#LaDobleC: La educación gastronómica + Entrevista a Marcos Rodriguez

Por Nadia Marchione

Allá lejos y hace tiempo, en la época en la que varios de los integrantes de Perro Blanco escribíamos en El Amante, usábamos un criterio para las notas que incluían una entrevista y una crítica breve que a su vez se complementaran mutuamente y que se publicaban en dos páginas. Esa clase de notas llevaban el formato cariñoso de La Doble Castagna (Gustavo, integrante histórico de la revista que luego se alejó). Hoy EA no existe más como revista, pero en PB recordamos ese formato con cariño por eso la llamamos #LaDobleC. Como no podía ser de otra manera, casi de entre casa, dos ex compañeros de esa revista y actuales críticos de PB hablaron sobre el estreno porteño algo tardío de La educación gastronómica. Casualmente ambos (entrevistado y entrevistada) comparten una experiencia común, que es la de haber dejado su lugar de origen para venir a la ciudad (pero mientras que uno volvió a sus pagos el otro se quedó, no vamos a decirles quien). La sucesión de coincidencias y de hechos familiares terminó derivando en la nota que leerán aquí debajo, donde la autora claramente sabe de qué habla la película. Y luego si, la entrevista al director. Como podrán ver, en PB no solo se escribe, se filma y se vive y se vuelve a escribir sobre eso. Pasen, lean y comprueben.

La educación gastronómica
Argentina, 2012, 84′
Dirigida por Marcos Rodríguez
Con Pedro Jerez, Diego López

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Por Nadia Marchione

Para las personas que somos del interior del país, el momento de decidir volver al terruño es un momento clave. Están aquellos que desde que abandonan el pago no quieren saber más nada con la vuelta y están los otros, los que nunca pudieron despegar completamente y a quienes la añoranza de su lugar natal en medio de la gran ciudad se les hace insostenible.

La educación gastronómica, de Marcos Rodríguez, aborda esta temática a través de las conversaciones de dos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo de no verse. En ellos dos están encarnados estos “tipos” de personas de las que hablaba antes. Uno, más urbano, que se ha adaptado a la ciudad y no puede imaginarse la vida en la simplicidad del pueblo y el otro, instalado definitivamente allí, que tiene unida su experiencia de ciudad a situaciones traumáticas como el estallido del 2001 o imágenes de gente tomando sol en pequeños espacios verdes (minúsculos para alguien que vive rodeado de naturaleza).

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Así, entre conversaciones sobre identidad, raíces, y acostumbramientos, transcurre esta película que con notable austeridad (son sólo estos dos personajes, a quienes seguimos por las calles de San Martín de los Andes durante todo el relato) habla un poco de todos los que hemos llegado a los casi treinta (esa es la edad que oscilan los personajes) con el interrogante de la vuelta al pago en la cabeza.

Es interesante ver cómo Rodríguez alterna esa ola de palabras en las que se sumergen, ese discurrir permanente y cuasi filosófico sobre quién es uno o quién debería ser en la vida, con planos fijos de los paisajes (bellísimos) de San Martín de los Andes (lugar donde fue filmada la película y ciudad natal del director). La paz y el sosiego de esas imágenes, que por momentos parecen postales fijas, parecen hablarnos de otra cosa. Son esos paisajes, que aunque parezcan estáticos respiran a través de un movimiento leve de una brisa o el correr del agua; son esos paisajes los que dan aire a la película y de algún modo a los personajes. A través de esas imágenes podemos respirar cuando creemos que todo es puro planteo sobre identidad, y a través de volver a ese cauce podemos encontrar la conexión con la propia necesidad y deseo. Algo de todo eso a lo que ellos intentan rodear con palabras, la naturaleza y el ojo de la cámara de Rodríguez lo sintetizan en la presencia irreemplazable y fundamental de esos paisajes vivos (pero no eufóricos) a lo largo de toda la película.


