La hermanastra fea

Por Marcos Ojea

The Ugly Stepsister / Den stygge stesøsteren
Noruega-Dinamarca-Rumania-Polonia, 2025, 105′
Dirigida por Emilie Blichfeldt.
Con Lea Myren, Ane Dahl Torp, Thea Sofie Loch Næss, Flo Fagerli, Isac Calmroth, Malte Gårdinger, Ralph Carlsson, Isac Aspberg, Albin Weidenbladh, Oksana Czerkaszyna, Katarzyna Herman, Adam Lundgren, Willy Ramnek Petri, Cecilia Forss, Kyrre Hellum, Agnieszka Żulewska, Staffan Kolhammar y Philip Lenkovsky.

Little Miss Nightmare

El último grito del body horror, otra vez. Después de La sustancia, que puso nuevamente la conversación sobre la mesa, después de Together, una aproximación filtrada por el romance, aparece La hermanastra fea, directo desde Noruega, como una reversión grotesca de la clásica historia de Cenicienta. Dirigida por Emilie Blichfeldt, elige como punto de vista a Elvira, la hermanastra mayor, quién deberá competir con Cenicienta por la atención y el amor del príncipe Julián.

Desde el arranque, con el traslado de Elvira, su hermana y su madre por un bosque brumoso, mientras ella lee y fantasea con el príncipe, la película opta por un tono de cuentos de hadas retorcido. Una atmósfera algodonada, lista para quebrarse y dejar pasar la oscuridad. Las penumbras que finalmente se hacen presentes, no solo desde la poca iluminación de la casa, propiedad de nuevo marido de la madre, si no desde la fatalidad que apresura los eventos. Con la pobreza nuevamente respirando sobre ellas, la madre urde un plan: será Elvira la que las salve, casándose con el príncipe y obteniendo así su fortuna. Pero hay un problema: en los términos tradicionales, Elvira está muy lejos de los estándares de belleza esperados. A simple vista, no puede competir con Cenicienta, que incluso rebajada y humillada por su madrastra, se mantiene radiante y hermosa.

A partir de esta premisa, la película irá sometiendo a Elvira a distintas crueldades; desde el trato de los demás, hasta los procedimientos para “embellecerse”, que van desde una operación brutal de nariz, la costura de pestañas, hasta la ingesta de un gusano que le permita comer sin engordar. Todo prepara el terreno para el desastre, para la explosión. Quizás en un juego con las expectativas, o con su propia manera de venderse, La hermanastra fea se demora en exhibir a fondo sus horrores. Transcurre con un ritmo que no aburre, pero puede desesperar a quién busque un terror al hueso, palo y palo, que salpique los ojos con sangre y entrañas. Puede que ocurra, pero conviene dejarse arrastrar. La película es, por supuesto, muy europea.

Y como está tan lejos de Hollywood y su moral, se permite mostrar cuerpos, desnudarlos, hacerlos pasar un buen rato, o todo lo contrario: destruirlos en pos de una perfección que, como tal, es imposible de alcanzar. La permanente inocencia de Elvira, quién solo recibe comprensión por parte de su hermana Alma, funciona como el último reservorio de esperanza en un mundo regido por los hombres, la superficialidad y el dinero. La lograda interpretación de Lea Myren como Elvira, entonces, resulta esencial para que tengamos de donde aferrarnos. La seguimos expectantes, aunque ya sabemos cómo termina el cuento original. Acá las cosas no son distintas, y lo que queda es la fuga, el dejar atrás para sobrevivir. Un gesto noble, resiliente, de una película que es menos terrible de lo que pretende ser. O, malditas expectativas, de lo que creíamos que iba a ser.

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