Nadie va a escuchar tu grito

Por Santiago Gonzalez

Argentina, 2025, 80′
Dirigida por Mariano Cattaneo
Con Sol Wainer, Byron Barbieri, Román Almaraz, Leonel Romero, Alma Laura Loiacono Donatini, Germán Baudino, Pablo Marini

El mal sin nombre

Pensar el terror desde el amor por el género: A diferencia de películas que repiten referencias para tapar su vacío, el nuevo trabajo de Mariano Cattaneo destila un sentimiento genuino por el cine de terror. Lo logra no anclándose en el pasado como una cáscara estilística, sino utilizando ideas universales y varias ideas terroríficas, algo no habitual en los ejercicios de estilo de un género en nuestro país. En esos logros hay que buscar lo mejor de Nadie va a escuchar tu grito.

Estamos en la década del noventa y en un contexto particular, el mundial de Italia, momento ideal para que un asesino ataque cada vez que juega la selección. En esa elección, Cattaneo encuentra un punto de partida que conecta con todos los argentinos -pensemos sino si habremos vaciado las calles cuando jugaba Messi en el mundial de 2022- y que sirve para explorar que ahí afuera también pasaban cosas, capaz como una especie de crítica a aquella década donde era común escuchar que los viejos no entendían a los jóvenes quienes claramente estaban en la suya, quizás también por eso es llamativo que no haya ancianos en la película, elocuencia de la desconexión con la juventud. En torno a esto también gira, sutilmente, Nadie va a escuchar tu grito

Como era de esperarse, al menos si hablamos de slashers, la película de Cattaneo dialoga con Halloween (John Carpenter, 1978) no solo por la importancia del espacio donde transcurre -Bernal, como suburbio funciona como un émulo local de Haddonfield- y por algún que otro plano similar a los que pueblan el film de Carpenter, sino porque se centra en esos lugares donde habitaban esos jóvenes que se juntaban a escuchar música o simplemente boudeaban en la calle. En ambos casos no hay una lectura metafórico-política del mal (como en muchos casos se quiere legitimar), sino que el mal aperece como un hecho metafísico, algo que circula y está ahí afuera entre nosotros.

Quizás por todo lo anterior que la escena más aterradora, por lo menos para mí, es aquella donde un personaje se dirige hacia su casa a pocas cuadras y es atacado en la misma puerta, a plena luz del día… y el cadáver queda ahí a la vista en un plano general. En esa distancia hay una idea, nos hace conscientes del contexto y de la violencia que no conoce límites pero tampoco busca explicaciones. Por esa clase de cosas, por su amor a un subgénero popular y por la confianza en el cine Nadie va a escuchar tu grito es algo más que «un simpático ejercicio de género». Es, en todo caso, una película hecha y derecha, donde el amor y la imaginación por un imaginario le ganan a la importancia de sentenciar cosas graves sobre el mundo.

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