Juana Banana

Por Mariano Bizzio

Argentina, 2022, 80′
Dirigida por Matías Szulanski
Con Julieta Raponi, Jenni Merla, Franco Sintoff, Matías Szulanski

Juego de encastre

Desparpajo no es, estrictamente, sinonimia de libertad. A veces puede ser su perfecta inversión. Hija de esos experimentos de rodaje universitario (se asemeja mucho a las películas de improvisación de espíritu casavettiano, pero tampoco es eso, sino su asimilación errónea), lo que propone Juana Banana tiene algo que la vincula íntimamente con cierto cine independiente y falsamente desprolijo de los 90s, como el de Mariano Galperín, que jugaba con el desorden pero, contrario a lo lúdico, lo que se hallaba en sus películas era un esfuerzo denodado por encajar en el juego.

Juana Banana no encastra. Pero no porque no pueda, porque no esté en su espíritu esa potencia de combinación entre lo medianamente planificado (el guión) y la irrupción del azar (la improvisación pura y dura), sino porque quizás nunca se preguntó demasiado qué debía/podía/quería hacer con esos materiales. Producto entonces del desorden ordenado (o del orden desordenado), su sistema narrativo es como una calesita que empieza a subir la velocidad pero que en algún momento empieza a arrojar a los niños por el aire, porque la fuerza centrífuga hace su trabajo. El problema es que esa calesita gira y gana velocidad pero sigue parada sobre su eje, que tiembla indefinidamente mientras gira vaya uno a saber hacia donde mas que sobre si misma.

Poco viene al caso (o nada, porque una crítica no puede ser una descripción ociosa de la sinopsis de una película rodeada de unos cuantos adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios y unas pocas palabras más) tratar de explicar a su protagonista, una excéntrica (básicamente pérdida de algo parecido a un “centro”) que puede ser amable e irritante al mismo tiempo. Poco importa narrar sus desventuras como actriz, como escritora o como amante. Ni como amiga, ni como cinéfila. De todas y cada una de esas partes está hecho el manojo de nervios que configura la vida de Juana, más adepta a perderse que a encontrarse. De ahí que cuando la película asume un riesgo físico (correr, saltar, tropezarse, ensuciarse, etc) es cuando mejor le va. Y que cuando los personajes hablan (excepto en algunos pasajes inspirados y notables, sean o no improvisados) todo se vuelve un poco áspero, pero en el peor de los sentidos, porque todo el sistema comienza a chirriar y a efectuar un ruido molesto.Ingresando por la puerta trasera de los festivales, en silencio, Juana Banana llega a las salas. Posiblemente para irritar de sobremanera. Pero bueno, de ese riesgo también está hecho el cine: de buscar encastrar sin hallar el lugar adecuado al que pertenecer.

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