Judas and the Black Messiah

Por Sergio Monsalve

EE.UU., 2021, 126′
Dirigida por Shaka King
Con Daniel Kaluuya, Lakeith Stanfield, Jesse Plemons, Martin Sheen, Ashton Sanders, Lil Rel Howery, Algee Smith, Jermaine Fowler, Robert Longstreet, Dominique Fishback, Nick Fink, Darrell Britt-Gibson, Terayle Hill, Amber Chardae Robinson, Adam Ratcliffe, Caleb Eberhardt, Alysia Joy Powell, Crystal Lee Brown, Amari Cheatom, Debbie Scaletta, Michael Buonomo, James Udom, Michael Harrity, Chris Hahn, Matt Hudson, Linda D Gaines, Zak Lee, Steve Rizzo, Alonda Shevette, Laura Allen, David Gragg, Peter Lawson Jones, Mell Bowser, Aaron Kleiber, David Haynes, Tone Tank, Roger Petan, Todd C. Adelman, Chris Drexel, Anthony Garcia, Shalanda Fresh, Chris Breen, Bobby Rodriguez, Chris McCail, Brian Andrus, Suzie Coker, Logan Fry, David Goebel, Dominique Thorne

Bajo una estructura de cristal

En Judas and The Black Mesiah se conjugan las paradojas del nuevo cine de la cancelación. 

Antropológicamente es un filme válido en su investigación histórica de campo, pero lastrado por una concepción binaria, donde el hombre blanco se encapsula en una imagen de corruptor del viejo esclavo dócil de la cabaña del Tío Tom. 

Existen las polarizaciones entre razas y las luchas intestinas dentro de la propia cultura afroamericana, cuya división estricta se esboza desde el título. 

Dos arquetipos se enfrentan, cual batalla de Rocky contra Drago en el fin de la guerra fría, de Frost versus Nixon. 

La pelea, en este caso, comparte las ideas maniqueas del año de la muerte de Floyd, según la perspectiva de la órbita del Oscar, alrededor del algoritmo de piezas homologables como One Night in Miami y La Mamá del Blues

Con Judas and the Black Mesiah se conformaría una especie de trilogía de la academia, del 2021, para bajar una línea editorial de plena condescendencia con el target de la representatividad de minorías, que ya no son tales porque hegemonizan el mercado de la temporada de premios, en su burbuja de corrección de corrección política.

El alto estándar de producción, la presencia de un casting de estrellas de prestigio, son algunas de las contradicciones de otro largometraje guerrillero y marxista de la industria, elaborado como un artículo de consumo de la rebeldía en venta. 

La contracultura como negocio fabrica actualmente series y películas así de prolijas, de sofisticadas, purificando el verdadero sentido clandestino e indómito de grupos sediciosos como las Panteras Negras, dignos de un mejor documental o de una aproximación menos hollywoodense. 

Después de estudiar el cine de la época, queda una mala sensación al compararlo con la adaptación edulcorada y moralizante de Judas and The Black Mesiah, centrada en el dilema del negro redentor y salvador, frente a su réplica de traición y sumisión. 

El guion nos quiere ejemplarizar a través del relato del joven idealista y revolucionario, como el Che y tantos otros, sacrificado por la consumación de sus proyectos utópicos. 

La cinta gasta millones en adoctrinarnos con su mensaje buenista y populista de protección de los pobres, de los oprimidos, de las víctimas del Tío Sam y sus tentáculos del FBI y la CIA. 

El libreto compendia la cartilla de prejuicios del llamado idiota latinoamericano, quien vive de encontrar y descubrir conspiraciones yanquis, hasta en la sopa. 

Por ende, supongo, al peronismo camporista gustará el panfleto interpretado por Daniel Kaluuya. También gratificará a la nomenclatura del chavismo y del Foro de Sao Paulo. 

Por tanto, hay poco cine en la construcción dramática de la obra. La visión panfletaria de izquierda ahoga la posibilidad de narrar un auténtico drama de personajes tridimensionales. 

En cambio, la chatura de la escritura lo eclipsa todo, siendo un trabajo funcional y tradicional a los intereses del foco contemporáneo del género de los dobles espías. 

Es predecible la infiltración del hipócrita, su seducción por el hombre carismático, su degradación y suicidio bíblico. 

El progresismo se contenta de publicar sus lecciones de comunismo for dummies, bajo el empaque de una película indie de la casa Bron, asociada a HBO Max. 

De los mismos creadores de Joker, Judas and The Black Mesiah representa al último explotation de la generación woke

Una estructura acristalada que no resiste un temblor crítico. Por aquí, apenas, le propinamos un sacudón para evidenciar su fragilidad.

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