Escalera al infierno

Por Amilcar Boetto

The Cellar
Irlanda, 2022, 94′
Dirigida por Brendan Muldowney
Con Elisha Cuthbert, Eoin Macken, Dylan Fitzmaurice Brady, Abby Fitz, Aaron Monaghan, Andrew Bennett, Tara Lee, Michael-David McKernan, Marie Mullen, Amy Conroy

Un club exclusivo

En su video-crítica de Sonríe, Aaron Rodríguez Serrano sostiene una idea cada vez más aceptada, una que indica que el fantástico es el género que más se está permitiendo la experimentación formal en los últimos años. En favor de lograr miedo, el terror siempre intenta encontrar algo renovador en la forma cinematográfica. Esta afirmación, durante el resto de la crítica, es contrapuesta con la  afirmación de que Sonríe es una película completamente convencional en términos estructurales.  Es decir, no necesita de ningún ingenio narrativo para causar miedo. Es más, el miedo es causado, probablemente, por el tema más común de la historia del cine de terror: el miedo a mirar aquello que uno no está preparado a ver.  

En un contexto donde los grandes autores del género son sujetos como Jordan Peele -con sus narraciones deconstructivas y reflexivas-, Eggers -con sus escenas largas y contemplativas-, Aster -con su extrañamiento largo, tenso y lleno de sorpresas-, Parker Finn, director de Sonríe, se distingue por encontrar la renovación (y aquí advierto una diferencia: innovar se refiere a mutar, hacer cambiar algo, renovar se refiere a continuar algo reanudándose) dentro de una estructura completamente convencional, visitada (y vista) una y mil veces. 

Pero no voy a hablar de cómo Sonríe logra eso, porque no es el objetivo de esta crítica. Sino, en  cambio, señalar cómo una película como Escalera al infierno no lo logra. Con esto quiero decir que hay algo que tienen en común ambas películas, y es que trabajan sobre una estructura hartamente narrada (en el caso de Escalera al infierno es la familia que se muda a una casa que tiene sus maldiciones). La diferencia, es que Sonríe toma su estructura como base para permitirse la libertad formal que finalmente logra. En cambio Escalera al infierno es también convencional formalmente. Podríamos decir que la operación de la película de Muldowney es la de crear una película de terror con los elementos que se supone que una  película de terror debe ser creada. Pero sin apartarse de la expectativa.

En los comienzos de la película empezamos a notar este mal cuando vemos unos planos detalle filmados en travelling de la casa desde adentro y luego por corte vemos una discusión madre-hija -dicho sea de paso: pésimamente actuada y guionada- con una actriz que sobreactúa adolescencia y una madre que maneja una inexpresividad que Bresson hubiera admirado, como si todo el asunto estuviera en dos códigos incompatibles. El apresuramiento, diremos, es el principal problema de la eyaculación precoz de la narrativa de Escalera al infierno que no cesa de arrojarnos toda la información que no sabe narrar con y por otros medios. Pero su director no entiende muy bien lo que filma y cómo filma. Por eso su lenguaje es brutal pero a la vez se pretende académico. Pensemos, sin ir más lejos, cuando la hija se queda encerrada en el sótano, al comienzo de la película, hay un montaje  paralelo entre los padres que la quieren sacar de ahí y ella, encerrada. En esa escena no sólo falla -muchas veces- el raccord, sino que sus decisiones a la hora de generar el corte vuelven al clima agobiante y esquemático, desesperante (en el peor de los sentidos).   

Pero los problemas narrativos tienen su correlato en los personajes, también abandonados a su suerte: estereotipos enfatizados y sin matices, backstories que se nos arroja por la cabeza para enmendar un vínculo inexistente que de este lado de la pantalla no podría interesarnos menos. Si, hay algo oculto, si hay algo ambiguo, pero la información que se nos brinda es tan vaga que no podríamos siquiera interesarnos. En este sentido volvamos a Rodríguez Serrano.Tampoco hace falta que el cine de terror construya, al menos no necesariamente, una clase de interés explícita en sus personajes. Pienso, por ejemplo, en Lucio Fulci o Darío Argento, indudablemente cineastas de terror cuyos personajes rara vez tenían una mínima profundidad más allá del motivo que los hacía ir hacia el lugar en el que iban a ser masacrados vilmente. Pero lo cierto es que dentro de la estructura convencional que se propone Escalera al infierno, la disfunción familiar es algo importante y con lo que se insiste, incluso en largas  escenas de puro diálogo. Por lo tanto, en ese contexto, la falta de profundidad no es un hecho complementario, sino que la afecta en su centralidad. Esto la vuelve grave, plúmbea, pero  sobre todo aburrida, como buena parte del terror pretencioso actual.Incapacitada de construir un discurso autoral, incapacitada de jugar con las posibilidades de un género dinámico, incapaz de lograr que empaticemos con sus personajes, incapaz de proponernos un juego con las expectativas y los lugares comunes, ¿qué tiene para ofrecernos Escalera al infierno? Cualquier cosa excepto cine y excepto terror, casualmente el club al que quisiera pertenecer si pudiera pagar la cuota.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter