Lady Macbeth

Por Raúl Ortiz Mory

Lady Macbeth
Reino Unido, 2016, 89′
Dirigida por William Oldroyd.
Con Florence Pugh, Christopher Fairbank, Cosmo Jarvis, Naomi Ackie, Bill Fellows, Ian Conningham, Paul Hilton, Joseph Teague, Golda Rosheuvel y Rebecca Manley. .

El refinamiento estéril 

Por Raúl Ortiz Mory

Nikolái Leskov fue un cuentista que desarrolló una desbordada habilidad para la narración durante la segunda parte del siglo XIX en la Rusia zarista. Sin embargo, siempre vivió a la sombra de titanes como Dostoievski y Tolstói, ya sea por sus contradictorias ideas religiosas o su indefinida posición política. Más allá de su exótica condición intelectual, los trabajos que publicó recién adquirieron cierta revalorización mundial casi 100 años después, impulsados, en parte, por Andrzej Wajda cuando el director polaco rodó “Lady Macbeth de Siberia” (1962), película basada en el libro más famoso del escritor ruso: “Una lady Macbeth de Mtsensk” (1865).

Lady Macbeth Film

Leskov, quien después de su muerte fuera reivindicado por Chéjov y Gorki, escribió un cuento largo (o novela corta, según el apetito editorial) donde narra la historia de Katerina Lvovna, una mujer joven que es obligada a casarse con un comerciante que casi le dobla la edad y que la mantiene encerrada en la casa que ambos comparten con el anciano patriarca, dueño absoluto de tierras, negocios y personas. Nunca se llega a revelar con exactitud porqué el marido desprecia a Katerina. Quizá su origen campesino, quizá la supuesta incapacidad para procrear, quizá su reprimida rebeldía que cada tanto es sofocada a gritos por los dos hombres. Será cuestión de tiempo para que Katerina demuestre la furia que guarda y despierte la pasión marital que su esposo no ha descubierto.

El camino elegido que devele la personalidad de Katerina será arriesgado. Ante la ausencia de los hombres de la casa, por motivos laborales, empezará una intensa relación con Serguei, uno de los esclavos que habita en la precaria vivienda, anexa a la casa patronal, destinada a la servidumbre. Para poder vivir sin ataduras ni condicionamientos, Katerina toma decisiones macabras: asesina a su esposo, a su suegro y a un niño que aparece como beneficiario de la fortuna familiar. Psicológicamente, la mujer se transforma y saca lo peor de sí para seguir adelante con la relación prohibida y consolidar su posición económica hasta que todo empieza a salirse de control.

Lady Macbeth Photo 4

Wajda recoge la esencia del relato de Leskov y filma una película llena de erotismo bien camuflado que alcanza cuotas de ambigüedad a fin de jugar con un telón marcado por el sexo y la religión. Basta ver la escena en que Katerina forma parte de un ritual de fertilidad cuando acaricia el lomo y el vientre de un caballo con la mano y el rostro, mientras cierra los ojos transmitiendo excitación. O cuando Wajda rodea la película con un halo de cristianismo que sirve a la protagonista para justificar las muertes que ejecuta junto a su amante. La iconografía religiosa también rige el sentido que adopta la dicotomía vida/muerte:

  • ¿Cómo murió el amo? – preguntó uno de los siervos.
  • Fue voluntad de Dios – dijo Katerina.

O cuando responde “Dios es mi testigo”, en un interrogatorio que le hace la policía donde la autoridad dejan entrever que ella podría saber más de lo que declara respeto a la muerte de su esposo y su suegro. Dios es su escudo ante el cinismo y las suspicacias.

Tanto Leskov como Wajda dejan en claro que la obsesión por vivir el tórrido romance -de implicancia netamente carnal- provoca que los asesinatos se conviertan en una especie de hábito del que es difícil de escapar. El primer crimen siempre será el más difícil de cometer; pero cuando se concreta, una especie de fuerza liberadora se apodera de los amantes. Para que Katerina funcione, a nivel de personaje, sobre todo al momento de tomar decisiones como las de asesinar, el escritor y el cineasta la dotan de componentes verosímiles que involucran sus acciones no verbales y sus parlamentos cortantes, fríos y calculadores. Además de la eficiente utilización de los espacios interiores por donde transita. Katerina es una estupenda villana que seduce desde la provocación erotizada y el firme raciocinio.

Florence Pugh Lady Macbeth Empeliculados.co

Lo que sí está descompensado en el trabajo de ambos creadores, comparativamente, es la edificación de Serguei. El hombre trabajado por Leskov es más dubitativo y menos canalla que el de Wajda. Además, el Serguei del realizador polaco es testosterona pura, un semental que encaja con la transformada Katerina. En el libro del siglo XIX y en la película de 1962, los matices del personaje masculino también alcanzan cuotas de versatilidad que se reflejan cuando se pone evidencia el remordimiento hacia sus semejantes (la muerte del niño heredero, la paternidad inesperada). Fuera de su condición de mujeriego inescrupuloso, Serguei llega a sentir remordimiento, mientras que Katerina luce orgullosa.

La reciente adaptación del relato de Leskov lleva el título de “Lady Macbeth” (2016), a secas, y ha sido dirigida por William Oldroyd. El esfuerzo del realizador británico abre un sendero muy distinto al que plantea Wajda. Si bien la trama tiene casi el mismo punto de partida y el planteamiento de los conflictos están emparentados, esta versión se siente descafeinada, soft, inocua.

Y si se compara con el texto original, notaremos que la lady Macbeth inglesa (interpretada por Florence Pugh) tiene modales y acciones que podrían darle pase directo al selecto grupo de la realeza en aras de pisar el Palacio de Buckingham, a diferencia de la original que procedía de un mundo donde campeaba la pobreza y la ignorancia. Esa impostación destruye la posibilidad de un choque brutal entre los mundos del que proceden Katerina y su marido. Desde esa óptica, su refinamiento juega en contra para asimilar la relación ama-esclavo que en la película de Oldroyd es aceptada y asumida con naturalidad.

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Vale aclarar que el problema no es el estatus económico ni la clase social de la protagonista, el defecto radica en cómo asume esa condición. Lo bueno es que el frágil sentido de pertenencia pasa a un segundo plano cuando el director inglés otorga facultades a Katerina. Las asesinas de Leskov y Wajda son netamente mujeres apasionadas que harán lo que sea para seguir adelante con la relación vetada. En cambio, la de Oldroyd se acerca más a la fémina cerebral de Shakespeare: el poder adelante y la pasión complementa el objetivo. Quizá sea lo único que une a las dos damas británicas. Ni Leskov, ni Wajda, basan sus argumentos en la obra del dramaturgo, solo Oldroyd adopta pequeñas características de la esposa del barón de Glamis. La encarnación del poder que hace Pugh ayuda a que la película se sostenga en buena parte del metraje.

Lady Macbeth es una película con altibajos que le debe mucho a su actriz protagónica y que lamentablemente no arriesga al dejar de lado las acciones finales que componen el texto del siglo XIX. El punto final de Oldroyd deja en la historia un sinsabor que pudo resarcirse si se llevaban las acciones al límite como lo hizo Wajda. La libertad creativa puede ser cuestionable en este caso, mientras que la licencia para adaptar un libro es algo que da para otro debate. Al director inglés y a la guionista Alice Birch solo queda decirles que desperdiciaron una gran oportunidad.

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