Los crímenes de la academia

Por Marcos Ojea

The Pale Blue Eye
EE.UU., 2022, 128′
Dirigida por Scott Cooper
Con Christian Bale, Harry Melling, Gillian Anderson, Lucy Boynton, Toby Jones, Robert Duvall, Timothy Spall, Charlotte Gainsbourg, Charlie Tahan, Fred Hechinger, Simon McBurney, Hadley Robinson, Brennan Keel Cook, Gideon Glick, Joey Brooks, Harry Lawtey, Matt Helm, Steven Maier

Un Gótico industrial

Luego de Espíritus Oscuros, una incursión en el terror interesante pero fallida, el director Scott Cooper vuelve a confiar en Christian Bale (con quién trabajó en La Ley del más fuerte y Hostiles) para dar forma a un policial de época, basado en una novela de Louis Bayard y atravesado por el universo literario de Edgar Allan Poe. Los crímenes de la Academia, un título genérico que desestima las resonancias poéticas del original The pale blue eye, nos ubica en la Academia militar de West Point durante el invierno de 1830, cuando el detective Augustus Landor (Bale) es contratado para investigar el robo de un corazón, extraído del cuerpo de un cadete que en apariencia se suicidó. Mientras realiza la tarea, hostigado tanto por los directivos de la Academia como por un pasado trágico, Landor encuentra un aliado: un cadete con dotes para la poesía y la investigación, que no es otro que el propio Poe, interpretado por Harry Melling.

Desestimando cualquier intención de biopic o de precisión histórica, la película elige un acercamiento más liviano y accesible a la figura del escritor norteamericano. Cuando Stephen King vio Strangers Things, bromeó diciendo que le parecía un Grandes Éxitos de sí mismo, y esa sensación aparece también acá, trasladada a Poe. Un guion y una puesta en escena plagados de referencias, desde la relación de maestro y alumno que entablan los protagonistas (que remite a los relatos de Dupin), la historia de amor del cadete, con sus ecos a El cuervo, hasta una apuesta visual que parece resumir el legado cultural de Poe: un clima constante entre lúgubre y melancólico. Lejos de tener grandes pretensiones, el film avanza en su intriga como un entretenimiento inofensivo, tomando un poco de esto y un poco de aquello sin que nada impacte o moleste demasiado. Todo parece estar contenido dentro de una estructura rigurosa y profesional, un envase industrial que incluso es capaz de contener a Christian Bale. Quizás sea por una cuestión de madurez, pero lo cierto es que el actor, conocido por su intensidad y sus personificaciones extremas, acá se luce con un personaje parco y enigmático; abrumado por su propia tragedia, pero manteniéndola a raya para no desbordarse.

En la otra esquina, el Poe de Melling (un actor que pudo reinventarse después de Harry Potter, y que parece haber encontrado su “casa” en Netflix) empieza como una caricatura, casi en otro tono que el resto de los personajes, se vuelve un freak querible y termina siendo insoportable. Cuando se enamora de la hija del médico de la Academia, la película ingresa en un terreno problemático y pierde un poco su carácter lúdico. Sería injusto decir que pasa a ser aburrida, pero sí es cierto que se empantana y pierde consistencia. Las revelaciones del final, bastante anunciadas, desembocan en una secuencia poco inspirada, que incluso luce torpe y apurada. Y después está el plot twist. No diremos de qué se trata, pero sí que plantea una contradicción. Si por un lado auspicia el asombro, por el otro pone en duda (y no de la buena, esa que nos cuestiona como espectadores) gran parte de lo que vimos. Cinco minutos después está todo bien, porque Los crímenes de la Academia es una película discreta, que cumple sin hacer ruido y no pretende mucho más. Ni ella de nosotros, ni nosotros de ella.

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