#Polémica: El triángulo de la tristeza

Por Mariano Bizzio

Triangle of Sadness
Suecia, 2022, 149′
Dirigida por Ruben Östlund
Con Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Sunnyi Melles, Iris Berben, Arvin Kananian, Jean-Christophe Folly, Amanda Walker, Alicia Eriksson, Malte Gårdinger, Nana Manu, Hanna Oldenburg, Oliver Ford Davies, Linda Anborg, Carolina Gynning, Beata Borelius, Shaniaz Hama Ali, Camilla Läckberg

En contra

Siempre alguien limpiará (mirará) tu basura

Algunas películas tienen esa horrorosa y extraña cualidad de ser todo lo espantosas que siempre pensamos que podían ser, certificando todos y cada uno de nuestros prejuicios en un mil porciento. Son, a su manera, artefactos que se miran a sí mismos y a los que no hay que mirar demasiado, no vaya a ser que se abismen sobre nosotros y nos caguen el día (la semana ya es difícil, porque tenemos el beneficio divino del olvido). Sea como fuere, ahí estamos y vemos lo que confirma todos los horrores (porque a veces está bueno confirmar lo previsible tanto como ir contra toda previsibilidad). Aquí, en esa isla llamada Ruben Östlund, la misantropía dejó de importar hace buen rato. El tipo está en otra cosa, como si los humanos, el cine y las personas que creemos ver proyectadas hubieran dejado de importar hace rato.

Hace rato, también, que el cine hecho sobre los ricos y sus andanzas es menos que pólvora mojada. Es más bien una suerte de chasqui-boom húmedo que a nadie molesta. No obstante, subidos a vaya uno a saber qué clase de visionado (qué palabra más espantosa), en buena parte del mundo anglosajón la película obtuvo una recepción tan insólita como el vergonzoso doblete en Cannes, que hace rato, digamos todo, viene premiando cualquier porquería, perdiendo el horizonte por completo. 

Bastante más cerca de una sátira (mal hecha) de SNL que de Buñuel (olvidate), Ferreri (frío, frío) o Haneke (ojo, no está tan lejos de Happy End), El triángulo de la tristeza es un artefacto que simula pelearse con el presente, si, aunque en realidad construye la clásica falacia del hombre de paja para poner adentro de ella todas y cuantas vulgaridades tenga para decir sobre nimiedades tales como el mundo de los modelos, influencers y nuevos ricos, a la vez que el micromundo de los multimillonarios entrados en años, carnes y decrepitud física. En el medio traficantes de armas, ventajas que no se terminan de aprovechar y un crucero que llevará el cóctel a su hipérbole en medio de una tormenta. Pero eso es apenas el comienzo de un desprecio mayor que deriva en un naufragio en una isla, que como es de prever, va a poner todo patas para arriba para que “los pobres coman pan y los ricos mierda mierdaaaaaaa”. Y entonces lo que era una sucesión de viñetas insoportables y carentes de humor termina proyectándose en “una radiografía implacable de las relaciones de poder del mundo actual” y esas sandeces tranquilizadoras de conciencias. Pero cine, seguro que no es.

Es curioso: Ostlund parece cargarse a todo el mundo encima, como si fuese un ángel exterminador, pero no solo no problematiza ni una sola de las incontables iniquidades que exhibe sino que hasta me atrevería a decir que las neutraliza, poniendo a todos los ejes en tensión. En este sentido la escatología no funciona como un mecanismo liberador del humor o de nosotros como espectadores, sino que termina operando a la inversa: el desprecio que opera sobre los personajes es simétrico a la manipulación ejercida sobre el público, con el que El triángulo de la tristeza ejerce una relación casi conductista (podemos anticipar todos y cada uno de los golpes de efecto en los que el público tiene que reírse).Dueño de una conciencia de nicho envidiable, lo que hace Ostlund es una salutación a la culpa primermundista sin tonos medios ni matices. La revulsividad no era esto, sino la capacidad de incomodar de todas las formas posibles. Pero El triángulo de la tristeza no incomoda, sino que acomoda a los prejuicios en el mismo lugar, que es la pesadilla del espectador que se retuerce en el asiento incapacitado de escapar de este experimento pavloviano. Increíblemente este hombre cuenta con exégetas y seguirá filmando sus alegorías geométricas. Pero el vómito y la diarrea serán nuestra venganza.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter