La tierra según Philomena Cunk

Por Pedro Gomes Reis

Cunk on Earth
Reino Unido, 2022, 5 episodios de 29′
Creada por Charlie Brooker 
Con intervenciones de Diane Morgan

Quién termina el chiste?

I started a joke
Which started the whole world crying
But I didn’t see
That the joke was on me, oh no

I started a joke, Bee Gees

Los hermanos Marx generaban encadenamientos delirantes, suficientes como para que aquello que había iniciado en A terminara en S de maneras imprevisibles y solo en un par de segundos, casi sin solución de continuidad. O al menos no una continuidad lógica tradicional, causal. O mejor aún: con una causalidad delirante pero sustentable desde la lógica imperturbable de Groucho, el maestro de orquesta capaz de organizar lo que sino podría ser fácilmente caracterizable como un delirio gratuito. La risa (el humor en realidad, ya que la risa es un emergente posible, pero no el único), responde a un sistema. Y cuando ese sistema es claro y comprensible para nuestro cerebro, bueno, no hay nada más que hacer: casi cualquier cosa puede convertirse en parte del sistema de la comedia (que tampoco está obligada a la risa, pero si a la sonrisa, a la felicidad).

Como si lograra articular la impunidad del humor inglés (cuya clave está en la supervivencia de la pausa sin remate luego del absurdo, a diferencia de la escuela americana, que precisa el estallido) con el delirio de Groucho y la impasividad de Peter Sellers, Philomena Cunk se convierte en un personaje ficcional que, a primera vista al menos, no es nuevo: desde hace casi una década la actriz Diane Morgan trabaja junto a Charlie Brooker (si, el responsable de Black Mirror) llevando adelante una serie de mockumentaries (documentales en tono satírico) de corta duración. La cuestión es que los mismos se proponen contar, a la usanza de los documentales de National Geographic, Discovery o The History Channel, literalmente, la historia de un país, de civilizaciones específicas o, como en este caso, directamente la mismísima historia de la humanidad desde el inicio de la civilización hasta el presente (en cinco episodios de menos de 30′ de duración!).

La tierra según Philomena Cunk es, por lo tanto, la continuación natural de un recorrido, pero también su hipérbole, su representante del máximo nivel de absurdo posible para la idea (aunque siempre habrá espacio para un El universo según Philomena Cunk): describir una enormidad informativa en una cantidad sustancialmente reducida de tiempo. El problema es que el arte de Philomena como presentadora no es la síntesis, aunque tampoco la extensión desmedida, sino la derivación delirante, la pregunta imposible, la asociación absurda (que también recuerda mucho a ese mockumentary de entrevistas a celebridades conducido por Zach Galifianakis llamado Entre dos helechos, con el que parte de este programa tiene más de un punto de contacto).

Y es que en La tierra según Philomena Cunk el sistema de relaciones que sostiene la sofisticación de la comedia propuesta se produce un encuentro entre la cultura pop, el enciclopedismo barato de wikipedia, las teorías conspirativas y la academia, pero todo mediado por un tono ignaro (es decir, una ignorancia incapaz de reconocerse ignorante). Esa mezcla puede combinar a los hombres de las cavernas y los dibujos rupestres con internet, a Beyonce con Einstein y la teorīa de la relatividad, a la música medieval con el hitazo de Technotronic llamado Pump the Jam (no recuerdo un mejor uso de este tema y este video en tantas ocasiones para generar un gag como lo hacen aquí).

Ustedes dirán: Hermanos Marx, Peter Sellers, Mockumentary, Cultura Pop, humor inglés: nada puede salir mal de todo esto. Seguramente es una maravilla escondida en la plataforma de Netflix que se hunde cada vez más. Pero no, lamento decirles que si llegaron a leer hasta aquí, tengo malas noticias. Básicamente malas porque La tierra según Philomena Cunk tiene un episodio inicial excepcional, al que recomiendo que vean si pasaron un mal día porque los va a dejar felices. El problema, en todo caso, es que aquello que funciona con felicidad y fluidez en el primer episodio se convierte en un truco repetido en el segundo, que nos deja con ganas de más como el primero. Pero el tercer episodio, conforme nos vamos acercando a la modernidad, no parece repuntar, sino más bien girar en torno al desprecio por el presente (recordemos que el responsable es Charlie Brooker, un guionista reaccionario para el cual el presente y el futuro será de los descerebrados) cada vez más pronunciado. Para ese punto de la serie, es decir, promediándola y un poco más, comprendemos que el fin no es ni era la comedia (como parecía en un inicio) sino la ya clásica bajada de línea, que en el fondo disfraza un desprecio y una misantropía que son marca d’autore antes que amor por los personajes.

Lamentablemente, al finalizar La tierra según Philomena Cunk nos quedamos con algunos momentos excepcionales como los intercambios imposibles entre Philomena y los entrevistados (todos ellos investigadores, docentes, académicos reales que se prestan al ping pong y son tan necesarios para el sistema de comedia como la misma Diane Morgan en el rol de Philomena), otros momentos en los que el delirio asociativo desarticula visitas a museos o a lugares históricos trascendentales convertidos en perfecto material de comedia. Pero nada más. Porque aquí, aunque parezca lo contrario, no nos reímos juntos, sino que se nos pide que nos riamos de otros. Pero como dice la letra de la canción, la broma era sobre nosotros.

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