Extraordinario

Por Hernán Schell

Extraordinario (Wonder)
EE. UU., 2017, 113′
Dirigida por Stephen Chbosky.
Con Jacob Tremblay, Julia Roberts, Owen Wilson, Izabela Vidovic, Noah Jupe, Nadji Jeter, Daveed Diggs y Mandy Patinkin.

Toda la bondad posible

Por Hernán Schell

A Paola Jarast, una persona que me hace bien.

Es imposible contar el argumento de Extraordinario sin que parezca una película llena de golpes bajos, clishés y situaciones de dramatismo vergonzante. Hay en ella, después de todo, un nene con deformidad facial llamado Auggie que va a una escuela primaria en la que le hacen bullying, un perrito adorable que ALERTA SPOILER va a fallecer en la mitad de la película y una hermana mayor adolescente del chico con deformidad que se siente sola ya que sus padres le prestan mucha más atención a su hermanito que a ella. En medio de esto uno podría detenerse en personajes aislados y hundir a la película más todavía. Entonces puede hablarse de un director de escuela que es lo más comprensivo del mundo y hará lo que sea porque este chico con deformidad sea tratado con respeto, un nene que hace bullying pero que en verdad es producto de la crianza de unos padres cretinos, y para completar hay también, desperdigados por ahí, temas esperanzadores como la amistad, el buen trato al diferente, y la posibilidad de vivir en un mundo mejor a partir de no juzgar a la gente por su apariencia.

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Y es raro enumerar los hechos en la superficie, porque en Extraordinario está todo eso pero nada de eso al mismo tiempo. Es decir: los clishés existen, pero lo que sucede es que pasan a mucha velocidad o a veces quedan completamente fuera de campo. Por ejemplo, en un momento de la película el personaje de la hermana le va a reprochar a su madre que justamente siempre fue ignorada por sobre su hermano menor. En ese momento uno espera la típica escena: que la hija le haga saber a la madre su desatención, que la madre se enoje primero pero que después le diga que la quiere y un largo etc… Y sin embargo, cuando está por empezar la discusión, la película va a otra escena y ese diálogo queda reducido a unos pocos gritos ininteligibles. O sea, el lugar común existe, pero la película sabe que lo vimos tantas veces que no hace falta aclararlo. Algo similar sucede en una escena en la que Auggie, acostumbrado a ser siempre el centro de la escena en su familia, cree que una circunstancia conflictiva se debe a su deformidad y no a otro factor. En ese momento la hermana lo increpa diciéndole predeciblemente “no sos el centro del mundo”. Y sin embargo eso se tira como un dato nomás, en ese momento, un montaje tan sabio como veloz corta esa escena (no vemos siquiera el rostro de Auggie reflexivo acerca de las palabras de su hermana) y entonces se pasa a otro tema. Es como si la película supiera que estos lugares comunes están pero que no hay que prestarle demasiada atención a ellos, que la cosa pasa por otro lado. En todo caso Auggie es en chico normal con una cara que no lo es. Ni más ni menos que eso.

Seré más claro, si hay un lugar común que Extraordinario justamente no tiene es el de pensar que Auggie terminará siendo el chico deformado y rechazado por su entorno que, pese a todo, logrará ganar el corazón de quienes lo discriminan a partir de un gesto maravilloso como un acto heroico o una capacidad sobresaliente que hará que sea admirado, querido o reconocido. De hecho, en principio, parece suceder eso cuando vemos que el chico tiene una capacidad especial para la ciencia, pero la cosa simplemente termina ahí. Fuera de ese aspecto particular, este chico no es otra cosa que un pibe normal, con facilidades y dificultades, gusto por las películas de aventuras (sobre todo Star Wars), con sentido del humor y que como cualquier otro nene tiene horror a no ser aceptado en un grupo. Y como si esto fuese poco, la película además no será sólo sobre él. En un momento Extraordinario se transformará ingeniosamente en una película coral y se empezará a contar la historia desde la perspectiva de su hermana, de una amiga de su hermana, de la madre de Auggie, y de un compañero de Auggie. Es justamente una forma de la película de no ir siempre sobre un mismo personaje con un mismo conflicto que inevitablemente acarrea: el que tiene que ver con su aspecto físico pero también con el bullying que le hacen en la escuela (al que la película, en un sabiduría propia de la sobriedad del cine clásico, sólo necesita representar con dos o tres escenas que no necesitan de violencia física). Pero también termina siendo una forma de la película de comprender a todos los personajes que puede, incluso a aquellos que a primera vista pueden llegar a comportarse de manera objetable. En alguna medida incluso hay algo de renoiriano en Extraordinario: en su gusto por las historias múltiples, en su discreta luminosidad, en su narrativa que va gradualmente de una clásica a una más moderna y en la manera en la que intenta entender las razones de todos sus personajes.

