Mar del Plata 2021 – Diario de festival: Sycorax, Train Again, Condition de elevation

Por Pedro Gomes Reis

Gusto no es dominio. Por eso cuando me acerco a los modos y estrategias del cine experimental prefiero dejarme llevar por la sensorialidad del problema (siempre que la hubiere) antes que por la racionalidad que, lamentablemente, en buena parte de los casos, obtura cualquier potencial forma de placer solo para hacernos “sentir cómodos” frente a las experiencias límite que en algunos casos se nos proporciona con este formato.

Visto y considerando el dato que mi asistencia a Mar del Plata fue remota y muy parcial, pues bueno, no me iba a dejar de lado la posibilidad de meterme en el programa triple que aquí comentaremos. Afortunadamente, cada una de las películas con sus estrategias en mano, lograron dejarme pasmado, como si el cine siempre estuviera reinventándose.

Sycorax es un cortometraje de algo más de 20 minutos, pero que en su densidad es capaz de condensar las marcas autorales de sus dos directores: está en ella el juego con los roles del cine de Matías Piñeiro, pero también está esa suerte de materialismo sensual del cine de Patiño. A su manera, cargados de ideas que logran dar una vuelta de tuerca feminista a Sycorax, un personaje ocluído (sin texto ni voz, pero con un innegable peso en el fuera de campo) de “La Tempestad”, de William Shakespeare. Pero lo que hace el tandem P-P es notable, porque logra dar una vuelta de tuerca a una de las formas más irritantes del cine contemporáneo, que es la contemplación vacía. No, aunque parezca tratarse de un recorrido por lugares comunes del modernismo, lo que configura el duo de responsables es una incorporación de los modos narrativos más económicos (cada plano guarda más ideas de las que pensábamos en un inicio) que podamos pensar. De esta manera, con pocos materiales (unas máscaras, unas capas, un espacio selvático y pocas cosas más) construyen una narrativa elíptica y elegante para volver a adaptar al bardo inglés. A su manera, jugando otra vez con las formas del cine dentro del cine, del teatro dentro del cine, del registro documental dentro de la ficción y de ahí de retorno hacia nosotros, lo que propone Sycorax es muy dificil de dejar pasar, lo que también, en alguna medida, la vuelve peligrosa, porque expresa la condensación de las formas de un cine cerrado sobre sí, imposibilitado de abrirse al mundo (como si sucedía con otras obras previas de Piñeiro y Patiño por separado). Este aspecto la convierte en una película impecable, si, pero también en una película clausuradora de posibilidades (hay algo de la perfección de este cine que me recuerda a los problema de Wes Anderson: un cine tan programático y certero que no permite que se meta entre las rendijas algo parecido a la vida). Pero sumado a eso, lo que hace un poco más de ruido en Sycorax es la sensación (ausente en obras anteriores de los directores) de la pertenencia a la época. En este punto Shakespeare es aggiornado a las necesidades de un discurso que lo excede. Dirán que es una potestad de toda adaptación. Pero esto suena a otra cosa: la vida que se come y le impone al cine cómo deben representarse los estándares de la moral sobre ciertos temas.

Con Train Again su director, Peter Tscherkassky se comporta como esos magos que nos fascina ver realizando el mismo truco una y otra vez (en mi caso sería René Lavand). Nuevamente el cine y su historia se convierten en excusa para que el movimiento haga lo propio. En ese recorrido cinético y cinemático no cuesta mucho ingresar en una suerte de estado hipnótico del que es difícil salir. Pero a el director no le preocupa si somos capaces de reconocer el infinito hojaldre cinéfilo que propone. Porque sabe que lo único que importa es la posibilidad de narrar. Y ahí aparece el otro aspecto que lo reconoce como uno de los grandes maestros del cine experimental contemporáneo: experimentar narrando, sostenernos en un paraíso de posibilidades materiales sin por ello renunciar a modalidades de una narración que está presente, conjurando fantasmas del ayer entre celuloides que mueren y reviven ante nuestros ojos.

Condition D’Elevation es otra rareza infranqueable. A partir de un hecho incomprobable dado por el relato de una niña se nos presenta una narración configurada con partes, fragmentos pertenencientes al Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia. Con algunos puntos de contacto con la fulgurante The Wild Blue Yonder, de Werner Herzog, la directora lleva a cabo una narrativa que desdobla dos tiempos, a partir de cuya tensión construye una mitología potente. Globos aerostáticos que revelan misterios insondables. Voces dobladas que configuran una narrativa posible ahí donde solo hay archivos sueltos. Y un sentido del humor a prueba de solemnidad son las herramientas que precisa Isabelle Prim para llevar adelante su película extraterrestre, anómala, misteriosa. Con muy pocos materiales y una capacidad narrativa asombrosa, capaz de apropiarse materiales imposibles, el ejercicio de le directora muestra que el documental apócrifo sigue siendo una de las más grandes herramientas para cuestionar los modos hegemónicos de narrar los mismos hechos. Curioso final de recorrido luego de un inicio tan canónico como el del film de Piñeiro-Patiño.

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