Fragmentado

Por Varios Autores

Split
EE.UU.,2016, 117′
Dirección y guión: M. Night Shyamalan
Con James Mc Avoy, Anya Taylor Joy, Betty Buckley, Haley Lou Richardson, Jessica Sula, Izzie Coffey.

Del orden de las bestias

Por Hernán Schell (comentada en un diálogo mental por su otro yo fragmentado, FK)

Es una tentación grande pensar que Fragmentado está directamente relacionada con Demente (Brian De Palma, 1992). Después de todo, ambas películas tienen protagonistas con personalidades múltiples, en ambas hay secuestros, ambas tocan el tema de la niñez traumática, y ambas juegan con los clishés del suspenso para darlos vuelta. Incluso la propia incorporación de la actriz Betty Buckley (la profesora de gimnasia de Carrie (Brian De Palma, 1977)) en el rol de la psicóloga parece apuntar a una suerte de relectura de aquella película de los 90. Pero lo cierto es que no sólo no hay más puntos en común que los anteriormente señalados, sino que en muchos aspectos, las dos películas son completamente opuestas. En Demente no existe una relación entre el secuestrador y secuestrado, y no hay en Fragmentado temas tales como el adulterio, el castigo y la culpa, ni una relación familiar directa entre víctimas y victimarios. Pero más allá de sus muchas diferencias, quizás la más clave esté en sus oposiciones formales. De Palma construye una película onírica, cuya puesta en escena erótica y pesadillesca (y de una pesadilla no exenta de humor) es reflejo de la cabeza enferma de su protagonista y la mente torturada de su esposa. A su vez los dos están llenos de deseos y frustraciones tanto amorosas como sexuales. Por otro lado, a ambos se les hace difícil distinguir entre lo real y lo alucinado.

Fragmentado, sin embargo, es una película clínica y –a su raro modo- biologista. Más deudora si se quiere del terror biológico de películas como Cromosoma 5 (David Cronenberg, 1977) -otro relato de terror magistral donde un trauma de niñez genera monstruos sobrenaturales- que de cualquier película de el ítalo-americano. Por eso ahí donde el psicoanálisis cierra, Cronenberg y Shyamalan abren hacia un mundo de incomprensión del mundo de cuerpo y mente. No es improbable pensar en esta película como alguna vez se describió al cine de Cronenberg: un cine psicosomático. Pero aquí el síntoma es juego. Se está más lejos del psicologismo un tanto torpe del Hitchcock de Marnie (Alfred Hitchcock, 1963) que de la lectura lúdica, desatada, inverosímil y celebratoria de un William Castle.

A su vez, si en Demente había un erotismo retorcido y una puesta que jugaba con la confusión de los espacios, en Fragmentado el elemento sexual está prácticamente anulado (piénsese por ejemplo, en la total carencia de conntación sexual de la escena de la secuestrada en corpiño) y todo luce inquietantemente ordenado y pulcro. De hecho, hay una particular insistencia en la limpieza y la organización, al punto tal que Shyamalan se niega a construir una puesta en escena sórdida ahí donde cualquier otro director hubiera apostado por lo mugriento como prejuicio patológico o trasunto material del mundo mental. En esta historia, el subsuelo en el que vive Kevin no es menos limpio que el consultorio de la psicóloga que lo atiende. Es más, hasta la parte de las cañerías carece de cualquier tipo de suciedad visible, la celda de las tres chicas tiene hasta el detalle de un baño con una rosa. De hecho, cuando la policía finalmente logra a entrar a esa suerte de refugio, en vez de encontrarse con los espacios típicos de un perverso psicótico (lleno de ratas, fotos perturbadoras, y bichos de todo tipo) lo que se ve primero son cepillos de dientes puestos en un vaso.

