Little Joe: el negocio de la felicidad

Por Raúl Ortiz Mory

Little Joe
Austria, 2019, 105′
Dirigida por Jessica Hausner
Con Emily Beecham, Ben Whishaw, Kit Connor, Leanne Best, Kerry Fox, David Wilmot, Goran Kostic, Andreas Ortner, Andrew Rajan, Sebastian Hülk, Lindsay Duncan, Phénix Brossard, Yana Yanezic

El fin de la humanidad

Imaginemos controlar la vida como si se tratara de un jardín donde se producen modificaciones genéticas. Imaginemos que el objetivo de trascender se concentra en alcanzar la felicidad a través de una modificación antinatural que, a la larga, produce adicción. Imaginemos que la dependencia que otorga un ensayo bioquímico se traslada a acciones egoístas y crueles. Es decir, imaginemos un mundo sometido a la voluntad de unos pocos donde la mayoría somos ratones de laboratorio. 

La más reciente película de la directora austríaca Jessica Hausner -Lovely Rita (2001), Lourdes (2009), Amour Fou (2014)- narra las experiencias de Alice (Emily Beecham), una científica genetista adicta al trabajo, que está obsesionada con un experimento botánico: una planta capaz de transmitir felicidad por medio del olor y a la que bautiza como Little Joe. Un día, Alice lleva una de estas mutaciones a su casa, donde vive con Joe, su hijo púber, quien al inhalar el aroma de la flor comienza a sufrir cambios en su comportamiento. Lo que parecía ser un objetivo, presumiblemente, bienintencionado se transforma en una pesadilla para la doctora taciturna.

A simple vista, Little Joe es una película de ciencia ficción que va guiada por componentes clásicos del cine de terror -acciones dominadas por la intriga, descubrimiento paulatino de una amenaza oculta, personajes cargados de sorpresa y miedo-, pero el último largometraje de Hausner también abarca temas que encajaría en cualquier otro tipo de película contemporánea. La incapacidad del ser humano para comunicar sus emociones, el miedo a ser juzgado por ir en contra del pensamiento dominante, la teatralidad de las apariencias inmersa en una falsa sociedad de bienestar, las decisiones verticales que las empresas y los gobiernos poderosos intentan imponer, el afán por dominar la naturaleza a cambio de beneficios monetarios, son algunos de los tópicos que la directora aborda de forma elegante y crítica.

Por otro lado, el potencial temático de Little Joe está respaldado por elementos narrativos que la convierten en una obra que se expresa desde su fría naturaleza. Las relaciones que sostiene Alice en el plano personal -con su exesposo y su psicoterapeuta- y en el ámbito laboral -sobre todo con sus compañeros y el jefe del proyecto experimental del que forma parte- están marcados por diálogos cautelosos y cortantes, en algunos momentos inexpresivos. El único punto latente de conexión interpersonal donde la mujer abre sus sentimientos, y hasta se muestra vulnerable, es el que establece con Joe. Sin embargo, la etapa preadolescente del chico y la adicción que genera la planta en él, levantan una barrera infranqueable ante la que Alice no sabe cómo reaccionar. 

En ese sentido, Hausner es una deudora directa de Mary Shelley. El control que desea ejercer Alice sobre Joe tiene la misma intensidad que proyecta la mujer cuando hace las pruebas genéticas sobre su planta aromática, pero, en ambas circunstancias, perderá el manejo. Las “creaciones” de Alice, es decir, Joe y Little Joe, adquieren autonomía y escapan de sus manos. Los actos de las criaturas tienen un efecto negativo en los entornos próximos de la científica y ponen en riesgo tanto su salud mental como su trabajo. Un Frankenstein revisionado en la era de la manipulación del ADN. 
En la película de la directora austríaca, la búsqueda de la felicidad -ese anhelo humano tan antiguo como azaroso- es lo más parecido a una ruta conformada por paradas placenteras y dolorosas, siempre de cara a la suerte más peligrosa posible. Hausner narra con una estética que deslumbra por su manejo de la luz -chillona, delirante, invasora- para demostrarnos que la desesperanza de sus personajes solitarios, extremadamente desamparados de calor humano, se sustenta en la conciencia de la dicha esquiva. Little Joe es una parábola potente que funciona como un delicado manifiesto anti sistema que pone al ser humano en el centro de un escenario indiferente.  

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