Hasta los huesos

Por Mariano Bizzio

Bones and All
Italia, 2022, 130′
Dirigida por Luca Guadagnino
Con Taylor Russell, Timothée Chalamet, Mark Rylance, André Holland, Michael Stuhlbarg, Chloë Sevigny, Jessica Harper, David Gordon Green, Francesca Scorsese, Jake Horowitz, Anna Cobb, Steven Terry Walker, Johanna McGinley, Christine Dye, Claudio Encarnacion Montero

Un quilombo nuevo todos los días

Hay toda una tradición noble, trabajada y hermosa a lo largo del cine americano. Es una que inlcuye a los fugitivos de la ley, tradición que mezcla elementos del policial negro con las road movies con el viejo formato de western de colonos, donde un grupo debe encontrar un lugar en el cual poder asentarse. Esa idea de un cine del transcurso tiene, también, algo de Hooper, con los bares abiertos a cualquier hora, con los borrachos, con los drogadictos, con los caídos del catre del sistema. En este orden de cosas, en algún momento, directores como John Carpenter, como Georege Romero y Kathryn Bigelow le sumaron un par de porotos al asunto, incluyendo a reventados vampiros que deben asegurarse comida y sustento sin que los toque el sol. O a zombies que fueron expulsados de cualquier cosa que se asemeje a la vida en comunidad.

Aunque la vistan de mona, seda queda. El problema es que Guadagnino es uno de esos directores que se comportan como designers antes que como directores, acaso demasiado preocupados porque las cosas se vean bien (o mal, que es lo mismo) antes que por narrar. En este sentido, a diferencia de los mencionados previamente, Guadagnino no puede ni remotamente acercarse al cine proletario de los desclasados que intenta retratar. Por eso su cine es uno de la sobreactuación, donde todo el tiempo, como ya sucedía con Suspiria (su nefasta remake de la película de Darío Argento) Guadagnino siente que debe demostrar algo y recarga las tintas en el diseño del verosímil. Entonces, si estamos en los 80s, el gesto debe ser resaltado (en este caso con la música, una sucesión de temas clásicos extraordinarios pero usados de una manera vergonzante por su redundancia y obviedad), si estamos ante una película de marginados, la marginalidad debe estar subrayada hasta lo desagradable, que en este caso incluye caníbales depresivos. Y así.

Luca Guadagnino entiende que en Hasta los huesos lo importante llega cuando hay un gesto visible (ya sea una acción desagradable como un momento bucólico). Curiosamente es un mal aprendizaje de Argento, que también era un director de escenas y climas. La diferencia es que la incapacidad narrativa de DA se compensaba con una imaginación desbordada para las escenas de crímenes como pocos casos hay en la historia del cine. En este caso, el pobre Luca hace un cine de escenas pensando que el peso está en ellas. Y no en la capacidad de explotar lo que sucede entre las mismas, que es en donde la película encuentra su vínculo con esa tradición americana que mencionamos al principio, que incluso cruza con el setentismo de un John Huston (en un horizonte de referencias que va de Fat City a Wise Blood). Pero es pedirle demasiado al pobre LG, más entusiasmado con la publicidad arty-revulsiva (algunas escenas son extremadamente desagradables) que con el encuentro de una sensibilidad no controlada, esa que proviene del azar de los acontecimientos y del registro de los detalles accesorios.Perdida en un mar de posibilidades mal exploradas, jugando a duplicar la apuesta, pero sin tener la más remota idea de las limitaciones que tiene un cine en el que todo el tiempo se construye identidad gracias a un agent provocateur, Hasta los huesos es una nueva oportunidad perdida para un director capaz de construir ideas audiovisuales, si, pero imposibilitado de convertirlas en cine.

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