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Cruce de caminos: entrevista a Marcos Rodriguez, director de La educación gastronómica

Por Nadia Marchione

 

PB: Cómo y cuándo nació el proyecto de “La Educación Gastronómica”?

El proyecto nació a partir de un texto que había escrito algunos meses antes, sin perspectiva o idea de filmarlo . Yo nunca había filmado nada y, en cambio, mi relación con la palabra era muy anterior. Frente a diferentes circunstancias personales, crisis, ideas, cuestiones que estaba atravesando en mi vida, apareció este texto, que estaba cargado de diálogos y se centraba casi exclusivamente en estos dos personajes y sus conversaciones.

Recién un tiempo después apareció la idea de llevar ese texto a la pantalla, sobre todo a partir de la idea de filmar el espacio, la ciudad en la que crecí. Tuve esa idea y por suerte pude reunirme con amigos gracias a los cuales esa idea fue posible.


PB: Siendo que fue filmada en tu ciudad natal supongo que tiene mucho de autobiográfica, no? Cómo hiciste para tomar distancia y poder ponerte del otro lado con una historia que supongo te será tan personal?

La historia tiene elementos autobiográficos, pero sobre todo está cargada de cuestiones y problemas personales. Hay parte de mi pasado, pero sobre todo hay experiencias y posibilidades que tienen que ver con haber crecido en una ciudad chica, dejar el pueblo, las decisiones que uno toma, toda una cuestión que a lo mejor puede parecer pequeña o ajena a quien no vivió eso, pero que para mí estaba resultando fundamental en ese momento y que no había encontrado reflejada en otro lugar.

Como el texto que inició todo surgió justamente a partir de la crisis que tenía que ver con todo esto, no creo haber tomado una distancia. Lo que escribí fue escrito precisamente para poder atravesar y entender esa crisis. Después, por supuesto, la planificación y el tiempo aportan una distancia inevitable, pero intenté siempre ser fiel a lo que había quedado plasmado en ese texto original.

 

PB: Por qué la elección del blanco y negro?

La elección del blanco y negro surgió a partir de la búsqueda de cómo filmar la ciudad en la que crecí que, como decía, fue algo así como el impulso original para llevar este proyecto a la pantalla. La ciudad de San Martín de los Andes es un lugar muy turísitico y pintoresco, y justamente por esto está cargado de una conciencia visual que tiene que ver con los paisajes, una idea de aldea de montaña idílica. Esas imágenes existen, pero no reflejaban lo que yo quería plasmar de ese espacio, que tenía que ver con una relación más íntima, más detallista y táctil con el espacio. Quería filmar el bosque, pero descubrí que el color (fundamentalmente, el verde) era una experiencia muy avasallante, que mezclaba y confundía. En cambio, al suprimir el color, me permitía explorar las sombras (y la luz), los tonos, de una forma mucho más significativa. Esto tenía mucho más que ver con lo que me proponía.

A partir de esta decisión de filmar el espacio así, toda la película tomó su forma desde el blanco y negro.
 

PB: Se nota una gran química entre los dos actores (los únicos que sostienen toda la película). Se conocían de antes entre ellos? Vos los conocías? Cómo fue el proceso de casting? 

La relación entre los actores era fundamental, porque justamente eran ellos los que iban a sostenerlo todo. Fue algo que fuimos trabajando en los meses de ensayo antes de viajar para filmar.

Ellos no se conocían entre sí, llegamos a los dos a partir de un llamado abierto, por contactos, buscando. Lo que sí hicimos en el casting, una vez que encontrábamos un candidato posible, fue ir haciendo pruebas de a dos, con una escena corta, para ir probando no solo si un actor podía ir para un personaje, sino también para probar esa dinámica entre los dos.
 

PB: Hubo mucha improvisación entre ellos o los textos estaban ya pautados? Qué cosas te sorprendieron durante el rodaje y cambiaron el rumbo de la película que te habías imaginado originalmente?