Sin embargo, esta conexión con Renoir es apenas discreta. El que acapara toda influencia acá es más bien Frank Capra, con su amor por la épica de las personas comunes, pero también por esa visión tan extraña y ambigua que ha tenido siempre Capra a la hora de plantear sus historias con final feliz. Se sabe después de todo que en películas como ¡Qué Bello es vivir! o como Caballero sin espada el juego del director era el de presentarnos un mundo absolutamente oscuro pero con momentos de bondad tan épicos que terminaban triunfando por sobre una realidad durísima. El juego de Capra, claro está, estribaba en que tales gestos y triunfos podían ser muy emocionantes, pero también desesperadamente exagerados, ya que parecían confesar a veces la propia desesperación del director por no querer ceder a su pesimismo y entregarnos un final feliz como sea. Por eso también el resultado de las películas de varias películas de Capra es que uno termina sintiendo una emotividad ambigua, en la que uno no sabe exactamente porque es que se emocionó realmente, si por su final feliz, o por el propio esfuerzo de la película para llevarnos allí rompiendo a veces todo el verosímil, haciendo que el artificio haga estallar el mundo en toda su oscuridad por contraste.

En Extraordinario pasa algo similar. La propuesta de la película es la idea de un bien basado en la contención familiar, la posibilidad de forjar amistades verdaderas  y otras formas de entablar relaciones humanas positivas que termina imponiéndose sobre todo. Pero también sabemos que la película amaga todo el tiempo por mostrarnos tragedias que pudieron haber sucedido pero que tuvo la bondad de no exhibir (el golpe en la cabeza del amigo de Auggie es toda una forma sofisticada de la película de avisarnos que la película pudo haber sido mucho más oscura de lo que terminó siendo). Cómo si en la película la necesidad de celebrar la bondad y la tolerancia fuera demasiado tentadora como para llevar el relato por caminos más realistas. Lo que sucede, en suma, es que tanto Extraordinario como el cine de Capra están demasiado enamorados de la posibilidad de la felicidad a partir de relacionarnos con personas que nos hacen bien y la bondad entre personas como para querer ceder demasiado a una realidad más cruda.

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Algunas personas -como Cronenberg por ejemplo, cuyo odio a ¡Que Bello es Vivir! es conocido- han llamado a esto un tipo de cine retorcido, que por no querer reconocer la oscuridad la termina haciendo más visible de lo que era y hasta volviendo a la película tremendamente pesimista. Sin embargo no creo que sea tan así. Si bien es verdad que películas como ¡Qué bello es vivir! o Extraordinario pueden sentirse falsas (en relación a lo que podríamos presumir de un verosímil realista) en cuanto a su resolución, se sienten verdaderas en cuanto a la valoración de la bondad y generosidad del otro, algo al fin y al cabo tan existente en el mundo como la crueldad o la mezquindad. El tipo de cine que representan es un cine tan embriagado en la posibilidad de que la bondad de las relaciones hagan un mundo mejor que está demasiado negado a profundizar sobre el resto de las cosas.

Pienso que la lógica de estas películas no es diferente de un cine de Lang que siempre vio triunfando el desquicio y la negrura, o en el cine de Bresson, horrorizado en sus últimos años con un mal que parece haber ganado la batalla, o incluso del escepticismo brutal y trágico hacia cualquier cosa que tiene mucho cine del mencionado Cronenberg. Son tipos de cine que aplican, como posiblemente todos, recortes de una realidad inevitablemente clarooscura, y cuya elección por la oscuridad es tan honesta como la opción por lo luminoso de películas como Extraordinario. Por eso también uno puede entrar en la película de Stephen Chbosky con el deseo imposible de querer vivir en ella, pero con la certeza posible de que en su amor por las relaciones humanas y los gestos de generosidad, también encuentra una feliz forma de realismo.

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