Incluso la propia puesta en escena de Shyamalan es metódica y despojada de un ambiente aterrador que replique los lugares comunes del subgénero de psicópatas asesinos. A su vez en momentos clave nunca hay música diegética ni extradegética que cree ambientes de tensión. Las escenas más terribles de la película (desde el secuestro en el auto, pasando por la primera interacción traumática de la protagonista con su tío) no están musicalizada con ningún tipo de melodía dándoles un aire frío, como quien observa algo horrible desde una distancia ciertamente impávida. A esto se le suma que, cuando la música aparece en escenas violentas (por ejemplo, cuando ocurre el asesinato de la psicóloga), la misma es extrañada, como queriendo señalar algo curioso antes que algo terrible, por lo que el distanciamiento reaparece como efecto sonoro.

Por otro lado, hay otra cosa raramente metódica en Fragmentado: su organización narrativa. Shyamlan decide contar la historia de su protagonista fragmentado en pedazos justamente en pedacitos. Así es como la película se abre en diferentes líneas narrativas: la historia del secuestro; la de la psicóloga; y la del pasado de Casey, una de las secuestradas. Y así como las personalidades de Kevin terminarán derivando en una cosa e irán hacia un sentido, también estas líneas narrativas irán hacia un lugar determinado.
Ahora bien, no hay que ser un genio matemático para darse cuenta que las líneas narrativas que constituyen la película son tres, y basta prestar atención a la película para darse cuenta que el número tres es bastante recurrente dentro de la trama. Tres son las chicas secuestradas, tres son las finalmente las víctimas fatales, en tres se divide la pantalla del Skype de la computadora de la psicóloga, 23 son las personalidades de Kevin y tres son los tiros que Casey termina pegándole a “La Bestia”.

Ahora bien, no creo que una persona interesada en la temática religiosa como Shyamalan no sepa algo básico para cualquier persona con un mínimo conocimiento bíblico: que el 3 alude muchas veces a componentes bíblicos, a la completitud, al número necesario (sea de días, de elementos, o de acciones) para que algo finalmente se construya o se revele por completo. Esas piezas son en Fragmentado lógicamente la de las personalidades que van formando a la Bestia. Y que Shyamalan aluda a una cuestión bíblica tiene que ver con que en la película se pone de manifiesto la figura de lo profético, de lo inevitable.

La figura de lo inevitable se alude todo el tiempo acá, por ejemplo para hablar de la irrefrenable evolución natural de las cosas. Desde este lugar Shyamalan llena su película de alusiones claras al mundo de la fauna y la flora. A veces estas alusiones son directas, cómo cuando muestra a los animales enjaulados del zoológico, o en la horrorosa escena del tío que “juega” con su sobrina a ser animales salvajes para convencerla de que se desnude. A veces se da de forma más lateral, como en la planta que aparece delante de Casey en el primer plano de la película, o la que está detrás de Kevin cuando habla con la psicóloga en su consultorio. También obviamente, la alusión lateral al mundo animal se da en la escena en el que Casey propone usar la orina como forma de defensa para que el atacante no quiera acosar a una de las secuestradas; y hasta en el propio mutismo concentrado de Casey, que parece comportarse por momentos como esos animales siempre alerta.

De todos modos, la cuestión animal de Fragmentado se ve de una manera aún más palpable en sus personajes principales. Tres seres que se han adaptado sin darse cuenta a un entorno salvaje de dominantes y dominados, y de supervivencia del más fuerte. Sobre esto hay una escena que es clave y es el momento en que vemos por primera vez hablando a Kevin. Allí asistimos a una persona que recupera su personalidad originaria y  le habla a Casey de donde está ubicada la escopeta y que debe de hacer en caso de que algunas de sus personalidades empiece a atacarla. No deja de ser inquietante que el tono que usa Kevin ya con su personalidad originaria es calmo y seguro, como de quien tiene un plan que seguro funcionará. De ahí que los indicios de resolución no provienen de una ingeniosa-lúdica lectura psicoanalítica como en la ya mencionada Demente (en ella veíamos más de una vez lo que su protagonista psicótico ve, incluso había varias escenas de John Ligtow hablando su otro yo alucinado), sino que en Fragmentado nunca vemos la imagen de James McAvoy desdoblada. No: siempre está solo él, a veces incluso en un mismo plano, haciendo distintos personajes. Esa ambigüedad es una patada al verosimil psicoanalítico.

