Obsesión

Por Luciano Salgado

Obsession
Reino Unido, 2023, 4 episodios de 40′
Creada por Morgan Lloyd Malcolm & Benji Walters sobre la novela de Josephine Hart
Con Charlie Murphy, Richard Armitage, Indira Varma, Rish Shah, Pippa Bennett-Warner, Sonera Angel, Anil Goutam, Marion Bailey, Francesca Knight, Kerim Hassan, Victor Pontecorvo, Celine Abrahams, Greg Barnett, Isla Jackson-Ritchie, Letty Thomas, Ed Hughes

Ni contigo ni sin ti

Como si se tratara de un extracto delirante salido de fantasías recicladas del imaginario folletinesco-naturalista del siglo XIX -con su inevitable cuota de ridículo, de hiperbólico-, casi ningún crítico se tomó en serio (o mejor dicho: debidamente) a esta serie tan inglesa que en cuatro capítulos construye una tragedia en pequeña escala cuyo código el presente es incapaz de comprender (quizás por eso el melodrama sea uno de los géneros canónicos que el presente nos ha negado en su tradición de cancelaciones).

Obsesión, con sus episodios breves y manipuladores, no es particularmente buena si uno la compara con la tradición en la que se inscribe. Acaso porque repite casi al pie de la letra cada uno de los lugares comunes que uno esperaría que repitiera: un matrimonio feliz y consolidado, una infidelidad, un secreto que une a dos personas, un pasado turbio, una relación patológica, un descubrimiento, una tragedia, un recomienzo. Obsesión, en este aspecto, cumple con casi todos los pasos de El camino del héroe melodramático (si tal cosa existiera). No obstante, aunque podamos anticipar todos y cada uno de los pasos, nos quedamos. ¿Por qué? Porque también tiene algo de ejercicio arqueológico, de lidiar con un saber olvidado que, como casi siempre sucede cuando ciertos géneros caen en desgracia, al retornar a nosotros nos producen alguna clase de conmoción inexplicable, como si reapareciera un viejo conocido.

El melodrama, un hijo bastardo y un poco patán del folletín, a su vez hijo no reconocido de la tragedia, campa en sus anchas en los cuatro episodios de Obsesión, una serie que, como dijimos, además, bebe de otra tradición decimonónica como es el naturalismo, en particular aquel con especial dedicación por observar con ojo clínico las formas de la degradación humana. Pero, claro, estamos en otro siglo. Y en el XXI las posibilidades de lo hiperbólico en donde lo melodramático abra la puerta al folletīn y al naturalismo y ambos abran la puerta a la tragedia es un poco más difícil de lo que imaginamos. Y ahí es donde todo aquello que la serie nos demanda como desborde (no, no lo busquen en el sexo, bastante puritano en el modo de representación, menos que menos con la presencia de una cierta tendencia sadomaso-soft que es olvidable y por suerte la serie deja de lado al poco tiempo) nunca llega al punto presupuesto. Quizás esa falta se deba al freno que nos interpone el último episodio, una coda absurda que retorna al componente más chato de un telefilm malo de los 80s. En ese punto, la montaña rusa de hipérboles varias que nos dejaban con los ojos abiertos (hay que seguir a Charlie Murphy, la protagonista, que es un remolino de belleza y sexualidad, no así a Richard Armitage, su coprotagonista hecho de cartón pintado: doble mérito para ella) se transforma, en la última media hora, en una invitación al fast foward hasta que el asunto termine.

Así las cosas, con todas sus falencias en el cuarto final, no deja de ser un experimento espectatorial interesante: jugar a olvidarse y a extrañar un género para, de maneras misteriosas, volver a quererlo y respetarle los lugares comunes que, en otras circunstancias, nos hubieran obligado al abandono inmediato. ¡Qué viva el melodrama!

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter