Guardianes de la galaxia Vol. 2

Por Federico Karstulovich

Guardianes de la Galaxia Vol. 2  (Guardians of the Galaxy Vol. 2)
Estados Unidos, 2017, 136′
Guión y dirección: James Gunn.
Con Chris Pratt, Zoe Saldana, Dave Bautista, Michael Rooker, Glenn Close, Sylvester Stallone y Kurt Russell.

Al final, lo primero es la familia.

Por Paola Menéndez 

Ha pasado un tiempo ya desde que este grupo temerario salvó la galaxia, si. Y para no ser menos, esta nueva historia inicia con el encargo de una misión. Los héroes deben proteger unas costosas baterías, propiedad de los altivos Soberanos (si no saben de qué se trata el concepto, chequeen Guardianes Vol 1). Para ello, se las verán con un gigantesco y viscoso monstruo interplanetario. Desde este punto de vista, la premisa es bien sencilla, protocolar y hasta remanida: “una función más, estructurante del camino del héroe”, diría Vladimir Propp (y Joseph Campbell). El grupo, otra vez. ¿Un lugar común para un inicio? En honor a la verdad, resulta preciso indicar que ese no es el verdadero comienzo…

Guardianes de la Galaxia Volumen 2 es, sin lugar a dudas, una de las secuelas más esperadas del año afirmación justificada en gran medida a la magistral mano de James Gunn, su director, quien había dejado una vara muy alta en la primera aparición de estos personajes tan particulares del universo Marvel. Pero…¿la vara se mantiene, la expectativa se cumple, la mano se conserva?

La acción empieza con un paisaje reconocible: un racconto integrado a través del plano- muy logrado (una de las escenas en las que el 3D  destaca en su justa medida)- nos lleva con amor hasta los años ochenta: una chica cantando estruendosamente en un auto descapotable, con sus cabellos al viento, junto a su enamorado quien le devuelve una mirada tierna y miles de gestos afectuosos mientras recorren la carretera de un típico pueblo americano. Entonces, la imagen del locus amoenus del pasado constituye el prólogo a la pelea que sitúa a los héroes en el presente. Y aún más, es su contraparte necesaria donde se sustenta la potencia de lo que en el futuro nos será develado. Porque el pasado y el uso de los indicios que nos retrotraen a otro tiempo son herramientas clave para la saga.

El Padre Primordial

La secuencia de los títulos en donde ese monstruo “cae” del espacio y comienza la batalla es la antesala simbólica que permite comprender en primer lugar, el tono de exceso general que impregnará toda GGV2: las cosas se resuelven por todo o nada y no existe espacio para los matices. La criatura es gigantesca y pese a que no existe una situación fuera de control propiamente dicha, la pelea contra ella es ardua, dura pero también subyugante. La batalla es la puesta coreográfica de un baile colectivo – nótese la diferencia con la performance individual que Peter Quill (Chris Pratt) ejecuta al inicio de la primera entrega- en donde todos los miembros del equipo deberán cooperar para aniquilar la bestia. No casualmente, resulta Groot (Vin Diesel), el único realmente ajeno a lo que está sucediendo. Mientras en el fondo de la pantalla, vemos, esa seguidilla hiperbólica en el derroche de fuego, bombas y excrecencias lumínicas, el centro de la escena es para Ramita que bailotea surfeando el peligro.

El primer gesto de la película es el de subvertir cierto orden con el que había culminado la primera entrega. Podría percibirse que Groot adulto detentaba una actitud protectora y paternalista marcada inicial y casi exclusivamente hacia Rocket Raccoon y luego ampliada hacia los forajidos en general. De hecho, la supervivencia de todos, radica principalmente en la acción del sacrificio abnegado que realiza hacia el final. Durante este volumen 2, la máxima de Jor-El, cobra una abrumadora literalidad ya que Groot se convierte en hijo y Rocket Raccoon -y el grupo en su conjunto- en padre.

La película expone, siguiendo una estructura dada por la mejor tradición de las sitcoms americanas, una serie de conflictos familiares y domésticos, una especie de rizoma doméstico cuyo centro gravitacional es Groot -y no Peter Quill como se presupone. De todas formas a cada personaje le es dado un lugar para ajustar cuentas con su pasado, algo que también resuena a sitcom que construye el arco de temporada a lo largo de los capítulos.

