ciudad de Buenos Aires, de donde se deducía que ahí había otras muchas historias, de otros muchos marginales. Esta forma de ir de lo particular a lo general y de lo general a lo particular está también en Orione de Toia Bonino. La propia película tiene en su título el nombre de un barrio de Almirante Brown y no es poco lo que la cámara retrata de ese barrio. Pero al mismo tiempo, la película también se centra en la historia de dos personas de allí. Por un lado Ana, una madre a la que unos años atrás le mataron a su hijo Ale, y por el otro el propio Ale, un pibe chorro que eligió el camino de la delincuencia y terminó siendo abatido por la policía en un tiroteo. En ese punto la película conecta el pasado con el presente, y actividades cotidianas como hacer una torta se mezclan con la memoria y el misterio que gira en torno a una madre que no logra comprender porque el hijo eligió el camino que eligió.

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En cuanto al tono de la película, posiblemente lo que mejor lo representa es una decisión de puesta en escena tan sencilla como contundente. Allí Bonino, en uno de sus tantos retratos de cosas que pasan en Orione, toma a una persona que, por lo que uno presume, hace actos delictivos cada tanto. Esta persona habla de la forma en que nota la presencia de policías, aún cuando estos estén vestidos de civil y nada de ellos aparentemente muestre indicio alguno de que son oficiales. Bonino lo toma en un primer plano mientras vemos que la boca de esta persona está prácticamente desdentada. Así y todo, hay algo de fascinante y hasta de digno en este tipo que parece tener muy claro los peligros que rodean al barrio. En algún punto hay algo interesante ahí: que ha Bonino le importa poco y nada caer en miserabilismo de ningún tipo y puede exponer perfectamente la dignidad (en el sentido más amplio de la palabra, o sea, no en el sentido de gente que necesariamente lucha, sino de gente que tiene particularidades, formas de inteligencia y modos de ver el mundo) de personas de bajos recursos. Por eso también su acercamiento a lo marginal está lejísimos de la mirada condescendiente y aún más lejos de la denuncia o el miedo a la delincuencia,  que el de una persona que describe y se acerca a esta gente como si fuesen seres humanos particulares.

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Esto no quiere decir, claro, que Bonino no de cuenta en la película que existen necesidades y contextos que lleven a una persona a delinquir, pero aún así no niega ni el carácter decisional de una persona que se hace delincuente,  ni tampoco la seductora adrenalina que puede llevar el mundo criminal.

Este tipo de tensiones (tal y como le gusta decir a la propia Bonino en la entrevista que pueden leer abajo) entre lo personal y lo social es lo que hace también que la película no le interese mirar este barrio y explicar su situación de manera estúpidamente didáctica o paternalista, sino que intente abordarlo desde una mirada de alguien que sabe que no tiene todas las respuestas y que a lo sumo puede exponer factores sin que esto cierre necesariamente en una explicación fácil.

En algún punto, si uno lo piensa, Orione es una película imbuida del espíritu de Serge Daney, aquel crítico francés que dijo en su texto más célebre (El Travelling de Kapó obviamente) que ante las tragedias que no podían entenderse, la única salida del cineasta era mirar esto con “temor y temblor”.

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Para Bonino, la historia de Ana y de chicos como Orione están fuera de toda simplificación, tanto para ella como para los medios que, hacia el final de la película, sólo piensan en la mirada superficial y estereotipada de la pobreza. A este barrio de gente que vive con otros códigos, con otro tipo de cotidianeidad (mucho más peligrosa, mucho más angustiante) sólo puede acercársele desde una mirada humana al mismo tiempo que distante, con respetuosa compasión pero eludiendo toda lástima, y por supuesto huyéndole como la peste al sentimentalismo más barato y el golpe bajo. Quizás por esto, el momento más extraordinario de la película sea el de la carta de Ale. Allí vemos la última nota que el chico le deja a su madre Ana, disculpándose por el tipo de vida que llevó, hablándole de que cuide a su novia embarazada y eximiendo a Ana de toda culpa por sus decisiones. Difícilmente encontremos este año un momento más emotivo que este, y buena parte de su emoción reside en la sequedad y la distancia con lo que está presentado, una distancia que tiene que ver no con la frialdad sino con el respeto y sobre una situación que excede demasiado a su cineasta como para querer agregar algún elemento estético a algo lo suficientemente fuerte en su contenido como para bastarse a sí mismo.

En ese no ceder a la tentación de una música de fondo, en ese registro seco, muestra que hay películas que se destacan no sólo por los aciertos que tiene sino por los errores que no comete. Orione es, sin lugar a dudas, una de esas películas.

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Un mundo sin respuestas: entrevista a Toia Bonino, directora de Orione

Por Hernán Schell

PB: Empecemos con la pregunta de rigor para ir rompiendo el hielo. ¿Cómo es que llegaste a Orione?, ¿Cómo es que se te ocurrió hacer una película como esta?

