Justicia Implacable

Por Rodrigo Martín Seijas

Wrath of man
EE.UU., 2021, 119′
Dirigida por Guy Ritchie
Con Jason Statham, Holt McCallany, Josh Hartnett, Scott Eastwood, Jeffrey Donovan, Laz Alonso, Jason Wong, Post Malone, Niamh Algar, Deobia Oparei, Babs Olusanmokun, Rocci Williams, Chris Reilly, Josh Cowdery, James Warren, Darrell D’Silva, Cameron Jack, Alessandro Babalola, Stevee Davies, Raúl Castillo, Lyne Renee, Andy García, Eddie Marsan, Tadhg Murphy, Mark Arnold, Gerald Tyler, Alex Ferns

¿De dónde salió?

Esa, la pregunta del título de esta nota, sobrevuela de manera constante mientras se mira Justicia implacable, horrible título con el que se estrena en Latinoamérica Wrath of man (algo así como La ira del hombre) a nuestro país. Es que Guy Ritchie es de esos realizadores con una voluntad casi inquebrantable por dejar su huella estética en cada plano, además de desplegar toda clase de juegos narrativos, con idas y vueltas temporales muchas veces antojadizas. Todo esto lo lleva a transitar un desfiladero muy estrecho entre la simpatía y la canchereada vacía, con películas más que atractivas (Snatch, cerdos y diamantes, El agente de C.I.P.O.L., Rey Arturo: la leyenda de la espada), y algunas definitivamente irritantes (RocknRolla, Los caballeros). Pero Justicia implacable parece, mayormente para bien, lo opuesto a su estilo habitual.

Es que Justicia implacable parece hecha por un cineasta más cercano a la vertiente de William Friedkin, John Frankenheimer o Michael Mann. Incluso tenemos algo de Jean-Pierre Melville, particularmente desde la presencia de Jason Statham, que parece una reencarnación del Alain Delon de El samurái. El suyo es un profesional del crimen frío, imperturbable, un personaje salido del polar francés, aunque con un filtro de la rudeza británica y el contexto urbano estadounidense. Se hace llamar simplemente H y lo vemos comenzando a trabajar en una compañía de camiones de caudales que transporta millones de dólares cada semana por todo Los Ángeles. Poco se sabe de él más allá de su currículum laboral, aunque se va intuyendo que no solo está ahí para ganarse el pan de cada día. No, hay algo más que lo motiva, y eso quedará claro cuando se da un intento de asalto en el que demuestra una destreza brutal para deshacerse de todos los ladrones.

La primera mitad de Justicia implacable es casi perfecta, ya desde la primera secuencia, notablemente filmada a partir de un único plano fijo desde dentro de un camión blindado, a la que le sigue una narración seca, concisa, que se toma el tiempo apropiado para presentar al protagonista y el mundo que se va delineando a su alrededor. Todo ahí es profesionalismo, fisicidad, humor ácido y cortante, vínculos marcados por la rudeza y un machismo clásico, que es verosímil incluso desde lo paródico. Claro que, entrando en la segunda mitad del relato, a medida que van quedando claros los objetivos y razones que impulsan a H, el film empieza a aplicar varios giros argumentales que nos hacen recordar a los trucos habituales del cine de Ritchie. Son vueltas de tuerca astutas, pero también algo arbitrarias, que amagan con llevar a la película para el terreno impostado de los thrillers de Christopher Nolan como El gran truco, Noches blancas o Memento.

Por suerte, Ritchie recupera el tono previo justo a tiempo, cuando se aproxima el desenlace. Los trucos narrativos y los juegos de máscaras persisten, aunque más vinculados a cuestiones de identidades, códigos y perspectivas sobre los deberes profesionales y afectivos. En las instancias donde este tipo de películas se pasan de astutas, Wrath of man encuentra en cambio el equilibrio apropiado para mostrar inteligencia sin resignar visceralidad y centralidad para lo que les pasa a los personajes. Por eso, casi por decantación, la trama arriba a un duelo de concepciones enmarcado en un impactante tiroteo dentro de un espacio cerrado, con el sonido atronador de los disparos como lenguaje dominador. Ritchie se deja llevar por los conflictos, no da vueltas, no recurre a chiches estéticos y deja que sean los cuerpos y las balas los que narren todo.

Con Justicia implacable, Ritchie entrega una de sus películas más atractivas, aún con sus desniveles e imperfecciones. Al mismo tiempo, parece abrir una nueva etapa en su cine, una que no necesita dialogar con el cinismo del presente, sino con la crudeza del pasado. ¿Continuará por esta senda o esta fue apenas una puerta abierta que se cerrará pronto? Solo el paso del tiempo nos dará una respuesta certera.

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