Only the brave

Por Rodrigo Martín Seijas

Estados Unidos, 2017, 134′
Dirigida por Joseph Kosinski
Con Josh Brolin, Miles Teller, Jeff Bridges, James Badge Dale, Taylor Kitsch, Jennifer Connelly, Andie MacDowell, Scott Haze, Ben Hardy, Alex Russel, Michael Love Toliver, Sam Quinn, Ryan Jason Cook, Brandon Bunch, Geoff Stults, Lora Martinez-Cunningham, Natalie Hall, Dylan Kenin

Héroes anónimos

Alguna vez deberíamos poder reconocer cómo el cine estadounidense ha construido en los últimos años todo un imaginario vinculado al mundo de los superhéroes (ahí tenemos al siempre expansivo Universo Cinemático de Marvel), en paralelo al heroísmo histórico relacionado con las grandes personalidades y los próceres que construyeron a la nación del norte (Lincoln es un ejemplo reciente), pero sin dejar de lado otra clase de heroísmo, que a veces queda silenciado o por lo menos minimizado: el de las personas comunes, el de los hombres y mujeres de a pie. Claro, dirán que es otra clase de heroísmo, que se relaciona no tanto con las habilidades extraordinarias o la inteligencia, sino esencialmente con el profesionalismo y una dosis considerable de sacrificio. Es un heroísmo del cuerpo, de la disciplina, de la consciencia de grupo, de la solidaridad, del sentido del deber. Ese que muchas veces nace de la consciencia plena del rol que se debe jugar, y que debe lidiar con el miedo, el dolor y la desesperación. Es una clase de heroísmo que dialoga mejor con el realismo y con las historias basadas en hechos reales. Pero no es privativo. Si lo pensamos con atención, incluso, buena parte del cine de Clint Eastwood es casi un manual metódico de esta vertiente, que también aparece en el Michael Mann de El informante, el Steven Spielberg de The Post y la trilogía de Peter Berg conformada por El sobreviviente, Horizonte profundo y Día del atentado. Pero no todos son elogios: muchas veces se enlaza a esta suerte de subgénero con una mirada patriótica y hasta patriotera, y si bien por momentos podría decirse que algo de eso hay, el solo limitarse a esa posibilidad sería una lectura apresurada: ese heroísmo popular, tangible, humano, surge muchas veces cuando las instituciones están en crisis, cuando no hay recursos, apelando a valores fundacionales justo cuando parecen flaquear.

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Desde su abordaje sobre la historia real de la unidad de bomberos de Granite Mountain, los hechos que la precedieron y las repercusiones de la tragedia ocurrida durante el devastador incendio de Yarnell Hill, Only the brave es una película de reconocimientos. El acto de reconocer implica memoria, evocación, aceptación, sensibilidad. Y el centro de la película viene por el lado de esa reivindicación. Lo que se dice humanismo puro y derecho, una suerte de anacronismo para estos días.

Se debe reconocer la inesperada pero también agradable noticia de que Joseph Kosinski haya cambiado el rumbo, luego de haber entregado dos películas como Tron: el legado y Oblivion: el tiempo del olvido, que estaban marcadas por la frialdad, algo de impostura y hasta cierto regodeo en el esteticismo vacío, ese que no tiene corazón. En Only the brave, en cambio, surge un humanismo antes impensado en el cine del director, un acercamiento a las dinámicas cotidianas, los ritos grupales, los dramas personales y el profesionalismo como definición ética (que a su vez también es una definición moral). Lo que importa en la película no son los giros narrativos astutos, las bajadas de línea filosóficas o el diseño visual, sino los personajes, sus conflictos y un paisaje natural que los condiciona y define. Realismo old school, aquel que el mainstream parece haberse olvidado hace rato.

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Uno de los pilares de este pequeño milagro de este cine de personajes entrañables se debe a los actores, a ese elenco noble y consistente que conforma a la película toda. A esa pareja conflictiva y a la vez irrompible que componen Josh Brolin (nadie mejor para interpretar a un jefe de equipo tan terco como honesto) y Jennifer Connelly; al adicto en recuperación que encarna Miles Teller, que a la vez debe aprender como puede a asumir una inesperada paternidad; al irremediablemente enamorado de las mujeres que interpreta Taylor Kitsch; por solo mencionar algunos. Lo que podría ser un desfile de estereotipos y esquematismos termina siendo una galería de personajes queribles y empáticos. Sin sobreactuaciones, sin enfasis desmedidos, los personajes de la película mantienen un tono medio, contenido. Olvídense de que algún premio repare en esta clase de actuaciones.

Las lágrimas, la conmoción, la desolación irrumpe de forma contundente en los últimos minutos. La tragedia y el horror se hilvanan desde la lógica posible de los hechos, no desde la manipulación, y eso es algo que el relato de Only the brave entiende perfectamente. Desde el minuto uno, con trazos puntuales y certeros, se nos proveen pistas de lo que va a ser el cierre, indicios del destino oscuro y sacrificado que aguarda a los protagonistas y sus seres queridos. Cuando finalmente aparecen los rostros reales de los eventos, la ficción se retroalimenta a partir del diálogo con la realidad. Y la melancolía emerge naturalmente, no como producto de un golpe bajo, sino como evidencia de las posibilidades que las historias reales ofrecen.

Kosinski, desde el un clasicismo depurado, destacando el compromiso corporal y el drama seco, construye con Only the brave a otra de esas grandes pero pequeñas películas anónimas sobre el dolor, la pérdida y el heroísmo silencioso. La experiencia humana también es eso. Que el cine industrial se ocupe cada vez menos de ella acrecienta la aparición de excepciones como esta.

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