A la película llegué por el barrio (Don Orione), al que conocí hace muchos años, unos diez o doce. Yo trabajaba en una asociación de mujeres que se llama Creando Juntas. Fue algo que me encantó hacer porque en ese momento no había mucha difusión sobre la problemática de género y eso se dio encima en un barrio tan particular como Don Orione. Ahí los departamentos no tienen ni escritura y por ese mismo hecho no hay farmacias. De hecho  la construcción del barrio en sí fue un negociado terrible. Que ahí hubiera algo tan particular como una asociación de género fue una maravilla para mí. Así que trabajando en esa asociación conocí al barrio y trabajé muchos años con ellas. En principio hicimos juntas un libro-objeto que se llama Relatos de Palier (puede verse clickeando aquí) que son fotos del barrio y que cuenta la historia del barrio de tres mujeres de diferentes edades.  Así que el primer trabajo fue estas fotografías con relatos y luego mi primer producción audiovisual. Y luego mi primera producción audiovisual, que era también al primera vez agarré una cámara para filmar se llamó Manteles y transcurrió ahí en el barrio donde yo le pregunté a diferentes mujeres por su mantel, y ahí la conocí a Ana. Ana me contó que lo que tenía era la última servilleta que había usado su hijo, la última Navidad que pasaron juntos, en ese momento ella me habló de un hijo muerto y después se acordó que una vez yendo a visitar a su hijo mayor en un penal, sin querer con un cigarrillo le quemó el mantel y su hijo se ofendió porque el mantel en la cárcel era aparentemente un modo de recibir a la visita entonces ellos los planchaban ahí en los colchones, trataban de tenerlo prolijo medio como un homenaje y Ana en un descuido se lo quemó. O sea, resumiendo, yo vine a preguntarle sobre el mantel y ella terminó hablándome sobre la situación de sus hijos.  A partir de ahí empecé a interesarme en Ana, en la forma en la que contaba las historias y en la historia de sus hijos. Y bueno, diez años después de conocerla filmé Orione.

PB: No sabía que habían mediado diez años entre el conocimiento de Ana y la filmación de la película. Quizás eso explique cierta distancia de Ana a la hora de contar este hecho tan trágico.

Si, la distancia que tiene Ana respecto de los hechos ayuda además para que en Orione no sea todo todo tan evidentemente emocional, pero en parte es eso lo que me interesó de Ana, que podía contar la historia y por supuesto por momentos conmoverse y también sufrir con eso pero es una mujer con mucha fuerza y con mucha valentía y creo que también por eso puede tomar cierta distancia de los sucesos y además con una mirada muy inteligente ella en ningún momento ni lo justifica ni lo niega como esa tensión que se percibe en la película también es algo que Ana lo percibe lo mismo que ella dice que cuando entró la policía a allanar su casa sintió lo mismo que cuando entraron a robar, y que cuando entraron a robar ella dijo “yo pienso que mis hijos pudieron haberle hecho esto a otras personas” como que es muy consciente de lo complicado y de lo difícil que es de resumir esa situación. Entonces creo que Ana permite esa distancia y esa inteligencia en relación a los hechos

PB: Bueno, se nota justamente que la película quiere tener ese tono que elude todo sentimentalismo. O por lo menos todo sentimentalismo barato. ¿Fue algo a lo que fuiste llegando mientras filmando o era un tono que tenías pensado desde antes?

Definitivamente fue una de las pocas premisas que tenía antes de filmar, no caer en golpes bajos. Por otro lado antes de filmar yo tenía una idea central muy clara y es que justamente lo que me interesaba era esa zona de conflicto que hace que haya muchas causas distintas en las que uno podría pensar porque hacen que un chico de esa edad terminen en una situación así. Un poco podría ser el contexto, otro podría ser la adrenalina que él dice que siente y que le gusta, un poco puede ser la poca figura paterna que hay en toda esa historia, un poco puede ser una sociedad que te insta al consumo permanentemente pero no te da medios para poder acceder a eso, entonces si, te diría que una de las premisas fue eso. No me interesaba mostrar un relato de policía contra ladrones y mostrar todo un lugar sino mostrar como de todos lados hay mucha complejidad y esa  idea casi fue casi como una brújula que me guiaba para saber que cosas poner y que cosas no. Y si bien el relato de Ana es el que estructura toda la película de vez en cuando la película también muestra el punto de vista de la víctima, muestra a los ladrones diciendo en una fiesta “mañana no choreo a nadie”, muestra o sea que la cosa bastante compleja, no tan liviana. Eso no significa que la película no tenga momentos que conmuevan, pero eso no implica que el tono sea sentimental, porque creo que eso pasaría si la película toma rápidamente partido.

PB: Hablaste recién de que uno de los factores para que un pibe se pueda volver chorro. Y lo que me llamó la atención es que en el documental no deja de decirse que hay un factor decisional por parte del chico, Y es raro el efecto, porque en vez de envilecerlo el hecho de que haya una parte de decisión, en alguna medida lo dignifica, lo aleja de este lugar común de que se hizo delincuente sólo porque la sociedad lo llevó ahí. 

