Luis Miguel. La serie – Segunda temporada

Por Varios Autores

México, 2021, 8 capítulos de 50′
Creada por Daniel Krauze, Flavia Atencio, Susana Casares, José Luis Gutiérrez Arias, Carolina Rivera, Fernando Sariñana
Con Diego Boneta, Camila Sodi, Martín Bello, Paulina Dávila, Juanpa Zurita, Pablo Cruz Guerrero, Cesar Santana, Fernando Guallar, Vanessa Bauche, César Bordón, Andrés Almeida, Jade Ewen, Axel Llunas, Pilar Santacruz, Macarena Achaga, Lola Casamayor, Teresa Ruiz, Juan Ignacio Cane

El lado oscuro de la fuerza

Por Gabriel Santiago Suede & Luciano Salgado

GSS: Se va a convertir en un lugar común entre los espectadores (pero también entre los críticos) esa posibilidad de evaluar la segunda temporada de Luis Miguel. La serie por debajo de la primera, que por lo pronto parecía insuperable. O al menos lo suficientemente sólida como para establecer una vara muy alta para la segunda temporada. Para bien y para mal, con sus pros y sus contras, creo que lo que sucedió en esta segunda salida fue un riesgo: no jugar hacia el lado más previsible, que era el de profundizar sobre el eje policial de la pérdida de la madre y de la pelea con el padre y los correspondientes fantasmas. Pero tampoco concentrar todo sobre Luis Miguel como eje, sino hacer de la serie un mecanismo más bien coral. Al mismo tiempo evaluar la posibilidad de que sea el mismo LM quien desarrolle un recorrido dramático que lo acerque hacia una villanía considerable, como si en alguna medida su crecimiento, contrario a ser un aprendizaje, sea una lenta caída hacia un costado sin retorno. Estamos ante Star Wars? Bueno, pro lo pronto hay una serie de puntos de contacto que no alejan a la serie de los culebrones más melodramáticos. Desde ese punto, el contacto no es imposible. Pero acaso el costado de volverse malo hace que esta segunda temporada pierda un centro de tensión porque termina desbalanceando lo que en la primera era claro: el hijo contra el padre, la inocencia contra la maldad. En este caso, en esta segunda temporada, ese aspecto quiere compensarse con la tensión entre dos tiempos: los 90s, en los que LM todavía conserva una faceta luminosa y los 2000s, en donde el hombre parece entregado a perderse, a perderlo todo, y fundamentalmente a convertirse en una persona de mierda. Es poco interesante esa posibilidad, ese crecimiento para el personaje? No, para nada. Pero sentimos que algo no termina de cerrar…

LS: Me pasó algo similar. No me parece mal el volantazo que pega esta segunda temporada que se despacha rápido casi todo atisbo de contacto con la primera: la vieja novia, el tío chanta, el misterio de la madre y el rencor por el padre. En ese sentido creo que prevaleció una idea: no arruinar lo bien logrado y hacer una especie de reboot antes que una continuación. Esto, en alguna medida, es un riesgo porque inevitablemente va en contra del mismo negocio, que pide explotar el recurso hasta que sangre. Acá hay una decisión de cuidado, es cierto. Pero tampoco es fácil. Quizás ese riesgo es el mayor responsable de que la serie se vea afectada drásticamente en el costado más sólido que exhibía: la posibilidad de empatizar con esa historia universal de relaciones entre padres e hijos y olvidarse de fondo que estábamos ante la historia de una estrella. Esta idea de universalidad, mito y anonimato (de hecho, está muy bien desarrollada en el diálogo que publicamos en esta revista al momento del estreno, que pueden leer en este link) no funciona aquí como tal. Bien por el contrario, la figura de Luismi se vuelve omnipresente porque el componente universal se pierde y la apertura de posibilidades narrativas hacia otros personajes desdibuja ese interés humano que tenía la gran primer temporada. Y si aquella era clásica, precisamente, porque confiaba en el poder universal de las viejas historias más allá de quienes las encarnen, en este caso el asunto termina volviéndose ultra dependiente del contexto de época, obligándonos a todo momento a conectar personajes reales con tiempos y hechos reales. El mito, en esa dirección, queda completamente pulverizado por el morbo (le robaron a Luismi? Corto con su novia porque era un mujeriego? Fue extorsionado por su propia familia? Se convirtió en un paranoico que vigilaba a todo su equipo, por lo que terminó aislado y solo? Cómo conoció a sus parejas en los años subsiguientes a las explosión internacional? Cómo decayó tanto su carrera?), por eso ya no alcanza con inventar un villano tentativo que horade a su grupo de trabajo. Pero tampoco alcanza con el simple hecho de contrastar al joven y al viejo (apenas una década de diferencia). Algo se rompió, como bien decís…

