Saliendo del cine, discutiendo un concepto vagamente articulado en Twitter sobre lo que sería el cine de frames (un cine donde la imagen solo es admirable en su superficie, hecho para pausar y sacar screenshots), argumentamos sobre si Retrato de una mujer en llamas sufre o no de ese problema. Es probable que durante los primeros minutos, la película parezca tan pulcra que parece no verse afectada por ningún punto de vista, lo que hace que el amor entre las protagonistas no se sienta como si se siente efectivamente en la segunda mitad de la película. En la segunda mitad de la película ingresa la fragmentación, deja de haber tantos planos conjuntos, y empieza a haber más planos-contraplanos, donde la mirada comienza a sentirse, comienza a haber texturas distintas en la imagen (ya no es una imagen linda suelta, sino una imagen que precisa de la acumulación previa y posterior para ser emocionante).
Petit maman, sin embargo, se plantea como algo muy distinto a la película anterior de Sciamma. Es una película con muchos menos materiales que, contrariamente a lo que sucedía en su película anterior, se sostiene en conversaciones. Diría que el problema de Retrato de una mujer en llamas es exactamente el contrario a el de Petit maman. Mientras que una parece tener dificultades (en unos primeros minutos) para establecer un calor específico de la mirada de alguna de las protagonistas, recurriendo entre otras cosas a unos diálogos entre cortados que siempre parecen palabras dichas solo por ser dichas, en Petit maman hay una necesidad constante de querer demostrar ternura y exponerlo en sus diálogos. Casi no recuerdo algún momento en el que la película se interese por algún otro matiz en la relación madre-hija que no sea el amor inocente que se demuestran. Sorprendente que en tan poco tiempo de duración la película se vuelva tan repetitiva y redundante. Para mi decepción, lo que en Retrato de una mujer en llamas termina siendo la construcción de un romance que en los últimos minutos adquiere una potencia pocas veces vista en estos últimos años, en Petit maman es una acumulación de conversaciones que busca desesperadamente la empatía sin considerar nada más. No será cine de frames, habrá que buscar otra definición.
Luego de la frustrante indiferencia que me había generado Petit maman (una película que parece haber emocionado a todos menos a mí), me fui solo a ver Sexo desafortunado o porno loco, una película que puede generar absolutamente cualquier cosa menos indiferencia. Los primeros cinco minutos, de porno casero, dejan a toda la sala en una posición extrañísima, nadie sabe bien que hacer ni cómo sentirse al presenciar algo que está hecho para ser consumido en la intimidad en frente de tanta gente. Se escuchan los asientos reclinarse, hay personas que apartan la vista de la pantalla, buscando la mirada de los demás, a ver cómo el resto de las personas observa. A mi me sale reírme, porque entiendo que Radu Jude quiere exactamente eso, que la gente esté incomoda y no sepa bien cuánto va a durar eso, ni qué clase de película fueron a ver. Luego, vienen las tres partes, muy distintas entre sí, en donde Jude reflexiona sobre muchas cuestiones, pero la imagen pornográfica siempre está en el centro de la discusión. Su cámara busca y encuentra puntos en Bucarest donde la imagen pornográfica, si uno la quiere ver, está. En anuncios comerciales que dicen cosas como “cómetela entera”, en gente que se insulta por un accidente de tránsito y dicen “chupamela”. Las imágenes que aparecen en la ciudad cruzándose con el camino de la protagonista adquieren un sentido distinto del que nosotros pensamos que tienen cuando Radu Jude panea hacia ellas, las alejamos de la lógica metropolitana para asociarlas a las imágenes pornográficas que anteriormente el director nos había mostrado. Este montaje de atracción puede parecer un poco vacío más allá del gesto, pero durante el resto de la película el humor del director rumano se va poniendo más filoso y cada vez se nota más que su discurso no pasa por reírse de cierta ridiculez de la sociedad, sino por plantearse como las imágenes son leídas por la sociedad y como sacarlas de ese contexto. ¿Qué tiene de distinto el porno al cine? ¿o una historia de Instagram? ¿o un video viral de Twitter? ¿o el videoclip de un artista urbano rumano? Evidentemente la diferencias existen, pero en mayor medida, son de cómo el público las recibe. Radu Jude satiriza la imagen y la recepción del espectador de esa imagen, creando un mundo de manifiesta locura donde todos las leen de una forma muy opuesta. Una película muy liberadora en el contexto de un festival de cine, en especial por la risa que genera, y por sobre cuáles son las cosas que generan esa risa.
Salí de Radu Jude y corrí dos cuadras al Colón para ver Older brother, younger sister, de Mikio Naruse, en el contexto de la retrospectiva de Machiko Kyo. Siempre me llama la atención el modo en que Naruse plantea sus escenas. Casi siempre sus películas son secuencias articuladas de escenas largas en las que conviven muchas emociones al mismo tiempo. Una escena puede empezar con una persecución celosa, seguir con piñas y terminar con una confesión incestuosa, y sin sentirse atonal, o desencajada. Es que Naruse entiende, quizás como pocos directores en la historia del cine, muy bien el poder del corte. Da la sensación de que sus planos siempre duran lo que tienen que durar, cuando ya no duran más se corta y en el corte hay una revelación que le da pie a un nuevo núcleo de la escena. Por ejemplo, en esta película, cuando están discutiendo los hermanos, la discusión se vuelve física y hay una cortes rápidos mostrando la violencia física que uno ejerce sobre el otro, planos donde se ve a la hermana golpeada y donde se notan forcejeos, pero luego, Naruse corta a un plano donde está la madre arrodillada llorando, y en profundidad de campo la pelea de los hermanos. Ese plano dura más que los otros y cambia completamente el tono. Por supuesto, el cine de Naruse no es solo forma, hay mucho más que apreciar, como dijo una de las personas ni bien terminó la función: que adelantado a su tiempo, no? Estimo que por el rol que las mujeres cumplen en las películas del japonés. Mujeres que siempre están atrapadas en una estructura familiar o una lógica social y deciden a conciencia escaparse, teniendo la consecuencia que sea que tengan. Machiko Kyo no podría haber sido una mejor elección para representar ese personaje que además de ternura, tiene fuerza y coraje y no para de demostrarlo.