La extorsión

Por Gabriel Santiago Suede

Argentina, 2023, 105′
Dirigida por Martino Zaidelis
Con Guillermo Francella, Pablo Rago, Andrea Frigerio, Carlos Portaluppi, Alberto Ajaka, Romina Pinto, Mónica Villa, Guillermo Arengo, Juan Carlos Lo Sasso, Joselo Bella, Osvaldo Djeredjian

Techo bajo

El cine industrial argentino tiene ese no-sé-qué que cada tanto nos demanda una suerte de actualización del sistema, a ver si todavía está en condiciones de narrar correctamente, si se ha entregado a la publicidad, si meramente apela a la corrección o si, en el fondo, es capaz de comportarse como exponente de lo que todo proyecto industrial debería ser: un trabajo profesional que con el tiempo tiende a mejorar por el traspaso de saberes generacionalmente. 

La extorsión puede pensarse, a primera vista, como un acercamiento a eso que alguna vez nos prometió Fabián Bielinsky (y que cumplió con creces en sus dos largometrajes): un cine de género profesional, industrial, con un guión sólido (acaso el talón de Aquiles de la mayor parte de la producción mainstream local, que suele poner las apuestas sobre el star system vernáculo y que el resto llegue por inercia), con un horizonte de continuidad y no de excepcionalidad (algo que sí sucedía con Bielinsky, quien supuso una disrupción absoluta para el cine argentino entre 1998 y 2008, dejando una vara altísima). Y podemos decir que en buena medida cumple con lo que promete, ya que todo lo que forma parte del plan narrativo se entrelaza como parte de una mecánica precisa y con solvencia profesional. Ahora bien…esto no debería ser un piso antes que un techo?

Como en El aura, la película utiliza a su favor una limitación cognitiva del personaje para dar sentido a la narrativa. Al mismo tiempo, hay algo del código del thriller mezclado con comedia que no parece terminar de cohesionarse, como si todo el tiempo la película contara con dos caras: una que se quiere inscribir en el lugar de pertenencia que el género y sus mejores exponentes encuentran en el cine argentino, pero al mismo tiempo como si buscara denodadamente encontrar un diferencial capaz de contrastar con ese mismo cine al que representa. Ahí es donde hay que preguntarse por las decisiones del último tercio de película, el más polémico, precisamente porque descalabra lo que tanto había costado.

Si La extorsión funciona, en parte, es gracias a un McGuffin que organiza el relato, hasta que comienza a importar otra serie de asuntos. También funciona cuando concentra tiempo y espacio en función de la administración de saberes. En ese contexto es donde mejor funciona su verosímil. El problema aparece, por tanto, cuando ese verosímil comienza a deformarse según las necesidades del momento y no según el código en el que nos habíamos instalado. Y lo que parecía probable comienza a ser ganado por lo improbable, por las elipsis temporales, por los giros de tuerca que llevan todo el asunto hacia un paroxismo que nada tiene que ver con los dos tercios iniciales de la película. En esa serie de decisiones finales es donde el techo se toca con el piso: o porque se perdió mucho a riesgo de querer tocar el cielo con las manos o porque en el fondo, la narrativa enana nunca estuvo tan lejos del suelo como imaginábamos. Paradojas de un cine industrial espasmódico.

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