Oso intoxicado

Por Santiago Gonzalez

Cocaine Bear
EE.UU., 2023, 95′
Dirigida por Elizabeth Banks
Con Keri Russell, Christian Convery, Ray Liotta, Margo Martindale, Alden Ehrenreich, Brooklynn Prince, Kristofer Hivju, O’Shea Jackson Jr., Jesse Tyler Ferguson, Kahyun Kim, Ayoola Smart, Isiah Whitlock Jr., Aaron Holliday, Hannah Hoekstra, Leo Hanna, Matthew Rhys, Shane Connellan

Las buenas intenciones

Mea culpa. Confieso al lector que transité emocionado -y con los ojos cegados- los noventa y cinco minutos de Cocaine Bear (la traducción de Oso intoxicado en vez de Oso vicioso, que es la traducción que debió ser, resulta dañina). Confieso también que la película me sacó algunas (tímidas) risas y me entretuvo bastante. Pero sobre todo aplaudí que -por fin- Elizabeth Banks se propusiera hacer una película de verdad. ¿A qué viene todo esto? Que lo que dispone Cocaine Bear acaso está más cerca del humor adecuado para Banks como directora que en sus películas previas, donde siempre se la notó incómoda. En Pitch perfect 2 (2015), la incomodidad quedaba en evidencia a partir de una galopante falta de timing para los chistes verbales como para los físicos (y ni hablar para los bailes). En Los ángeles de Charlie (2019), el asunto era apenas un poquito mejor a nivel de puesta en escena, pero Banks seguía ostentando una alarmante monotonía para construir escenas de acción.
Confieso, a primera vista, al menos, que en Cocaine Bear todo mejora un poco. Es un buen comienzo. Y esto quizás se deba a que Banks -que es una excelente actriz cómica- tiene a su favor un material con algunos buenos chistes, por lo que su experiencia actoral le permite lograr alguna secuencia delirante que demuestra cierto talento para comicidad (incluso a pesar de las limitaciones). Si pensamos en una secuencia como la de la persecución en ambulancia con resultados catastróficos (el punto más álgido y logrado en el tono de comedia gore en el que se mueve la película), tenemos un testimonio de lo buena que podría haber sido Cocaine bear. El problema es que Banks no se propone hacer algo como Piraña 3D, por lo que la carne al asador se regula y se enfría sin demasiado conciencia. Pasamos un buen rato? Si, pero no más que eso.

La cruda verdad. En comparación con los anteriores trabajos de la directora, Cocaine Bear es muchísimo mejor, claro, pero eso no significa que sea una buena película. De hecho todo lo que me había gustado al principio fue perdiendo potencia y aburriéndome. CB es una idea que suena graciosa para pitchear, para vender, pero que en la práctica no es lo suficiente para mantener el interés durante noventa y cinco minutos. El oso pasado de merca aparece, eso lo sabemos. Funciona, si, pero es una trama más dentro de otra mayor donde hay dealers y policías. Para peor, el oso puede causar gracia al principio pero su función de comic relief se agota rápidamente y no nos queda otra que entregarnos a ver un CGI extraño. El problema se debe a que ese CGI que digitaliza los movimientos no simula a un oso real, sino que apunta más a una caricatura. De ahí que si la misma película no se entrega completa a ese código, el oso en cuestión queda todo el tiempo a contrapié. O en offside. El problema, entonces, es que CB no es consistente con sus propio mundo y tono. Y si bien los mejores chistes logran sacarnos una leve sonrisa, los momentos gore no impactan, precisamente por el problema del tono mencionado. En este punto Cocaine Bear es una paradoja andante: es una película sobre excesos que todo el tiempo reprime los propios. Si, ya lo sabemos: no podemos pedirle que sea Piraña(Joe Dante, 1979), incluso siendo la influencia más evidente. Pero tampoco tenemos nada parecido a la autoconciencia y el amor por el cine y el exceso que proponía el director de Gremlins 2 (1992). Lo que queda es la sensación de un paso tímido, un movimiento inercial detenido.

Coda con emociones forzadas. Un último detalle. Ver a Ray Liotta en su último papel antes de morir puede generar alguna clase de emoción, de tristeza, de percepción de paso del tiempo, pero… ¿realmente tiene peso que este sea su último trabajo? ¿La emoción y el respeto pueden ser un arma de extorsión moral solo por la muerte de su actor? Que Liotta descanse en paz (o no), pero que las películas vivan sin ataduras ni condicionamientos para su recepción.

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