Trabajamos siempre a partir de textos que ya estaban escritos, no hubo un trabajo de improvisación. Es algo que creo que podría haber sido interesante probar, pero en ese momento no lo hicimos. Sí trabajamos mucho los textos con los actores, los practicamos y por supuesto también los fuimos modificando y adaptando al fluir de las escenas.

En el rodaje contábamos con tiempos muy ajustados, filmábamos de a dos o tres escenas por día, la mayoría de las veces con planos largos y mucho diálogo. Eso nos obligó a trabajar con una planificación muy minuciosa, sin demasiado margen. Cualquier pequeño problema hubiera complicado todo el rodaje.

Lo que sí fue apareciendo durante el rodaje fueron los momentos que no tenían tanto que ver con la ficción en sí, sino con el espacio, con ciertos tiempos y ciertos planos, con recorrer ese espacio. Eran elementos que habíamos planificado, pero que se expandieron y tomaron forma una vez en el lugar.
 

Los personajes son muy opuestos y muestran dos formas diametralmente diferentes de pensar la vida en la gran ciudad y la vida en un lugar pequeño. En cuál de los dos lugares sentís que te encontrás ahora? 

Bueno, como decía, el impulso inicial de todo esto surgió a partir de una crisis que tenía que ver con esas dos posibilidades, lo que uno elige cuando elige vivir en un lugar u otro y cómo un espacio determina nuestra vida.

En términos pragmáticos, la realidad indica que tanto en aquel momento como ahora elegí y sigo eligiendo vivir en la ciudad. Pero a su vez también creo que cuando pasa una crisis uno termina por descubrir que lo que parecía ser una disyuntiva tajante, en realidad no es tan así. Obviamente, no se puede vivir en dos lugares al mismo tiempo, pero parte de esa crisis también tenía que ver con el miedo a descubrir que las decisiones que uno toma nos deciden a nosotros. Si uno asume eso, las cosas se ven de otra forma.
 

Cómo influyó tu ejercicio de crítico cinematográfico a la hora de ponerte a dirigir? Te sentiste obstaculizado en algún momento por ese “ojo crítico”? 

Creo que todo influye, aunque uno lo sepa o no, a la hora de encarar un proyecto así, que era totalmente independiente y una aventura de descubrimiento. Estábamos liberados a nuestros propios medios, y echamos mano de lo que teníamos a nuestro alcance.

En ese sentido, el ejercicio del crítico creo que fue útil en la medida en la que es también el ejercicio de un cinéfilo: haber visto mucho, haber visto diferentes cosas, haber pensado un poco el cine. Es posible que ese mismo ejercicio haya coartado en alguna medida la libertad a la hora de explorar las posibilidades para esta película, porque uno piensa a partir de lo que conoce y a lo mejor eso impide pensar de una forma diferente.

Pero no creo que el pensar como crítico haya sido un obstáculo a la hora de filmar, porque son procesos muy diferentes: una cosa es interpretar una imagen y otra muy distinta es buscarla.

 

PB: Cómo recibió el público en San Martín de los Andes la película? Cómo la recibieron tus amigos y tu entorno de allá?

En general la respuesta de la gente de la ciudad, así como de mis compañeros y amigos, fue buena porque tuvo que ver con un fuerte proceso de identificación: estaba contando una historia que es la historia de todos los que crecimos en un lugar chico. Es una experiencia muy particular, y que te marca. Poder plasmar eso, que tal vez alguien que no lo vivió no entiende, pero que es tan central para quienes lo vivimos, es fuerte.

No sé si lo plasmé de la mejor manera, y creo que probablemente no haya logrado darle una forma que permita abrir esa experiencia para quien no la conoce, pero mi objetivo fue meterme en ese nudo y traté de ser fiel a eso.

 

PB: Tenés en mente algún proyecto nuevo?

En estos momentos estoy trabajando en un proyecto de documental, otra vez sobre la ciudad de Buenos Aires. Evidentemente hay temas que nos terminan comiendo la cabeza, aunque uno no lo quiera.

 

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