El hombre que vino de las estrellas, es la manera usual con la que Brandy, solía referirse a Ego (Kurt Russell), el padre de Star Lord y resulta también una referencia obvia al genial film de Carpenter estrenado en 1985 y protagonizado por Jeff Bridges. Allí también -aunque por circunstancias diversas- un extraterrestre aterriza en un pueblito americano, establece una relación con una humana y finalmente, ésta queda embarazada provocando un giro dramático en la historia.
James Gunn declara abiertamente esta referencialidad y de hecho – aunque juguetea y escamotea algunas- lo hace con casi todas aquellas intertextualidades que expone en sus filmes. Esto, representa, uno de sus más grandes aciertos ya que permite desarrollar una narrativa desde la exposición del artificio. En la primer entrega de Guardianes, la importancia de la película Footlose o la saga Star Wars – sin desmedro a otras referencias – funcionaban como un motor semántico-interpretativo que permitía pensar y enmarcar las acciones de los protagonistas. En este caso, se repite la operación con idéntico desparpajo -llegando a incluir al inconmensurable David Hasselhoff- y por momentos, la magia vuelve a estar intacta. El gesto funciona entonces brillantemente cuando logra autoparodiarse. Desde esa perspectiva, la escena en que Ego enseña a Peter a usar su poder y terminan arrojándose una pelota a modo de lanzamientos de baseball es simplemente genial. Desde ese acto sencillo y doméstico desfila en nuestros corazones toda la tradición de padres biológicos abandónicos del cine americano.

El problema radica quizás, en que la sobreexplotación de ciertos clichés, aun con guiño cómplice, vulneran, muchas veces, la estructura lógica del filme y este se convierte en un defecto estructural atendible. Cuando la autoparodia no funciona y se apela al sentimentalismo puro, los personajes llegan a tomar resoluciones estereotipadas que solo pueden ser pensadas porque están siguiendo el guión de un género: un procedimiento mecánico. Por ello estos hechos culminan siendo irracionales: ¿Por qué Ego diría a viva voz que fue él quien insertó el tumor en el cerebro de Brady mientras Peter estaba absolutamente subyugado?.
Aun con estos obstáculos narrativos, el filme avanza y nos interpela emotivamente ya que establece una especie de tejido endógeno lo suficientemente sólido para que ya no nos preocupen las baterías ni los villanos, ni las amenazas externas sino la continuidad del grupo. Para ello, los padres deben morir una y otra vez.

Ego representa en muchos aspectos, ese Padre Primordial al que Freud hacía aludía en su célebre Tótem y Tabú (1913). Aquel padre que dicta la Ley porque él es Ley. Investido de una figura seductora, Ego engulle a sus hijos para mantener su poder y afianzar su plan de expandirse infinitamente, al igual que el voraz Cronos. Ego comparte la misma matriz que Thanos, por ello es acertada – y un poco estúpida- la acción que decide emprender Nebula (Karen Gillan) : solo con la muerte de ese Padre, ella podrá ser realmente libre y esta declaración temeraria de principios es incomprensible para Gamora (Zoe Saldaña). “La preocupación por su progenie” de la que habla Mutis ( Lua Nguyen) es sencillamente la ansiedad y el anhelo de devorarse toda singularidad. Por ello este padre biológico es enfrentado permanentemente a la figura del padre por error.

En ese sentido es Yondu (Michael Rooker) la contraparte necesaria, aquella conocida figura accidental, torpe y muchas veces grotesca que culmina siendo mejor padre que el sanguíneo. Figura paterna accidental, obtusa y torpe, termina siendo el mejor Hasselhoff (no solo una cita, sino una inclusión perfecta para la dramaturgia de la película). Yondu es un exiliado, un paria para la propia sociedad de los Ravagers y es solo mediante el sacrificio que se redime ante los ojos de todos y se hace entrañablemente eterno en un funeral memorable.

Tras el duelo, aparece en una de las escenas postcréditos, un Groot ya adolescente y un Star Lord haciendo las veces de un padre de familia. Inversión simbólica necesaria para todo lo que se aguarda en el futuro y combinación con un corazón gigante.Tras la sorpresa de la primera entrega, esta secuela optó por un tono más intimista y austero, siendo un entremés para la acción que se viene en el volumen tres. Sigamos Hooked on a Feeling.

Bonus Track – Cambalache

– Emoción plena a ver a Sly como jefe de los Ravagers con ese aire tan Dredd. Se espera una continuidad importante.

– La dupla dada por Drex ( Dave Bautista ) el gigante tosco y Mutis es sencillamente genial. La mejor seguidilla de chistes se da a partir de la interacción entre ambos. No así, en sus apariciones individuales.

– El cameo de Stan Lee que rompe la cuarta pared y lo convierte en un personaje en sí mismo es destacable. El viejo espeta a los observadores: ¡Vuelvan aun tengo muchas historias para contar!.

– Para los amantes del cómic, existe en esta nueva entrega una revalorización del personaje de Yondu ya que permite pensar en una suerte de altruismo desinteresado que podía leerse en las historietas y que, en desmedro del mismo, estaba desfigurado en la primer película.

– La aparición de Adam Warlock. Si bien el origen no es idéntico respecto al cómic, es interesante cómo Gunn juega con la posibilidad de convertirlo en villano o héroe en la lucha contra Thanos. Se le dará un lugar central aunque nos deja con la intriga de saber para qué equipo va a jugar finalmente.

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