Sobre las películas-refugio

Por Andres Cappiello

But her friend is nowhere to be seen
Now she walks through her sunken dream
To the seat with the clearest view
And she’s hooked to the silver screen

Life on Mars? – David Bowie

Las ratas volvieron a mirar los restos del libro.
“Es una mentira”, dijo Peaches.
“Tal vez es sólo una historia linda”, dijo Sardines.
“Sí”, dijo Dangerous Beans. “Si”.
Giró su mirada brumosa a Darktan,
que debió evitar agacharse, y agregó:
“Quizás es un mapa”.

The Amazing Maurice and his Educated Rodents – Terry Pratchett

 

Sobre las películas-refugio

Por Emiliano Andrés Cappiello

Hace unos años, en medio de una fiesta, alguien me preguntó cuales consideraba yo como las mejores películas de la historia. Arriesgué tres títulos con cierta rapidez, en parte convencido y en parte queriendo salir rápido de una conversación que, por varias razones (el ruido del lugar, el nivel de alcohol en sangre de todos los involucrados), sabía que no iba a llevar a ningún lado. Más tarde, volviendo a casa, pensaba en esa lista -creo que estaban Un tiro en la noche (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) y Tiburón (Jaws, 1975), pero la tercera se me escapa- y en cómo, si bien seguía creyendo que eran las mejores, no eran ni cerca las películas que más veces había visto en mi vida.

Hay películas a las que vuelvo constantemente. No tengo ni idea cuantas veces las vi, a esta altura cualquier número que pudiera arriesgar sería igualmente válido. Con el tiempo la lista cambia, alguna es abandonada y otra se suma a la rotación, pero el grupo central es el mismo desde siempre: El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985), Reencuentro (The Big Chill, 1983), Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988), Jurassic Park (1993), El pirata (The Pirate, 1948), Dos extraños amantes (Annie Hall, 1977). No son películas elegidas bajo ningún criterio crítico, y en su mayoría ni siquiera creo que sean las mejores de la filmografía de su director. Pero aunque de Hitchcock la mejor me parezca Intriga internacional (North By Northwest, 1959), siempre me encuentro volviendo a Atrapar al ladrón (To Catch a Thief, 1955).

Si uno lee críticas americanas, una tendencia muy notoria es la de usar peyorativamente el adjetivo “escapista”. Las películas “escapistas” serían, según esta gente, aquellas que ofrecen una salida temporal del mundo real, las que no se ocupan de recordarnos los problemas contemporáneos. Es un equívoco bastante ignorante, que en la literatura ya se ha peleado mucho. Raymond Chandler supo decir que toda lectura por placer era escapismo, Tolkien decía que los únicos que se oponían al escapismo eran los carceleros, y Terry Pratchett abordó el tema desde varios de sus libros. Pero la crítica de cine, con ligero retraso, sigue utilizando el término negativamente. Ninguna película es puramente escapista, el arte siempre refiere a algo más allá de la superficie, pero el escapismo es una de sus funciones.

En una escena de Sueños de Libertad (The Shawshank Redemption, 1994), Andy Dufresne (Tim Robbins) aprovecha su posición privilegiada en la prisión para tomar control de los parlantes y pasarles a los prisioneros una parte de Las bodas de Fígaro de Mozart. Andy se se recuesta en el sillón del director de la prisión y, con la mirada en el vacío, sonríe, mientras sus compañeros abandonan toda tarea para perderse en la música. Es el primer escape de la película, lo que Andy les regala es una fuga colectiva, aunque sea sólo por unos minutos.

Eso nos ofrecen las películas-refugio. Por eso seguimos volviendo. Cada uno tiene las suyas, sus gustos y sus razones, ya que es una categoría sumamente personal. Pero todos tenemos alguna. Son nuestros oasis, lugares conocidos que nos protegen cuando el mundo se vuelve hostil. Como rezaba la canción de apertura de Cheers, a veces querés ir donde todos saben tu nombre.

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