Feliz novedad

Por Ludmila Ferreri

Happiest Season
EE.UU., 2020, 102′
Dirigida por Clea Duvall
Con Kristen Stewart, Mackenzie Davis, Mary Steenburgen, Alison Brie, Dan Levy, Aubrey Plaza, Jake McDorman, Sarayu Blue, Victor Garber, Ana Gasteyer, Burl Moseley, Daniel Krell, Daina Griffith, Jenny Gulley, Anthony Garcia, Mary Holland, Caroline Harris

Todo tiempo pasado

Filmada en 2020, circulando por Google Play entre finales de ese año e inicios de 2021, luego con un breve paso por la plataforma Hulu en ese mismo año y comprada por Amazon Prime en 2022, donde puede verse actualmente, Feliz novedad (un título que se llevó cualquier ingenio tentativo a marzo) huele a naftalina renovada. Natflalina renovada porque intenta (en otra de las clásicas jugadas de la agenda pro LGBTTQ+ de los algoritmos de las plataformas de contenidos) narrar como si fuera nuevo el clásico cuento de la revelación del noviazgo a una familia reticente al mismo por los motivos que entraran en el molde de la alteridad (por ser pobre, por ser cualquier cosa menos blanco, por ser de izquierda, por ser de derecha, por ser homosexual, por ser cualquier cosa que rompa con lo establecido en ese esquema.

El problema es que nada de lo que cuenta la película funciona tanto en el orden de la tradición en la que se inscribe (la comedia romántica) como en el orden de la agenda de consumo con la que coquetea (la agenda LGBTTQ+ con la que el algoritmo de las plataformas entrega demagogia en cuotas, en cuotas de pantalla, no vaya a ser que las grandes plataformas de streaming sean señaladas por su intolerancia al no contar al menos con una película que represente parte de la agenda en cuestión).

La realidad es que nada de lo que narra Feliz novedad nos puede resultar medianamente desconocido si alguna vez vimos alguna, al menos UNA comedia romántica en nuestra vida. Por lo que el juego cinéfilo de vincular a la película de Clea Duvall con otras exponentes del género se vuelve particularmente fácil, tan simple como señalar al aire cualquier otra rom-com que se nos ocurra. Ahora bien, nada de esto indica que Feliz novedad se comporte como esas películas que no son más que una summa genérica que suelen ser películas que sirven para reflexionar sobre las limitaciones, problemas e ideas de ciertos géneros en particular. No, no: en esta película no hay reflexividad alguna. Pero a su vez su clasicismo a rajatabla respetando todos y cada uno de los lugares comunes (la familia conservadora, la simulación, la pelea, la revelación final que demanda aceptación de parte de todos, etc) lejos está de parecerse a un conocimiento de las tradiciones para saber dónde operar los cambios, las alteraciones de las expectativas, sino, bien por el contrario, este clasicismo se comporta como un conservadurismo explícito. La paradoja es que ese conservadurismo se propone llevar adelante los mismos lugares comunes con la agenda actual, algo que resulta novedoso pero lo es en tanto novedad desafortunada: un reaccionarismo progre.

Hacia el final de Feliz novedad sentimos lo mismo que caminar en una escalera mecánica invertida en su dirección: creemos que avanzamos pero todo el tiempo se nos lleva a un pasado que fue mejor, pero avanzamos a tracción a sangre, creyendo que el presente puede ser peor que esto. Porque ni un género extraordinario como la comedia romántica ni una reivindicación justa como las de la agenda LGBTTQ+ tienen su debido lugar de manera orgánica, sino por medio de unos fórceps que buscan hacer nacer a esta criatura imposible y olvidable.

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