Si, algo de eso hay. Al tomar una decisión, claramente uno está dignificado. Está bien igual que cuando se hace un análisis más profundo uno ve en que condiciones elige una persona que cuando empezaron a delinquir eran muy pequeños.  O sea, de nuevo, la decisión de ser chorro es un factor, pero es uno de muchos en una cuestión más compleja. Pero creo que si, que una de los objetivos de Orione era mostrar que hay una idea de dignidad en esta persona, por eso me intereso en tomarlo en sus rasgos particulares aunque no por eso los enaltezca. Es nuevamente una idea de tensiones y equilibrios, que es para donde quiere ir el documental.

PB: Volviendo a esta idea de crear distancia o elegir un registro seco, hay dos elecciones estéticas de la película que me parecen brillantes y que tienen que ver con eso. El no mostrar casi nunca la cara de Ana, y el de la presentación de la carta de Alejandro. ¿Cómo llegaste a esa decisión? 

Lo de Ana te diría que fue más que nada un gusto personal y estético porque me embola esos documentales de entrevistas y bustos parlantes y me parece mucho más sugerente a partir de otro gesto como hacer la torta y esos primerísimos planos de colores que van apareciendo mientras se van contando las cosas. Y luego lo de la carta se dio a partir de darle varias vueltas a pensar tenía que manejar un contenido tan emotivo. Pensé en la posibilidad de grabar a alguien escribendo esa carta que originalmente era manuscrita, descarté de una la idea de poner a Ana leyéndola porque quería que la única acción para Ana fuera realizar la torta; pensé en la posibilidad de poner la carta manuscrita pero me pareció que no se iba a entender, y finalmente me decidí por la pantalla negra puesta sobriamente en la pantalla. Me pareció lo mejor porque el contenido es tan emotivo que necesitaba que su forma muy austera.

Si, y además el hecho de que se vaya escribiendo frente a uno genera también mucho impacto.

Si, aproveché eso que no hubiera pasado si hubiera puesto la carta toda entera en la pantalla. Puesto así  crea un suspenso respecto de que es lo que va a terminar escribiendo.

¿Porqué te interesaba ella haciendo la torta?, ¿Cuál era la idea?

Me gustaba que por un lado Ana es una excelente cocinera y eso queda demostrado, por otro lado hacer una torta es algo que está en proceso y se va construyendo mientras ella habla de una situación de mucho desamparo y  de construcción. Por otro lado me gustaba que fuera algo manual. Por otro lado hay muchos videos y fotos donde sus hijos cumplían años y ella les hacía unas tortas buenísmas. Como que me pareció que eso era algo propio y característico de ellos. Por otro lado todo lo maternal que tiene cocinar para alguien y lo amoroso de hacerlo con esa dedicación, por otro lado me gustan mucho los colores, el mazapán verde y los muñequitos de fútbol. Hay algo ahí que visualmente me atrae. Y finalmente me pareció interesante que ella ponga jugadores de River y Boca. Me hizo acordar al juego de autoridades que hay en la película.

A mi me dio la sensación también, quizás sea yo que vi con la película con demasiado optimismo que mostrarla a ella haciendo la torta era también una forma de mostrar que la vida sigue después de la tragedia, como una suerte de esperanza.

La verdad que no sé si es esperanzador el tema. Si es poner toda esta tragedia en el medio de el cotidiano. No como un drama que se vive en otro planeta y en el que la gente se la pasa gritando, sino que todo esto pasa en el medio de la vida cotidiana de muchas familias y muchas personas. Capaz el final es algo que puede despertar esa sensación porque la película podría terminar con la imagen poco optimista del molinete que gira luego del entierro, pero decido no terminar la película ahí sino que tiene un pedacito más y se ve que se hace de noche en el barrio, que hay gente haciendo asados, otros en una pelopincho, como si al fin y al cabo la vida sigue. Pero no sé si llamar a eso esperanzador.

Una última cosa. Hacia el final aparece la cuestión de los medios reflejando la marginalidad. ¿Cómo ves vos en general esa representación de lo marginal en el cine argentino y en la televisión?

En general lo que se hace, sobre todo en la tele es estandarizar. Que le gusta hacer a un ladrón, como se maneja y estereotipa de una manera que se repite hasta el hartazgo, y un poco lo que intenta hacer Orione es buscar lo subjetivo y lo singular de esos chicos que eran ladrones pero que tienen una vida, no es que sólo el hecho de ser delincuentes lo describen sino que hay una identidad como mucho más grande y es entonces en esos detalles, ver como se van de vacaciones o como llamaban a la madre o bailaban o las cosas que hacían, es en esos detalles que me gusta mirar, como construir algo más complejo y no sólo lo que se estereotipa de un modo muy característico. Correrse o sea de lo que se espera que haga.

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