Si uno lo piensa incluso, esa calma de Kevin ante un peligro terrible es reflejo de la propia psicóloga que lo trató y creyó también tener todo controlado. Es ella, después de todo, la que trata con toda calma lo que es una patología peligrosísima para la sociedad, la que cree que con el sólo hecho de pronunciar un nombre podrá estar a salvo de cualquier riesgo, la que habla tranquilamente con alguien que no tiene la menor idea de que puede matarla en cualquier momento; la que incluso y sin siquiera sospecharlo dice en las conferencias que puede haber una característica sobrenatural en su paciente. De hecho, ni bien empieza la historia de la psicóloga, la vemos apagando el televisor donde se habla de las tres chicas secuestradas, inmediatamente después estará hablando con una de las personalidades de Kevin sobre su posible muerte y quien la reemplazaría en ese caso.

Sin darse cuenta la psicóloga está teniendo indicios del horror que sucede y le sucederá, por eso también Shyamalan decide presentarla en una imagen perfecta: la de ella subiendo tranquilamente una escalera circular, evocativa de una película de terror, pero que ella asciende sin ningún tipo de temor, dando por sentado que tiene todo bajo control en el hábitat que se formó. En efecto, el gran horror que encuentra Shyamalan en Fragmentado es que todo terror redunda en la pretensión de control, de conocimiento y de comprensión, inclusive de los comportamientos más abiertamente sobrenaturales.

Lo de Casey, por otro lado, ya es otra historia. He leído en varias notas que ella es la única que tiene la fuerza de combatir a Kevin porque de alguna manera su infancia traumática la a hecho más fuerte ante el dolor. Sin embargo, esto es relativo. Es evidente que Casey sabe utilizar alguna que otra estrategia útil para deshacerse de algunas de las personalidades de Kevin –como el ya mencionado caso de la orina- y que de las tres secuestradas es la que más sentido común sabe mostrar en algunas situaciones. Pero también es verdad que en muchas escenas su capacidad de accionar y de decisión pareciera anulada. Así  es como de todas las personalidades de Kevin, sólo puede animarse a manipular y a combatir a la que tiene ocho años; se ve imposibilitada tanto sea de animarse a escapar por el pasadizo como a rebelarse contra la personalidad zen de su secuestrador después de que una de las secuestradas le pegue con un sillazo. Uno me podrá decir que hacia el final Casey logra dispararle a la Bestia, pero es verdad también que esos disparos fueron anteriormente ordenados por Kevin en su estado de lucidez.

Si uno se pone a analizar estos hechos, aquella escena frustrante en la cual Casey no logra denunciar a su tío es perfectamente natural. Después de todo, Casey no es otra cosa que una chica con una fuerza de voluntad destrozada, que ha incorporado la violencia aberrante de su tío a su vida cotidiana. Su vida encuentra, de algún modo, un paralelo inquietante con el de la propia psicóloga: alguien que todos los días convivía con un monstruo adelante, volviéndolo parte de su vida diaria. Que ese monstruo después asesine a la psicóloga en un abrazo que es al mismo tiempo cariñoso y sádico, permite incluso interpretar el destino final de Casey de una manera desoladora.En la misma comprensión humana se esconde una naturalización de la violencia que, según parece, es inerradicable.

Casey es, también, una persona que carga con todos y cada uno de los comportamientos más comunes de una persona abusada, pero es también la mayor conexión con el mundo real que hay en Fragmentado. En algún punto incluso, Casey puede ser la reflexión de Shyamalan para decir que ese trauma perfectamente posible en el mundo real es la versión terrenal de las historias de fantasiosas de la psicóloga y Kevin, y que así como El Protegido (M.N.Shyamalan, 2000) sugería que los superhéroes eran la versión sobrenatural de un heroísmo cotidiano y trágico, Fragmentado se propone la idea de que muchos villanos de cómics no son otra cosa que la proyección real de pesadillas diarias. Quizás, de manera anormal, extraña a primera vista, tanto una película como otra pueden carecer de todo menos de realismo.

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