#Polémica – Mujer Maravilla (en contra)

Por Hernán Schell

Wonder Woman
EE.UU., 2017, 141′
Dirección: Patty Jenkins.
Con Gal Gadot, Chris Pine, Connie Nielsen, Robin Wright, Danny Huston, David Thewlis, Said Taghmaoui y Ewen Bremner.

Mucho y muy poco

No entiendo. No entiendo la adhesión crítica en favor de Mujer Maravilla. No entiendo el entusiasmo o la idea que anda por ahí que dice que esta si es la resurrección de los superhéroes de DC en el cine. Una película torpe, conceptualmente estúpida, con varios diálogos imposibles y personajes mal desarrollados es la redención del mundo que viene mostrando DC? Es verdad que es lo mejor que ha salido de las películas DC en mucho tiempo. O sea, puedo ponerla perfectamente por sobre El Hombre de Acero, El caballero de la noche asciende, y por supuesto, Escuadrón Suicida y Batman vs Superman, que forman el piso de calidad de toda esta franquicia. Si MM sale ganando es porque las dos primeras son muy fallidas y porque las dos últimas son, directamente, aberraciones fílmicas. Ser mejor que cualquiera de ellas no habla de una gran virtud, muchos estrenos intrascendentes de los jueves logran el mismo cometido sin siquiera proponérselo.

Es verdad, de todos modos, que MM tiene escenas de acción que se entienden, ok. Pero es verdad también que buena parte de esto se debe a un uso del ralenti (cámara lenta) que Patty Jenkins utiliza a cada rato, haciendo que este recurso pierda su excepcionalidad para volverse parte de la lógica/estética a la hora de filmar casi cualquier lucha, pirueta o salto. De esta manera, lo que asegura la comprensión de las acciones también le resta en atractivo visual a la película globalmente. Los grandes maestros del ralenti (Peckinpah, De Palma, Scorsese) saben usar este procedimiento para momentos específicos, haciendo que la suspensión en el tiempo tenga un sentido -y por ende una intensidad- determinada. No es el caso de Jenkins. Pero bueno, dejemos eso de lado; en todo caso, no es ni por asomo el peor defecto de esta película.

El error más de MM es, digamos, su necesidad de abarcarlo todo, demasiado. No por ambiciosa, ambicioso puede ser P.T. Anderson. Tampoco por pretenciosa, pretencioso puede ser Christopher Nolan. Lo de MM es glotonería. Me comentaba justamente esto hace unos días Federico Karstulovich: Mujer Maravilla tiene el problema de no saber bien hacia dónde avanzar. Comienza siendo una posible historia de amor entre dos personas de distintos mundos, al mejor estilo de una película de Peter Weir: por un lado un aviador que cruza una dimensión de mujeres, por otro su principal guerrera. Después, eso se abandona y se cuenta la historia de la princesa Diana adaptándose a la Inglaterra de la Primera Guerra Mundial. Pero al rato eso se abandona, y nos dedicamos a ver a una superheroína peleando en las trincheras y funcionando como cómplice de espías sin solución de continuidad. O al menos es eso hasta que al final todo el mix termina reducido a una pelea entre semidioses por el futuro de la humanidad. No sólo eso, Mujer Maravilla quiere también ser filosófica, o algo por el estilo. Así es como, en la pelea final, se escucha un discursillo acerca de la naturaleza humana, discursillo que, valga decir, que produce franca vergüenza ajena. La conclusión a la que se aborda (y esto literalmente, dicho en un diálogo pueril propio de esas conclusiones didácticas que se daban en el final de la serie animada He-Man, como puede ver aquí) consiste en que el hombre puede ser malo, pero también puede ser bueno y dar amor. Si, así de simplona y vulgar es la idea de mundo que propone MM.

Creo que en esto se condensa un síntoma que tienen varias películas de superhéroes: hay en esa neo-épica una necesidad de ser una película-evento enorme, grandiosa. Gigantismo, pero no grandeza. MM quiere contar demasiadas cosas, tener demasiados tonos y exponer un pensamiento grandilocuente. Y quiere hacerlo todo junto, por más berreta que esto parezca. Por ir saltando de un lado al otro, a MM le pasa algo insólito. Y es que aún en sus excesivas dos horas veinte de narración, en su multiplicidad de líneas y tramas, le faltan cosas por contar. De este modo, la foto épica que se saca Diana junto a otros cuatro soldados, y que pareciera central para la historia, termina siendo narrativamente frustrante, una verdadera promesa de la nada misma, un indicio vacío. Allí, en la foto que convoca el salto al pasado, vemos cinco personas posando como si fuesen un grupo esencial para la trama. En cualquier otra película más o menos prolija desde lo narrativo, ese grupo sería gente valiosa para el relato. Sin embargo, en este largomentraje sólo veremos que dos de esos tendrán verdadera relevancia en la batalla: el aviador interpretado por Chris Pine, y por supuesto, la propia superheroína. Los otros tres serán un francotirador que tiene pánico a disparar -cosa que uno nunca sabe a qué se debe-, un petiso políglota que no termina teniendo prácticamente ninguna utilidad, y un aborigen que lo único que sabe hacer durante la película es ostentar frases cargadas de gravedad, si, propias de un indio sabio (un estereotipo que ya era ridículo desde hace más de tres décadas).

¿Y la cuestión feminista? Ese es otro aspecto que no entiendo. Vaya a saber uno por qué muchos han querido transformar a esta película en un baluarte de esa corriente de pensamiento. Justo a esta película en la cual Diana Prince termina aprendiendo cómo es el mundo a través de los hombres (es el villano y el personaje de Chris Pine el que le hace ver la realidad del hombre y del mundo) ya que ella resulta demasiado ingenua para verlo. Para ver algo más cercano a una película de superhéroes feminista este año ya está Logan (James Mangold, 2017), que se permite tener un personaje femenino fuerte y lúcido (además siendo niña y sin padres) en el personaje de la nena mutante protagonista. Es bastante curioso este dato teniendo en cuenta que la influencia más cristalina de Logan es el cine de un director misógino como Sam Peckinpah. Pero bueno, la fuente original de la película de Patty Jenkins es una historieta transgresora creada por un feminista y el resultado es un largometraje lleno de clishés y de tendencias sexistas que fundamentan la visión radicalmente opuesta: gracias a los hombres una mujer puede entender un mundo que desconoce y deja de ser ingenua (recordemos que esa mujer es una semidiosa, no es una mujer común, por lo que los poderes con los que carga no son, precisamente, un ejemplo de autonomía e independencia para las mujeres comunes, sino una anomalía). Pero bueno, el mundo es paradojal. Y a veces las paradojas muestran que las influencias no necesariamente condicionan el resultado final de las cosas.

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