GSS: Si. Sin lugar a dudas. El problema es que esa tensión antes que ser una verdadera puja de fuerzas entre el joven que quiere mantenerse fiel a sus ideales y al mismo tiempo no encasillarse musicalmente contrastado con el treintañero desganado, que es abandonado/engañado por parte de su equipo, que se aleja de su familia, que luego de un accidente (pero incluso también antes) se dedica a hacer una música fallida, de la que descree, que en el fondo lo avergüenza pero que no es otra cosa mas que el producto en el que se ha convertido. Entre esas dos personas no hay una tensión. Bien por el contrario, la tensión la inventamos nosotros. Somos los espectadores quienes necesitamos crear esa tensión para construir una evolución dramática posible (al momento en el que se publique este diálogo la serie estará promediando, con la idea de terminar en junio de 2021). El problema es que ni en el Luis Miguel del 94 ni en el de 2005 vemos un germen de lo que será (el joven) ni de lo que se fue (el de 2005). Por lo tanto esa tentativa de evolución nunca convierte a el desdoblamiento temporal en una verdadera batalla. No: Luismi modelo 92-94 no es Anakin Skywalker. No hay una fuerza oscura en ciernes. Del mismo modo Luismi modelo 2005-2007 no es Darth Vader tampoco. Es casual la mención? No, para nada: la primer trilogía de Star Wars (1977-1983) no precisaba explicar el mito, sino que creyéramos en el poder de su universalidad. Bien por el contrario, los episodios I a III (1999-2005) hicieron todo lo posible para que como espectadores comprendiéramos la evolución del mal. No me expliques! Convenceme empáticamente, Geroge Lucas! Bueno, este Luis Miguel La Serie, modelo 2021, se mira en el espejo de la precuela de la saga de Lucas. Por eso también pierde potencia por todos sus poros.

LS: El punto es ese. Sin mito no hay oscuridad ni fuerza. Pero tampoco tenemos lo contrario, que sería la evolución dramática de el arco psicológico de un personaje que procede a cambiar. Falta algo porque en tren de contrastar tampoco vemos el matiz. Como si en la voluntad de hacer del personaje un ying-yang se hubieran olvidado de las pintas de negro sobre blanco y de blanco sobre negro. Ojo, no porque no las haya, sino porque redujeron esas posibilidades a la expresión de hechos aislados y superfluos que no conducen a una evolución dramática, sino a una simple acumulación de hitos (el accidente en el recital, la filmación del videoclip, el surgimiento de la competencia con Cristian Castro, y así). Es como si la serie hubiera decidido arriesgar por un lado al mismo tiempo que hubiera elegido derivar las posibilidades del personaje universal hacia las costas del personaje en su componente más amarillista. En este sentido, es elocuente la emoción que generaban los episodios de la primera temporada respecto de la segunda. Aquí la emoción queda ausente, perdida (con la saludable excepción del final del episodio 2, que es notable y vuelve a utilizar la música con maestría).

GSS: Estamos, a esta altura, en la mitad exacta de la serie. Todavía no sabemos cómo se va a resolver esa evolución de los 90s a los 2000s, pero dudo seriamente que tengan muchas más cartas guardadas. Ni Daisy Fuentes ni Mariah Carey van a salvar a la serie de todos estos problemas.

LS: Veremos lo que sucede. Nos quedan 4 domingos.

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